—¿Y qué pasó? —preguntó Jungkook, tratando de alejarse para mirarle. —Con ella. ¿Qué pasó?

Taehyung le soltó.

—Nos dejó cuando me rompí la rodilla. —dijo.

Con la respiración cortada, a pesar de tener ahora libertad de movimiento, Jungkook no se movió.

—Oh. —Fue lo único que salió de su boca. —Tae, lo siento mucho.

—Está bien. —El hombre sonrió. Sonrió. Jungkook pudo verlo en forma de sombra a través de la oscuridad y, si no hubiera estado rodeado por su calidez, casi intoxicado de ella, su sangre habría comenzado a hervir.

No estaba bien. Por supuesto que no. Esa mujer, fuera quien fuera...

—¿Cuándo fue? —preguntó, aunque no sabía si quería saberlo.

—Hace cinco años. Minki tenía cuatro.

Veinticuatro.

Jungkook sintió sus propias cejas hundirse, contrariadas.

Taehyung tenía veinticuatro años cuando su carrera se había acabado, cuando su novia le había dejado como padre soltero. Todo a la vez.

Él los cumpliría el año que viene.

Tragó saliva.

—Está bien, Kook. —repitió el hombre, casi como si fuera él quien necesitaba ser aliviado. —La eché de menos durante un tiempo, sobre todo porque criar a Minki yo sólo mientras buscaba un trabajo fue difícil, pero en cuanto conseguí el de entrenador aquí y nos mudamos las cosas mejoraron rápido. Él no la recuerda mucho, de todas formas, y creo que alejarse también ayudó. Lo único que... —De pronto, dejó de hablar y soltó una risa. —Por Dios, no me mires así.

Jungkook negó con la cabeza.

—Así, ¿cómo?

—Como si fuera un cachorro herido. —Y, poniéndose serio de nuevo, casi como si se lo recordara a sí mismo, añadió: —No lo soy.

—No, claro que no. —Jungkook lo confirmó con la misma contundencia, los ojos del hombre suavizándose un poco al escucharle. —No te miro así. Tú nunca me has mirado así, ¿verdad? —Él negó. —Pues yo tampoco. No estás indefenso, Tae, pero que no me des lástima no significa que no pueda sentirme mal por lo que te ha pasado.

Porque lo hacía, se sentía mal. Pero también le admiraba.

Taehyung había sufrido una traición al nivel de la suya con Seokjin, incluso más, y tenía todo el derecho a cerrarse como él, a acurrucarse en el suelo, afilarse a sí mismo y cortar a quienquiera que se acercase. En lugar de eso se había levantado, se había sacudido el polvo y había decidido ser aquello que Jungkook consideraba el mayor castigo y a la vez lo más bonito que podía existir.

Una buena persona.

No podía ni imaginarse el coraje que tenía que haber tomado convertirse en alguien así tras atravesar ese infierno.

—Quiero poder hacer gimnasia. —escuchó decir a Taehyung. —Es lo único que aún me duele.

La única herida que aún le sangraba.

Jungkook se recostó a su lado. Sabía que, si él no pudiera seguir con su deporte, se volvería loco.

Taehyung se giró para mirarle, sonriendo suavemente en una expresión que estaba entre la frustración y la resignación, y Jungkook tuvo que tragarse las palabras que se materializaron en su lengua de pronto, tan claras como un faro en la tormenta. El corazón le latió con fuerza en el pecho pero, de alguna forma, lo que le inundó siguió siendo calma.

Olympic - TaeKookWhere stories live. Discover now