Volví a reír ante sus palabras, la verdad, me tocó cerrar el grifo para carcajearme a gusto. Veía su rostro tan decidido, aquellos ojos como aceitunas y algo amenazantes. Fue imposible no pensar en mi adorada Milena, quien partió de mi lado hacía casi dieciséis años; quizás por ese motivo, Mari se expresaba de tal manera, ella no conoció a su madre, apenas contaba con nueve meses de vida por entonces. Yo, sin embargo, sí tuve esa dicha y con seguridad podría afirmar que no existirá otra como ella.

Un lánguido suspiro disipó los recuerdos, pero la sensación de nerviosismo e intranquilidad permanecía en mí y el incesante golpeteo de la pluma contra la madera, no aportaba en nada a serenarme. La hice a un lado.

Presioné una tecla en el laptop y de inmediato la pantalla se iluminó. Una de las últimas fotografías que hice a mi hermosa Milena me sonreía. Aquella sesión fue para demostrarle que el cáncer no se había llevado su belleza y sensualidad, que incluso sin su sedosa y larga cabellera que cuidó con esmero desde la adolescencia, seguía luciendo perfecta.

—Mi Mile —le dije a la fotografía en tono bajo, incluso mis dedos contornearon su rostro como si con tal gesto pudiese volver a percibir la tersidad de su piel—, quisiera tener una señal de tu parte. ¿Será posible un nuevo inicio?

En el momento que retiraba mi mano, alguna tecla presioné y ante mí se abrió el navegador a la espera de mi búsqueda. Sin embargo, debajo de la barra se desplegaban distintos accesos a una serie de artículos, uno captó mi atención: "La evolución del amor en tiempos de app", tragué saliva y cliqué sobre el título para leerlo, sentía el rostro arder. Un hombre de mi edad, pensando en esas tonterías de la internet solo porque su hija de dieciséis no desea verle solo.

Minimicé la ventana y una vez más contemple la foto de mi esposa.

—Mile, ¿es esta acaso tu señal?

Un lánguido suspiro se me escapó. Volví a abrir el artículo y algo captó mi atención: la facilidad para captar una cita sin importar raza, estatus, sexo u orientación.

Tragué saliva una vez más y pensé en cuánto han cambiado las cosas. Pasé la infancia de cabeza en una iglesia donde con frecuencia nos decían: "hombre con hombre es pecado" o luego de un sermón cargado de amor, salíamos a la calle y veía a mi papá llamar "maricones" a una pareja de chicos capturada infraganti en alguna actitud romántica.

Siempre creí que no había algo malo en lo que hacían, pero atreverme a contradecirlo no era opción, no en aquella época, podían castigarte por menos que eso. Desde que Mile falleciera, intenté ofrecer un entorno amoroso y seguro a mis tres hijos, un hogar donde no se sintieran condicionados ni temieran ser ellos mismos; por eso, el día que Oliver trajo su novio a casa para ninguno fue una sensación o algo por lo que alarmarse, le dimos la bienvenida al chico del mismo modo que a la novia de Mike en su momento.

Mi padre se habría infartado, por fortuna, nadie puede morir dos veces y menos luego de años.

Sin embargo...

Volví a mirar el artículo y por segunda vez lo minimicé para observar la tierna mirada de Mile.

—Te amé como a nadie, eso puedes jurarlo —susurré mientras mis dedos se paseaban por su rostro.

Recordé cuando empecé a asistir al gimnasio en mi época de preparatoria y algo dentro de mí se movió. Veía aquellos cuerpos sudorosos, brillantes músculos sometidos a la tensión del esfuerzo físico, algunos cubiertos por playeras, otros completamente expuestos. Un cúmulo de sensaciones inexploradas apareció dentro de mí e incluso temblé al sentir el tacto de otro hombre por primera vez, se trataba del entrenador que me hacía algunas correcciones en los movimientos.

Un Sugar boy enamorado  ||  #PGP2023Where stories live. Discover now