Travis se había quedado muchas veces inmóvil camuflado entre la vegetación sin mover un pelo para que ella no lo detectara y le dolía no poder darle la cara aún, es que sentía tanta vergüenza de ello que cada día que pasaba perdía el coraje para hacerlo. Por el momento solo decidió concentrarse en su misión de rescatar semidioses. Esta no era diferente de otras veces en las que luego de indicarle al pequeño semidios que el campamento estaba a unos pocos metros el se retiraba mirando con nostalgia el que por mucho tiempo había sido su hogar. Percy le había recomendado no mantenerse mucho tiempo en las inmediaciones porque los nuevos sistema de detección podían jugarle una mala pasada, pero como siempre el prefería llenarse los ojos mirando a lo lejos la cabaña de aquella niña que mantuvo y mantiene su corazón a flote.

—¿Hasta cuando piensas esconderte de mí? —por un momento pensó que estaba escuchando esa voz en su cabeza, pero no fue sino hasta que giró rápidamente que la vio. Tenía las lágrimas a punto de desbordarse, Travis entro en pánico y quiso acercarse para poder evitar que eso sucediera, pero falla miserablemente al ver que había caído en la trampa, al ver que había sido atrapado por una gran enredadera que rápidamente se había extendido por todo su cuerpo inmovilizándolo, haciendo que los poderes que ahora ostentaba fueran inútiles, podía simplemente desaparecer en una brisa marina, pero no podía hacerle eso, no a ella, no ahora, sería como firmar el hecho de que no le importaba y no era cierto.

—Hola, Kat... —trato de darle la mejor sonrisa posible para que pudiera saber que estaba del todo bien ahora, por lo menos sabía que había mejorado mucho y aunque aún tenía noches sombrías siempre podía confiar en Percy para poder hablar sobre ello.

—Respuesta incorrecta —la sonrisa de Travis tocó su corazón de una manera que no esperaba, sintió nuevamente el brutal revoloteo de millones de mariposas, tenía esa sensación de tranquilidad que tenerle cerca le producía, pero si algo había sacado de la charla con Atenea era que no podía simplemente dejarlo pasar, debía aleccionarlo para que esto no se volviera a repetir. Lo haría a su manera.

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En las profundidades del mar, padre e hijo compartían un agradable combate de practica para darle la bienvenida de su largo viaje. Hasta Poseidón podía reconocer que Percy había llevado su nivel de lucha algo superior que lo ponía en el podio de los mejores dioses del Olimpo. Pero Poseidón también tenía su orgullo, por lo que no podía permitirse vencido.

—¡Alto lo muchachos! —era la voz de la reina Anfítrite quien llevaba un rato viendo como su marido estaba a punto de perder el combarte, debía ir en su ayuda.

—Mi señora — Percy podía entender muy bien que, en la Atlántida, dios o no el seguía siendo un príncipe. Le dio un ligero golpe de hombro a su padre quien no pudo evitar toser un poco para que no fuera demasiado obvio que había sido salvado.

—Si, bien... bueno ¿te quedas a comer? —Percy asintió, no tenía nada más que hacer en su agenda, si la tuviera. Travis volvería para el anochecer y seguro iría directamente al campamento que habían montado para descansar.

—Vamos que la cena esta por servirse —mientras caminaban por los pasillos de la Atlántida padre e hijo iban conversando, seguramente en unos años sería el con Eskol haciendo lo mismo.

—¿No has tenido noticias? —sabía a lo que se refería. Le generaba una ligera incomodidad pensar en que había dejado la opción abierta.

—Nada aún, de momento concentrado en el rescate de semidioses —Poseidón sabia que cuanto más se concentrara en su nuevo trabajo más fácil seria que empezara a superar la ausencia de Annabeth. No podía mentirse a si mismo, Annabeth era la chica ideal para Percy, pero ya no estaba y él debía dejar de ver al resto bajo el filtro de lo que Annabeth significó para él. Eso tomaría tiempo y este arreglo podría ayudar a no inyectarle al matrimonio una obligación de romance y afecto, sino la practicidad de un acuerdo para ambas partes.

Algunas cosas toman tiempoWhere stories live. Discover now