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A medida que me alejo de la casa de los Langdon me voy sintiendo peor. A cada kilómetro empeoro. Conduzco de manera automática sin prestar ningún tipo de atención a la carretera pues tengo mi cabeza en otro lado pero no sé definirles exactamente dónde está...la tengo en ella, en lo que acaba de pasar, en mi marido, en el suyo...¿Qué ha sido eso joder? ¿Qué coño ha sido eso?!

Me duele mucho, de verdad que la cabeza me duele muchísimo, tengo la sensación que miles de imágenes y pensamientos se me amontonan sin tregua desordenadamente provocando con ello que mi cerebro se sature...y de mi corazón ni hablemos. Estoy tan saturada y desconectada del mundo que parezco zombie al volante.

-¡Gilipollas mira por dónde vas! - me increpa algún conductor con toda la razón del mundo. He entrado en una glorieta sin mirar si venía algún coche por ella. Casi me zampo al coche o el coche me zampa a mí...qué más da el orden, la digestión hubiera sido dificultosa igual.

Está claro que aún no he recuperado la voz, sigo muda porque he sido incapaz de replicar...o de pedir perdón...estoy muda desde hace veinte minutos, desde que se fue corriendo de mi coche.

Entro en mi casa y como imaginaba, Dorian no ha llegado todavía así que dejo las llaves en el recibidor, me bebo un vaso de agua del tirón para hidratar mis cuerdas vocales y me tumbo en el sofá para que se me pase el martilleo. Quiero poner la mente en blanco, necesito como agua de mayo poner la mente en blanco como sea.

-Mi vida...cielo...despierta...- alguien me acaricia el pelo cariñosamente intentando despertarme, al aparecer me he dormido. Es él.

-Dorian...hola- le respondo medio abriendo los ojos, estoy adormilada y un poco desorientada.

-Lara cariño llevas un buen rato durmiendo.

-¿Qué...qué hora es?- pregunto.

-Es tarde, son las once, hace rato que he llegado pero te he visto muy dormida...¿Quieres cenar algo?

¿Cenar? ¡Ni hablar! Con el estómago que tengo lo sacaría del mismo modo que la niña de la exorcista sacaba el puré de guisantes.

-No tengo hambre- le digo- ¿Cómo ha ido?- me intereso.

-¡Genial Lara! ¡Ha sido fantástico!

Él se sienta en el sofá y yo que sigo tumbada coloco mis piernas sobre las suyas mientras me explica sus aventuras en el Golf Residencial Chicago Park Ressort o cómo demonios se llamara el centro.

Habla durante unos minutos y yo lo oigo pero no escucho. En un momento dado Dorian desliza su mano hacia mi entrepierna, me está buscando...creo que quiere hacerlo...¿Yo quiero hacerlo? Pues hoy en día no lo tengo claro si queria o no quería pero el caso es que esa noche si lo hice, si me acosté con él...ahora bien no me pregunten como me sentí porque me niego a responder eso.

Tengo cuatro días de fiesta seguidos y no me incorporo a la compañía hasta el miércoles para volver el viernes de la misma semana, solo trabajaré dos o tres días, después fin de semana libre y luego no sé...tengo que mirar el cuadro de horarios. Es un puto jaleo.

El caso es que el domingo pasa con "cierta" normalidad aunque no me encuentro muy bien, el lunes más o menos también pasa normal pues intento hacer mi vida cotidiana, intento no pensar en ella...pero se queda en eso...en el jodido intento porque el martes ya no puedo más. Me he estado conteniendo las ganas de llamarla, de saber de ella, no puedo dejar de pensar en Wilhemina, esa mujer me ha vuelto completamente loca y únicamente besó mi mano...pero joder que beso...qué ternura...cómo me miró...¿Qué me pasa? ¿Me gusta una mujer? ¡Joder sí! ¡Sí me gusta! ¡Ella me gusta! ¿Y cómo debo interpretar ese beso? No quiero interpretarlo quiero volver a vivirlo! ¡Quiero sentirlo!

Guardaré mi libertad - Wilhemina VenableWhere stories live. Discover now