27. Problemas en el paraíso

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—El agua se está enfriando —dijo Joanne, soltando un suave suspiro.

  —Entonces será mejor que pasemos al siguiente baño antes de que se enfríe.

  Dominic la levantó, deslizándola en la bañera adyacente, luego se deslizó sobre sí mismo. El agua estaba tibia, no exactamente fría, pero ya no humeaba.

  Joanne metió la mano en la primera tina y sacó  el jabón, luego se acurrucó de nuevo en su regazo, apoyándose contra él. Agarró su brazo y comenzó a frotar el barro que aun quedaba. Después de todo él aún no se había lavado correctamente.

  Dominic apoyó la cabeza en el borde enrollado de la bañera. Le gustaba sentir sus manos sobre su cuerpo haciendo las acciones más mundanas. Sus delicadas yemas de los dedos presionando su piel. Su regazo desnudo sobre sus muslos. Dios lo ayude, ya se estaba poniendo duro de nuevo.

  Ella se aclaró la garganta. Sospechoso.

—¿Qué sucede? —preguntó, levantando la cabeza del borde de la bañera.

 —Tienes que saber, Annemary no es la única —dijo Joanne, mirándolo por encima del hombro por un segundo, luego su atención volvió a la limpieza de su brazo, volviendo sus caricias contra su piel más rápido—. Hizo subir dos tinas, pero lo hizo porque es su trabajo y la moneda extra era demasiado difícil de dejar pasar, aunque no lo admitirá ni bajo tortura.

—¿Ella no es la única de qué? —inquirió, observando la parte de atrás de su cabeza, sus mechas castañas se tornaron del color del chocolate mas profundo con la humedad.

  —La única que te desprecia o te juzgará. —Su rostro se encogió cuando sus ojos parpadearon de nuevo hacia él—. Todo el mundo en estas tierras piensa que tú mataste a Rannoch, mi abuela se ha encargado de hacérselo saber a cualquiera que quiera escucharla. Que fuiste tú quien ordenó a esos hombres que mataran a la familia de Lorna y a su amado nieto. Aunque algunos también culpan a Kellogg. Ha sido un dolor en el trasero para algunas familias en esta tierra durante algunos años, pero nunca ha llegado a algo tan malo como quemar las tierras.

—¿Entonces todos en estas tierras me odian? —preguntó soltando un suspiro—. Todos en esta tierra me odian y acabo de casarme con una hija de sus tierras.

Dejó de frotarle el brazo y se movió en su regazo para girarse y mirarlo a la cara. —Solo será necesario explicarle a la gente la situación y olvidarán todo. El problema es hacer que la gente te escuche, en especial mi abuela. Así que, puedes ver por qué no serás exactamente bienvenido en el área. Solo quiero que estés al tanto, en caso de que veamos a alguien conocido y repita la reacción de Annemary.

  —Una desventaja, absolutamente —señaló—. ¿Supongo que tu abuela y tu primo son de los que no se dejan influir fácilmente?

—Supones correctamente —respondió, elevando su mejilla derecha en una media sonrisa—. Pero lograste cambiar mi opinión sobre ti y tú mismo notaste lo terca que soy.

  —No tuviste la oportunidad de odiarme antes de que te gustara. Esa fue mi única gracia salvadora.

  —Tal vez le demos unas semanas antes de que los conozcas. O meses. O años.

  —No me esconderé en las sombras contigo, Joanne. Después de que nos casemos de nuevo en Hastings, tengo plena intención de viajar a Dumnhall para reunirme adecuadamente con tu abuela y el conde.

—O podríamos retrasarlo un poco más. —Ella inhaló un largo suspiro, luego lo expulsó en un suspiro.

  —O… podríamos hacerlo ahora mientras todavía estamos cerca de Dumnhall —insistió, elevando una ceja.

El Duque del EscándaloOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz