—Serás una magnífica tsahík, hermanita.

Le sonreí ampliamente e incliné un poco mi cabeza, en señal de agradecimiento por sus palabras.

A lo lejos se escuchó un grito y ambos nos giramos hacia el mar, donde a lo lejos se podían observar a varios Metkayina subidos en sus monturas acuáticas; los tsurak.

Recordaba que de niña me aterraban, siempre veía sus dientes afilados y se me erizaba la piel con solo pensar en acercarme a uno. Sin embargo, con el tiempo, mi padre trató de que tuviera varios acercamientos a ellos para que pudiera acostumbrarme a su presencia; demostrándome que no eran criaturas malas, sino todo lo contrario; leales.

Dominé la montura del Ilu a una edad muy temprana, sorprendentemente, y por ello al poco después Tonowari comenzó a mostrarme las destrezas de los tsurak. Aunque aún fuera joven, sabía montarlos a la perfección en el caso de que estallara un combate o, aún peor, una guerra.

—Parece que te esperan, hermana.

Devolví la mirada a Aonung y suspiré. Lo que tenía que hacer no era más que otro de mis muchos deberes; era así como debía verlo, por mucho que se sintiera como un castigo cruel y sin sentido.

Suspiré cerrando los ojos y al abrirlos miré al frente con decisión; lista para afrontar la complicada situación en la que me habían metido.

Me metí en el agua y llamé a un tsurak. Una vez a mi lado, me subí en él y me dirigí en dirección a los Metkayina que me esperaban. 

Allí se encontraban varios adultos reunidos, entre ellos mi padre y sus amigos; pero también se encontraba Jake, el padre de Neteyam. Les analicé a cada uno hasta que caí en la cuenta de que uno de ellos no me encajaba allí, era demasiado joven para los adultos de su alrededor, pero aún así imponía y lucía como un guerrero fuerte. 

Tragué en seco cuando mi mirada se encontró con la del joven, temiendo quién podría ser el propietario.

—¡Al fin llegas, hija! —Mi padre posicionó a su tsurak junto al mío y agarró con suavidad mi antebrazo para dirigirlo hacia el frente, donde comenzaba a acercarse el guerrero joven—. Hija mía, quiero presentarte a Ae'itan; el próximo Olo'eyktan de los Metkayina y por ende tu prometido.

Pasé saliva rápidamente por mi garganta y observé cómo Ae'itan agarraba mi mano y daba un leve inclinamiento de cabeza; mostrando respeto.

Tierra trágame...

—Es todo un placer poder conocerla en persona. Su padre habla muy bien de usted, y el pueblo realmente la aprecia; me siento realmente afortunado de haber sido escogido para la honorable tarea de Olo'eyktan y muy agradecido por poder tener a una compañera tan leal a mi lado.

A nuestro alrededor, los adultos miraban con orgullo al joven; cuyas palabras habían sido las más adecuadas para la ocasión, perfectamente escogidas al detalle. Mi vista se detuvo en Jake, el cual solo observaba la escena inexpresivo.

Miré la mano del joven que sostenía la mía y la aparté lentamente; realmente incómoda por el contacto. Él pareció notarlo y simplemente carraspeó, mirando en dirección a mi padre que me observaba algo confundido por la situación. Se notaba a kilómetros mí reacio a pasar tiempo con Ae'itan.

Había que admitir que era un Metkayina bastante guapo, en muy buena forma además; sobretodo para su edad. Seguramente en otras circunstancias me habría considerado afortunada de tener a joven como él a mi lado, pero después de haber conocido a Neteyam estaba segura de que lo único que me haría feliz y me llenaría de por vida sería estar al lado de el responsable primogénito de los Sully. Cada vez que le miraba a los ojos sentía que estaba hecho específicamente para mí, como si la Gran Madre hubiera planeado desde el principio que nos conociéramos. En mi interior había algo que anhelaba que todo el lío que estaba habiendo en ese momento por lo del compromiso fuera con Neteyam; que él fuera mi prometido y no un Metkayina al que ni siquiera conocía. Nunca había estado tan segura de querer ser la única dueña de mi destino...

Skawng // NeteyamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora