—Bueno, no pienso complacer a un grupo de machos necios y depravados —le respondió mientras Apolo no podía entender como eso no la había ofendido.

—Artemisa, estoy aquí para poder ayudarte —la frustración se estaba acumulando —Para ello se requiere que pongas de tu parte —Artemisa asintió, pero era en vano.

—Ya te dije, Apolo, no pienso cambiar —podía escuchar la vos de Hestia y Atenea diciéndole las mismas palabras, pero no podía traicionarse a sí misma.

—No estoy diciendo que cambies todo, solo aquellas cosas desagradables... —fue la última palabra la que le dio sentido a todo lo que decía.

—¡Cómo te atreves! —le enfurecía el hecho de que todo el mundo lo catalogara como desagradable.

—Artemisa, lo único que te queda aceptar es todo ese grupo de desagradables pretendientes, porque Percy no piensa aceptar casarse contigo, al menos no como estas —Artemisa resoplo por las palabras de Apolo, a sus ojos cualquiera debería sentirse honrado de que la diosa de la caza le tomara por marido.

—¿Estás diciendo que él piensa que no estoy a su altura? —la sola idea le enfermaba y Apolo sabía que esto heriría su orgullo en todos los aspectos, solo esperaba que no se le fuera la cabeza y dijera algo sobre Annabeth que luego lamentaría.

—El piensa que después de Annabeth no puede aceptar menos que eso —esas palabras le quemaban el corazón, porque era una mujer mortal que para Percy estaba por encima de ella misma.

—No puedo creer que estemos teniendo esta conversación donde Artemisa, la gran diosa tenga que llenar los zapatos de una mortal por muy buena que esta fuera —Apolo sabía que era su orgullo herido el que estaba aflorando y podía entenderlo, pero también a Percy.

—Si tengo que ser honesto... —susurró mientras Artemisa apretaba los puños para no golpear a su hermano.

—Pues no lo seas —sentenció con un susurro amenazante. Pero Apolo ya estaba a punto de perder la poca paciencia que le quedaba con este tema.

—¡Basta! Annabeth era una buena mujer para Percy, no me imagino que pida menos que eso y sinceramente no llegas a su estándar —las palabras de Apolo llegaron al fondo, no muchos tenían ese poder, no su padre, solo Apolo y su madre podía cruzar esas barreras que por años había levantado y sostenido.

—¡Apolo! —le gritó con todo lo que tenía que hizo huir a las pocas aves que quedaban en los árboles. Quería golpearlo y descargar sus propias frustraciones, sabía que tal vez se dejaría golpear.

—El matrimonio no es un contrato de servicio, ni un juramento como el de la caza, Artemisa, se trata de algo más, algo que tu no le puedes ofrecer —le respondió con total seriedad, mientras ella lo escuchaba con algo de rabia con cada palabra que le decía.

—¿Qué no podría ofrecer? —estaba atónita con respecto a que ella no tenía nada que ofrecer.

—Respeto, compañerismo, igualdad, amor, fidelidad —cada palabra destruía su seguridad, aunque no tuviera el valor de aceptarlo.

—¿Crees que no tengo ninguna de esas cualidades? Creo que no me conoces —Apolo negó rápidamente, mientras miraba al vacío mientras la lluvia empeoraba, pareciera que los cielos sabían que todo iba mal.

—Las tienes para ti y tu caza, no para compartirla con alguien más —ella no podía objetar eso. —Será mejor que me vaya, fue mi ultimo intento, pero si llegas a estar interesada, está a punto de regresar al Olimpo, deberías hablarle directamente —ella negó levantando la cabeza con la cabeza erguida.

—No pienso rebajarme a mendigar matrimonio —Apolo se rindió, no iba a decir nadad más.

—Te deseo lo mejor, hermana, sea lo que te pase de ahora en adelante —y luego de eso se alejó para desaparecer en un flash. Artemisa contenía las lágrimas todo este tiempo, pero no pudo evitar soltarlas una ve que se supo sola.

Algunas cosas toman tiempoWhere stories live. Discover now