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Llevándose el móvil a la oreja, Taehyung gruñó frustrado cuando escuchó el buzón de voz de Jungkook. Cerró la puerta del coche con fuerza y se dirigió hacia el polideportivo mientras intentaba llamar al chico una segunda vez, pero tampoco contestó.

Maldita sea.

Era la cuarta vez que llegaba tarde esa semana. Era viernes y el miércoles había sido día de descanso, así que... Sí. Estaba haciendo un pleno.
La segunda vez que había llegado tarde, el martes, Jungkook no le había dicho nada al respecto. Supuso que era porque ninguno de los dos sabía realmente cómo comportarse después del beso del día anterior y había estado en lo cierto porque, en cuanto la incomodidad inicial se disipó, cosa que ocurrió rápidamente, el chico aprovechó la primera oportunidad que tuvo para reprochárselo. Y así lo había hecho también el jueves.

En realidad, no habían hablado del beso. Habían actuado como si nada hubiera ocurrido, encerrando el suceso en un paréntesis brumoso el cual ambos fingían no recordar.

Era mejor así.

Ni siquiera sabía en qué estaba pensando cuando lo hizo.

Bueno, sí. En lo suave y delicada que se sentía la piel de su pupilo Jeon Jungkook bajo la palma de su mano, y en el volcán de lava ardiente emergiendo en su propio vientre al verle burlarse de él.

Aún no tenía claro si dicho volcán se debía a la rabia o a algo más, quizás una mezcla de cosas, pero el caso es que se había dejado guiar por él, lo que había demostrado ser un gran error.

Para colmo de sus calvarios, Jungkook no estaba en el polideportivo, y cuando le llamó otra vez, ya sin esperanzas, volvió a escuchar la voz automatizada del buzón.

Maldita. Sea.

—Taehyung. —le llamó entonces alguien. Jieun, con el rostro sombrío, estaba sentada en un banco junto a su entrenador. Cuando Taehyung la miró, ella señaló la puerta de los vestuarios masculinos con la cabeza.

—¿Está allí dentro?

Ella asintió sin decir nada.

Entró, pero estaban vacíos.

—¿Jungkook?

Nadie contestó.

Las duchas estaban apagadas y todas las puertas de los baños estaban abiertas, desvelando pequeños espacios vacíos. Todas... Menos una.

—Jungkook, ¿estás ahí? —Taehyung se acercó y golpeó la puerta suavemente con los nudillos, acercando la cabeza para tratar de oír algo. Todo lo que captó fue una respiración pesada. —¿Kook?

La puerta se abrió lentamente. Dentro, Jungkook estaba arrodillado en el suelo, la cabeza hundida en la taza del inodoro, y Taehyung, tomado por sorpresa, tardó más de lo que debería en darse cuenta de que su espalda tensa y el repentino sonido inhumano que emitió se debían al hecho de que estaba vomitando.

—Dios. —dijo entonces, agachándose a su lado. —Ey, Kook, ¿estás bien?

El chico jadeó, asintiendo, justo antes de que las arcadas le atacaran de nuevo. Vomitó un poco más y Taehyung apoyó la mano en su espalda, sin saber muy bien qué hacer.

Hacía mucho que no le ocurría, pero recordaba lo horrible que era vomitar. El sabor en la boca, el picor en la garganta, el dolor del vacío en el estómago... Y lo peor era que no paraba hasta que su cuerpo decidía que era suficiente.

—Ya está, ya pasó. —le arrulló cuando las arcadas parecieron disminuir un poco. Jungkook respiraba entrecortadamente, con ambas manos aferradas a los lados de la taza. Taehyung se preguntó cuánto tiempo llevaría allí: tenía el cabello empapado en sudor. —Vale, ¿has comido algo en mal estado?

Olympic - TaeKookHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin