05| Creí que no volverías

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- Pareces de buen humor -dice, divertida, en forma de saludo.

- Cómo siempre.

La observo mientras remuevo el azúcar del café.

Su pelo, castaño, está suelto, algo despeinado. Solo lleva puesto una camiseta, que creo recordar que es mía, y la ropa interior.

- Ayer te cogí una camiseta para usarla de pijama -comenta, confirmando mis sospechas.

- Quédatela -no pienso ponérmela nunca más.

Sonríe satisfecha con mi respuesta. Bebo de la taza, en completo silencio, parece que esto le incomoda, porque vuelve a hablar.

- ¿Quieres que vaya a recogerte después del entrenamiento?

- No.

Pone una mueca.

- Últimamente llegas más tarde de lo normal a casa.

Porque voy a ver a la cantante rubia del bar.

- Estoy entrenando más, quiero entrar en la liga.

Asiente con la cabeza, sé que no está conforme.

- He estado buscando apartamentos -digo, finalmente.

Su mandíbula se tensa.

- ¿De verdad? ¿Vas a irte? -su tono de voz se vuelve prácticamente un hilo. Mierda.

- Grace, ya lo hemos hablado...

Sus ojos se llenan de lágrimas al instante. La conozco, se la facilidad que tiene para estas cosas, intento mantenerme firme.

- Venga ya, Rue, no puedes irte. Esta es nuestra casa, nuestro hogar, ¿de verdad vas a dejar todo lo que hemos creado aquí por una tontería?

Suspiro mientras paso la mano por mi nuca.

- No creo que sea una tontería, lo mejor para las dos es que me marche.

- ¡Dijiste que seríamos amigas! -suelta un sollozo que hace que mi estómago se encoja.

- Y lo somos, pero no...

- ¿Entonces por qué te vas? Las amigas comparten piso -replica rápidamente.

Suspiro mientras dejo la taza en la encimera. Se me ha cerrado el estómago.

- Lo hablamos luego.

Su expresión parece relajarse, sabe que ha conseguido lo que quiere, al menos de momento.

Se pone de puntillas y deja un beso en mi mejilla, cosa que se me hace desagradable, pero no digo nada. Mucho daño le he hecho.

Grace se mete en el baño para cambiarse, yo aprovecho para preparar mi bolsa y marcharme. No tengo entrenamiento hasta por la tarde, así que, por las mañanas, voy a visitar a mi hermano.

Por el camino, la música de Beck se reproduce en bucle. No me canso de escuchar sus canciones, tienen algo que engancha.

Tengo las llaves de su casa, por lo que no necesito llamar para entrar.

- ¡Tía Rue! -grita con voz aguda mi sobrina.

Me agacho para estar a su altura.

- Espera, ¿has crecido desde ayer?

Su sonrisa se amplía dejándome ver los huecos de sus paletas en la dentadura. Se parece mucho a su padre, y, por lo tanto, a mí. A pesar de ser de pelo castaño, como su madre, tiene nuestros ojos azules.

- Si, ayer después de cenar, me tomé un petisuis.

A pesar de tener seis años, es muy inteligente, puede que por eso nos llevemos tan bien.

La melodía de la lluviaOù les histoires vivent. Découvrez maintenant