CAPÍTULO 19

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Werner:

Hay momentos en mi vida que me hacen preguntarme a mí mismo, ¿qué cosa tan mala he hecho en mi vida pasada para merecer todo lo que me ha pasado? ¿Qué fue lo terriblemente atroz que hice como para terminar de esta forma?

Y, al decir "de esta forma", me refiero a ésta situación. A este momento justo, en donde me encuentro conduciendo por las calles de Toronto, con una mujer exasperante y quien, gracias a su carácter desvergonzado, se ha adueñado completamente de la radio de la camioneta.

No me he quejado. Simplemente la dejé hacer lo que quería, siempre y cuando se mantenga tranquila y no me diera problemas o dolores de cabeza.

Se ha mantenido así y el viaje por Toronto fue agradable, pero no debí confiar demasiado en esa calma temporal.

Al principio no me di cuenta. Estaba concentrado en el camino, escuchando de vez en cuando la música que Ann reproducía en la radio y captando su, no tan suave, canto.

No me molestó. En realidad, algunas veces me daban ganas de reír cada que desafinada, pero me guardé esa diversión para mí mismo. No quería que viera que su compañía ya no me desagrada del todo.

Fueron unos minutos después que me dí cuenta de algo extraño.

Ann volvía a cantar, pero no era otra canción, sino que era la misma que sonó hace unos minutos. No le presté mucha atención, y no fue cuando esa canción se acabó y volvió a sonar, que me sentí extrañado.

Y luego, se acabó, para luego, volver a sonar. Y volver a sonar, y volver a sonar, y volver a sonar y volver a sonar...

A la quinta repetición, me dije que seguramente le gustaba mucho, así que empecé a prestarle atención a la letra para encontrar lo que la hacía diferente de las demás canciones.

Era una letra pegajosa, que hablaba algo sobre panqueques, cocaína y no sé qué más, pero no entendí un carajo la canción. Me di el trabajo de tratar de entenderla hasta que decidiera dejar de reproducirla.

Y ahora, a la repetición número dieciséis, seguía sin entender una jodida mierda.

Estaba irritandome, y no solo por no comprender de qué iba la canción, sino porque también me estaba hartando de ella.

¡¿Quién, en su sano juicio, escucharía sin pausas una canción dieciséis veces?! Por supuesto, esa persona sería Ann.

Ann, quien en cada repetición, no se ha cansado de cantar y por culpa de eso, de manera involuntaria, me he aprendido la jodida letra de la jodida cancioncita.

Cuando la música llega a su fin, doy un suspiro. Agradecido por haberse acabado.

Aún falta una larga media hora para llegar a una de las empresas de Ann, en la que nos encontraremos con su primo, así que mi cerebro agradece que al fin la fastidiosa canción se haya detenido.

Me relajo en mi asiento, pisando el acelerador cuando el semáforo me da el paso. Me fijo en el cielo nublado y cuando enciendo la direccional hacia la izquierda, todo ese alivio momentáneo se esfuma.

Reconozco de inmediato el inicio de la estúpida canción.

No me jodas.

Me tenso en mi asiento, apretando los dedos sobre el volante mientras respiro hondo. Me dije a mí mismo que guardaría silencio mientras Ann no molestara. Que aguantaría mientras ella esté tranquila y distraída de mi presencia.

Pero ahora, ahora que ha vuelto a reproducir esa canción, la que he memorizado hasta hastiarme y la que sigo sin malditamente entender, no puedo soportarlo.

INMORAL-[En Proceso]Where stories live. Discover now