Aimi es la chica Cupido y su misión es salvar el amor.
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Cuando le anuncian a Aimi que la Fábrica del amor cerrará ya que nadie cree en él, ésta se desespera por intentar salvar la empresa.
Aimi asegura que aún hay personas que creen en el amor y...
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1 de febrero de 2020
Los días anteriores a San Valentín son un maldito infierno. Todo el mes lo es, de hecho. Las paredes del Instituto se llenan de carteles con frases de amor e invitaciones a las distintas fiestas que se llevarán a cabo para “celebrar el amor". En las calles, los corazones decoran cada rincón y la gente pasea por las tiendas en busca del regalo perfecto para su pareja o la persona a la que se van a declarar. Además, las estúpidas películas de romance invaden los canales televisivos y las frases cursis se viralizan en redes sociales.
Pero ¿sabes qué es lo peor de todo? Las parejas. Las tontas parejas celebrando algo que, claramente, no durará. O mejor dicho, algo que no existe.
Coloco los auriculares en mis oídos y me subo la capucha. No reproduzco ninguna canción. Solo necesito que crean que estoy escuchando música y de ese modo no me molestarán. Avanzo entre la multitud de estudiantes que parece no conocer el concepto de hablar bajo, ya que todo mundo grita y las conversaciones se entremezclan creando un gran barullo que me causa dolor de cabeza.
Me dirijo a mi casillero en busca del libro de química y me detengo abruptamente al ver lo que hay en él. Frunciendo el entrecejo y sin pensármelo dos veces, arranco el póster de color rosado que pegaron allí, lo hago un bollo y lo tiro al suelo antes de abrir el casillero.
Minutos después, alguien me da un golpe en la nuca para luego bajar mi capucha y quitarme los auriculares. Pongo los ojos en blanco y, al voltear, le doy a Thomas una mirada que promete asesinarlo. Y él solo sonríe como el idiota que es.
—¿Qué hay, Liam? —pregunta mientras me saluda con un choque de puños.
—Aquí estoy, odiando mi existencia.
Deja salir una carcajada y está a punto de hablar, sin embargo no lo hace. El idiota de mi amigo se queda con la boca abierta y una mirada de fascinación al ver a Becca llegar. Ella lo saluda con un beso en la mejilla y juro por Dios que nunca lo he visto tan idiotizado.
—Cierra la boca, Thomas, o inundarás la escuela con tu baba. —murmuro recibiendo un golpe de su parte.
Mira a Becca con terror y preocupación en su rostro, pero se relaja visiblemente al notar que ella no ha alcanzado a escuchar mis palabras. La pelinegra me saluda con un asentimiento de cabeza, sabiendo que odio las muestras de afecto o cualquier contacto físico.
Becca, Thomas y yo somos amigos desde que tengo memoria. Nuestras madres eran amigas y solían pasar mucho tiempo juntas, eso nos llevó a conocernos y unirnos a tal punto de volvernos inseparables. Aunque tenemos personalidades muy diferentes, nos entendemos bien y los considero mis mejores —y únicos —amigos.
—Chica nueva al norte.
Mi entrecejo se frunce ante las palabras de Thomas, cierro el casillero y dirijo la mirada al punto que la mayoría de los estudiantes observan. Una rubia de cabello ondulado y tez blanca acaba de entrar al colegio, convirtiéndose en el centro de atención. Pero no en un buen sentido.