Gustabo había notado últimamente a su novio bastante lejano.
Pues cada que quería preguntarle un lugar para comer juntos, siempre parecía tener una excusa para negarse.
Gustabo hacia tiempo que no era bien recibido en el hogar de Toni.
Carlo no le dirigía la palabra cuando preguntaba por su pareja y sus allegados se mostraban incomodos ante su presencia.
Esto le dolía al español, realmente pensaba que el amor que sentía era verdaderamente mutuo.
Todas aquellas joyas regaladas, obsequios millonarios y juramentos dulces ahora lo hacían sentir inseguro.
¿Todo eso era real?
Fue entonces cuando su miedo incremento, tan solo con unos mensajes logró hacerlo trizas.
"Gustabo, ven esta noche a mi casa."
"Necesitamos hablar."
"No puedo seguir con esto"
Por primera vez en mucho tiempo lloró sin penas.
Se sentía inservible, de verdad todo acababa ahí.
Tenía miedo.
Aceptó de todas formas, jamas había sido un cobarde y menos lo sería por un mafioso de pacotilla. ¡No señor! Si esa noche debía empezar todo desde cero, lo iba a hacer.
Se preparó con sus mejores ropas con la unica finalidad de demostrarle lo poco que le interesaba aquel hombre.
Limpió sus ojos llenos de lágrimas con la unica finalidad de no demostrar lo mucho que le interesaba aquel hombre.
Y
dejó el coche que le regaló aquel hombre en el garaje con la unica finalidad de demostrarle que no lo necesitaba, aunque fuera mentira.
Marchó, miró tal vez por última vez la inmensidad de la casa Gambino y aguardó para ser invitado a la boca del lobo.
De la mansión, sale Toni Gambino; vestía un pantalón negro formal y un chaleco de vestir color mostaza que cubria a una camisa blanca bien colocada.
Se veía hermoso.
-Gustabo, pasa por favor. —El nombrado acata, entra al salon que había visto tantas veces y en un inseguro paso se detiene detras de una mesa, intentando decifrar donde es que tenía que ir.
-Antes de empezar, solo quería decirte que. . . Jamás dejare de quererte, pase lo que pase. —Un nundo en ambos estomagos, Toni señala con su mano una de las tantas puertas que se exponían frente a ellos.
El invitado decide tomar aire y entrar.
(. . .)
Sus ojos se iluminan, tal vez por todas las velas doradas y arañas plateadas que colgaban del techo. Las paredes decoradas con cuadros gigantes renacentistas y cortinas color champagne reposando en los cuatro ventanales gigantes que daban directamente a una vista paradisíaca a un jardin repleto de colores.
De fondo, el sonido de un tranquilo jazz y una relajada voz italiana entonando una cancion que Gustabo no era capaz de entender. Este mira a sus pies la alfombra blanquecina cubierta por petalos rosados que indicaban el camino a una mesa ratonera con dos copas de vino blanco.
-Gustabo García, el hombre que mas de una vez amenazó con golpearme, el hombre que se roba las sabanas al dormir, el hombre que me hizo descubrir mi amor por la paella y los kebabs. —El se voltea y de pronto siente la necesidad de llorar otra vez.
Toni se hallaba arrodillado en su pie derecho, con una pequeña cajita de terciopelo dorada. Gustabo no puede evitar soltar un pequeño balbuceo junto una sonrisa nerviosa.
-Grazie a voi, ho scoperto il mio posto nel mondo. (Gracias a tí, he descubierto mi lugar en el mundo) —El de origen español alza una ceja en señal de confusión, no logra entender lo que Toni quiere decir gracias a su limitada compresión de idiomas. Toni lo sabe pero cree que esa es la mejor manera para no morir de pena.
- . . . E ho capito che il mio posto, è al tuo fianco.
( . . . Y he entendido que mi lugar, es a tu lado) —Tras confirmar que su discurso no haya sido comprendido por su amado, por fin intenta comunicarse con este.
-Si llegas a aceptar, nunca te faltara nada. No te faltara comida, dinero, techo. . . Ni amor. —El italiano toma la valentía de mirarlo directamente a los ojos, finalizando sus palabras con una timida sonrisa.
Gustabo echa a reír al compás de sus lágrimas deslizándose por sus mejillas coloradas y sin decir ni una palabra se abalanza contra Toni, sellando asi su respuesta.
-Madre mía. No se como podido vivir sin tí todos estos años. . .
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