05⸻ fatiga

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CAPITULO 05 : fatiga
la primera vez en el infierno

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⠀⠀⠀⠀LA PRIMERA VEZ QUE CIRO HABÍA CONSUMIDO DROGA, el muchacho tenía tan solo dieciséis años de edad. Estaba en la verdadera edad del pavo. En un momento de la vida en donde cualquier adolescente argentino solo quería alocarse, sentirse grande, un capo, y eso implicaba meterse mierda en el cuerpo hasta quedar inconsciente. Aunque él no había llegado a ese extremo, solo había quedado un poco loco por el par de secas que le había dado al faso de su, entonces, mejor amiga.

En aquel momento no le gustó, y claramente no fue ahí cuando se convirtió en un adicto. En realidad, su adicción había comenzado muchos años después, allá por el veinte-veinte, durante la pandemia. El motivo se remontaba a su infancia, o al menos a una persona en específico: su abuela.

Lupita García, mujer del señor Ricardo Goyeneche, y por lo tanto la madre de su padre, Javier Goyeneche, había sido el pilar en la vida de Ciro, y el motivo de su interés futbolístico. Ella había sido la primera mujer en formar parte de su vida por completo, pues su madre había desaparecido luego de su divorcio a pocos años de su nacimiento. 

Lupita era la figura materna de Ciro. Era quién se la pasaba horas cocinando su almuerzo favorito, arroz con pollo, mientras su padre trabajaba, y era quién lo llevaba y traía del colegio todas las tardes. También había sido quien lo llevaba a la canchita todos los días, para que el joven castaño pudiera aprender a jugar al futbol con el entrenador del barrio, un señor mayor con el sueño frustrado de convertirse en jugador de la selección.

Lupita había sido una persona muy importante para él, pero claro que no había podido valorarla como se merecía. La frase uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde resonaba constantemente en la cabeza del castaño, siendo mucho más hiriente todo porque: Ciro Goyeneche había provocado su pérdida.

Cuando el coronavirus llegó a la Argentina, Ciro no le había tomado mucha importancia. Su viejo, quién vivía junto a Lupita y su hijo en una misma casa, ya había iniciado la tendencia del home office hace tiempo, por lo que adaptarse a la pandemia no había sido difícil para él. Sin embargo, el más joven de la casa, quién portaba unos veinte años, por cumplir sus veintiuno en pocos meses, estaba negado a hacerle caso a quien apodaba presidente de mierda. Estaba reacio a pasar sus días en cuarentena, perdiendo su juventud encerrado, por lo que al igual que muchos otros, salía de su casa siempre que podía.

Tortuoso fue para él enterarse que, luego de una de las tantas clandestinas a las que asistía —clandestinas de gente rica, no esas fiestas en galpones llena de turros y jennies —, su figura materna comenzó a tener una inmensa fatiga, con extrema dificultad para respirar, y una congestión nasal que siquiera le permitía distinguir los gustos en las comidas.

Ciro se había contagiado de covid pero, al ser uno más de los asintomáticos, no se dio cuenta del peligro que era acercarse a la mujer de ya mayor edad.

Y tras pasar noches en vela, preocupados por su bienestar, la noticia de su fallecimiento fue como un baldazo de agua fría para los últimos dos hombres restantes de la familia Goyeneche. Lupita se había ido, entubada, sufriendo pegada a un respirador, y todo había sido la culpa de Ciro.

Javier no lo pudo procesar bien. Su propio hijo había matado a Lupita, su mamá. Jamás se lo iba a poder perdonar, y sinceramente, Ciro tampoco iba a poder perdonarse a sí mismo. Por lo que cansado de vivir en culpa, luego de abandonar su hogar —o mejor dicho, luego de haber sido rajado—, no tuvo de otra que refugiarse en las drogas para encontrar la paz.

Al principio un faso bastaba para hacerlo olvidar, pero la manía de fumar se había vuelto tan usual en él que su cuerpo no parecía ceder ante el dopaje. Un porro se convirtió en dos, dos en tres. A veces se le sumaba algún que otro clonazepam, y más de un vaso de mezclas de alcohol. A veces necesitaba algo más, y esnifar un poco de merca era lo único que le venía bien. Y esto era más que normal en él todos aquellos días que no tenía un torneo que jugar.

Los días en los que se encontraba sobrio era algo tortuoso, en donde solo podía estar de mal humor, tratando a todos para la mierda. Su cerebro no dejaba de maquinar, pensando en todas las cagadas que se había mandado, y en cómo desearía poder volver el tiempo atrás.

Los días donde estaba drogado eran los mejores días para él, definitivamente.

Oh, como amaba estar drogado.

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🇦🇷 𝐖𝐇𝐘'𝐃 𝐘𝐎𝐔 𝐎𝐍𝐋𝐘  . . . ?  julián álvarezWhere stories live. Discover now