Capítulo 09. Mentiras y permisos

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20 de enero 2021

Mi lengua se siente pesada y algo duele en mi brazo.

El olor a desinfectante, esterilidad y medicamentos casi me hace lloriquear por la molestia de estar otra vez en este lugar.

Malditos hospitales, maldito quien me haya traído aquí.

Clavo la vista en el techo en cuanto mis ojos se abren sintiendo la molestia por este lugar, a mi alrededor está algo oscuro y cuando desvío la vista hay una pequeña ventana que no deja ver luz, lo que significa que debe ser tarde.

—Al fin despiertas, tu novio hará un hueco en el pasillo dando vueltas—Casi doy un respingo y el aire que entra en mi boca me raspa la garganta por la resequedad en esta, termino tosiendo mientras me siento en la cama.

Primero porque no la vi, segundo porque no tengo novio.

—¿Novio?

—¿Con quien estabas antes de desmayarte? —cuestiona con tanta diversión como desconcierto, alzo las cejas ¿realmente cree que puedo recordar eso? Entreabro los labios a punto de preguntarle eso mismo.

Sin embargo, recuerdo vagamente a Caleb en mi puerta, en mi casa y cuando desvío la vista hacia la puerta abierta del cuarto lo veo en el pasillo.

Maldito hijo de puta.

—¿Spencer?

—Déjame adivinar ¿no es tu novio? —Aclaro mi garganta llevando una mano a mi cabello, probablemente lo dijo para que le dieran información sobre mi y si digo que no es nada mío tal vez no me darán el alta hasta que mi hermana llegue.

—Es algo así como el intenso de turno, pero probablemente le dé una oportunidad—La enfermera ríe entre dientes—. ¿Por qué estoy aquí?

—Deshidratación, tienes algo de anemia o algo así, el doctor ya habló con él, nada grave—señala hacia afuera con un bolígrafo—. Probablemente en un rato te puedas ir.

—Gracias—Asiente brevemente antes de salir, Caleb no tarda en entrar con los brazos cruzados sobre su pecho—. ¿No encontraste una mentira más estúpida para decir? —Giro sobre la cama hasta que mis piernas cuelgan por uno de los extremos e inclino la cabeza respirando entre mis labios por lo congestionada que se encuentra mi nariz.

—No hay nada parecido entre nuestros apellidos.

—Podríamos ser hermanos maternos, no iban a preguntar el segundo apellido de ambos.

—No me interesa ser su hermano ni siquiera falsamente—Lo miro entrecerrando los ojos, sin embargo, él no me devuelve la mirada, sentándose en el sofá a la izquierda me doy cuenta de que ahí está su saco.

La camisa azul está remangada hasta los codos y su corbata está floja alrededor de su cuello. Ojalá haya pensado que iba a morir e iban a culparlo, un susto al mes no hace daño.

Señorita, permítame besarla ✓ | ¡Pronto en fisico!Where stories live. Discover now