—Supongo que tendrás varias preguntas. Callum negó con la cabeza.

—Solo una —aseguró, con la arrolladora confianza de al- guien que tiene años de experiencia en esos menesteres. Su cálida mano fue a parar a su hombro con un agarre férreo—.

¿Sabes cómo detenerme?

Ni siquiera esperó a que le respondiera. Tiró de ella hasta que la tuvo sobre él. Para asegurarse que la espalda de Amanda no se contorsionara hacia atrás de forma incómoda se deslizó un poco más sobre la columna, permitiendo que ella se acomo- dara sobre su pecho. Su pelo cayó como una cascada a ambos lados de sus rostros encerrándolos en una cortina de intimidad. Toda la piel de su cara y sus labios vibraban con alegría, de- seando acercarse al bonito rostro de él. Iba a besar a un chico, y él iba a besarla de vuelta. La anticipación era aún más inten- sa cuando su cuerpo ya sabía lo que iba a sentir a continuación. Callum no se demoró más en acariciarla con sus suaves y cá- lidos labios masculinos. Su pecho se apretujó contra el pecho sólido y amplio de él. Notó la palma de su mano sobre su me- jilla, y la otra en su espalda. Cada pulgada de contacto le hacía cosquillas y era extrañamente consciente de esas zonas de su cuerpo. Su vientre le mandaba oleadas de caricias, mientras sus labios y sus lenguas se rozaban, suaves y cálidos.

Ella se negó a tocarlo, porque solo besarse ya era lo su- ficientemente intenso. Mantuvo sus manos sobre el colchón a ambos lados de él, pero se deleitó en el roce de sus brazos contra los costados sólidos como rocas. Tenerlo tan cerca era más de lo que podía haber soñado en su vida, y que la be- sara de esa forma era demasiado bueno como para necesitar aventurarse en nada nuevo. Pero Callum no tenía la misma paciencia, sus manos se deslizaron lentas y extasiadas por sus hombros, sus dedos se clavaban en su piel con ansia, y no le quedó duda de que la deseaba. El pensamiento la hizo flotar igual que una hoja temblorosa en el aire invernal.

Apartó el rostro para que respiraran. Además, le había peguntado si sabía cómo pararle; lo que significaba que él no tenía intenciones de hacerlo. Amanda necesitaba ir des- pacio.

La expresión en el rostro de él, la hizo sentir aún más feliz.

—Esto era a lo que se refería tu prima, ¿verdad? —le pre- guntó con tono acusatorio.

Ella sonrió con culpabilidad como respuesta.

—Me la pagarás —la amenazó con tranquilidad, sin mo- verse de donde estaban recostados. Su mano contradijo la amenaza acariciando su pelo desde su nuca hasta la mitad de su espalda—. Tienes el mejor cabello de toda Inglaterra.

Amanda dudaba que tuviera el mejor cabello de toda Inglaterra, pero estaba segura de que en esos instantes, era la mujer más feliz de la Tierra.

La biblioteca era una de sus salas favoritas. El olor a hojas viejas y amarillentas impregnaba la estancia con el inequí- voco perfume de miles de historias contenidas en palabras. Le fascinaba pensar que la literatura se componía de simples palabras, que puestas en cierto orden tenían el mágico poder de transportar a un mundo distinto al de la propia existencia, y ese nuevo mundo podía ofrecer un descanso a la mente con el que ninguna noche de sueño podía competir.

La sala estaba hecha de madera, y esa era la segunda ra- zón por la que le gustaba tanto. Pues la madera era su pasión, como lo era la música para Callum. O, al menos, lo había sido hasta que él se había convertido en su nueva pasión.

Entró por el segundo pasillo a su derecha, el cual conte- nía las obras literarias más recientes. Sin duda, sus favoritas: Wordsworth, Coleridge, Keats, Blake, entre otros, inunda- ban las estanterías por las que pasó las yemas de sus dedos mientras espiaba a Callum por un estrecho hueco entre libro y libro. Él ojeaba lomos de libros en el pasillo contiguo. Cuando la descubrió mirándolo, esbozó una sonrisa que le derritió las entrañas. Amanda, fingió de inmediato que continuaba con su búsqueda y extrajo un ejemplar de poemas de Elizabeth Ba- rrett Browning. Había un poema que recordaba haber leído varias veces en tardes de aburrimiento.

Un Siervo para Amanda (El Ángel en la Casa)Where stories live. Discover now