That business [+EXTRA]

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Ya pasaban de las dos de la mañana.

Aquel reptil se movía de lado a lado en su lecho, inquieto. El insomnio había vuelto por él y ya no tenía como tratarlo hasta el día siguiente.  

Aquel ser de escamas verdosas y orbes castañas se levantó de su lugar y de forma silenciosa se fue arrastrado más allá de su sombría habitación, asomando su cabeza más allá de su puerta para así toparse con el silencio de toda la guarida, siendo este justo lo único que necesitaba para sentirse en paz.

Se coló más allá del pasillo hasta llegar a la gran sala que relucía tímidamente, con montañas de oro y billetes de cien dólares que entre las estatuas de mármol se escondían de los rayos de la luna llena por entre la oscuridad, dándole un toque de quietud y misterio, sin más, adornando cada rincón de aquel grande pero modesto recinto.

Llegó a la cocina y una vez que se posó frente al refrigerador lo abrió, revisando en el congelador por algún pedazo de carne fresca que pudiera ayudarle a calmar el hambre que sentía ante cada madrugada en la que el insomnio atacaba, gruñendo de forma ahogada tras darse cuenta de que no había nada para él en sí.

Aquel viejo reptil se encontraba más que dispuesto a gritar por todo lo alto su descontento, deseoso de que todos los que vivieran en aquel lugar fueran testigos de que tan mal lo había tratado esta noche, eso hasta escuchar el tintinear del ascensor llegando de forma directa al recibidor, sorprendiendolo, sacándolo de sus pensamientos egoístas para que así prestase atención a algo más importante.

Las puertas de metal se abrieron lentamente con el tenue estruendo de siempre, revelando aquel auto azabache propiedad del líder de la banda, sorprendiendolo.

Se quedó inmóvil, observando como del auto bajaba el jefe la banda, con su traje blanco de siempre pero... a la vez no.
Su siempre planchado e impecable traje de dos piezas que irónicamente emulaba la pureza se encontraba ahora arrugado y mal puesto en algunas partes, sin mencionar que aquel que los vestía tenía algo diferente en su mirar y, tambien, olía a algo diferente, olía a alguien diferente...

— ¡Hasta que finalmente apareces! —exclamó Serpiente mientras veía a su compañero bajar del vehículo, dejando la puerta abierta para todo aquel que quisiera retirar por su cuenta las armas que había comprado en lo que salía del ascensor— Por un momento pensé que te habías ido con alguna prostituta o algo —comentó con sorna en lo que devolvía su mirada hacia el refrigerador, ansioso por alguna respuesta.

Pero no hubo nada.

El silencio reinó nuevamente aún tras la llegada del alma de aquella banda.

El mayor frunció el entrecejo para posteriormente darse vuelta y ver aún entre la penumbra de la habitación como su compañero caminaba sin rumbo, con la mirada perdida y cansada, sin parpadear, soltando a medio camino una maleta plateada que al instante de caer se abriría, liberando los cien mil dólares que contenía en su interior, sorprendiendo de gran forma al reptil quien no creería a lo que se mostraba ante sus ojos.

Tenía varias preguntas. ¿Por qué su jefe no había tenido la cortesía de responder a su comentario como lo hacía siempre? ¿Por qué llegaba a esta hora? ¿Por qué su ropa no estaba arreglada como era lo usual? ¿De dónde había sacado ese dinero? ¿Por qué se veía muerto en vida?
Esas y más preguntas eran las que rondaban por su mente pero que por alguna u otra razón jamás formularía a viva voz, no tras intuir que algo estaba más que mal.

Aquel lobezno grisáceo, aquel líder roto, siguió avanzando de forma vacilante hacia el gran sofá cercano a la televisión, dejándose caer en silencio sobre este en lo que se acomodaba, abrazándose a sí mismo mientras sus ojos se llenaban de las lágrimas que creía haber drenado, silencioso tanto como podía en lo que su mente lo torturaba con los errores que cometió, con los errores que pudo evitar, con los errores con los que cargaba desde hace un par de horas.

No quiso decir más.

Aquella serpiente cerró la puerta de la nevera, volviendo a la oscuridad que solo se veía contrariada por la luz que escapaba del elevador, dedicando así una última mirada a su compañero, deseando poder decirle algo, pero ¿qué podrías decir a favor de un problema que ni siquiera sabes si existe?

Negó con la cabeza, resignado a que no sería su deber el de ayudar, al menos no por hoy.

Lenta y silenciosamente se fue arrastrando nuevamente en su habitación, teniendo en mente el avisarle a los demás de la banda más tarde para que tuvieran un poco de cuidado al hablarle el jefe al amanecer siguiente.

Esta noche Lobo estaría solo, solo y sin una manada que pudiera lamer sus heridas y guiarlo a un mejor lugar para sanar, sin una manada que pudiera hacerlo sentir asalvo, sin una manada que notase como moría lentamente a base de un veneno que él mismo se había buscado, sin una manada que pudiera apreciar su sacrificio de la forma en la que era merecida, sin una manada... solo como un cachorro en pleno invierno.

Si, lloraría y moriría por lo que fue hoy, pero mañana todo volvería a estar bien, sería un nuevo día y tarde o temprano todo se olvidaría, aún tenía tiempo, aún había tiempo, aún habían negocios por atender, aún habían personas por robar, aún habían personas por complacer.

Este Negocio ft. Death×Mr.WolfWhere stories live. Discover now