Coherencia

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En el bosque de las sombras,
en una noche eterna,
a todos nos asombra
una luz que destella.

La miramos, las seguimos,
pues ni miedo allí sentimos.
Simplemente caminamos,
recorremos cada tramo.

Pronto hallamos el final,
entre tanta oscuridad.
Allí la vimos, en su pedestal,
no pudimos parar de mirar. 

Era la coherencia, enemiga del ego,
que se alzaba victoriosa, sin miedo.
Nos miraba con cariño, con anhelo,
Parece que nos echaba de menos.

—¡Oh, queridos míos! —nos dijo. —
Cuán abandonada me tenéis,
más existo y os imploro
que conmigo, vuestro sino impregnéis.

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