Cap. 7 Agridulce despedida

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Su cuerpo se movia por si solo, su corazón latia enloquecido por la adrenalina, finalmente el dragon anciano estaba a su merced, un golpe más y todo terminaría

Se acercó lentamente empuñando su arma pero la luz le cegó, seguido de un dolor por todo su cuerpo, sus músculos se desgarraban internamente, los huesos se quebraban atravesando su carne bañándose de la familiar sensación de la sangre, calida y líquida, cada parte gritaba y se retorcía, en su agonía solo deseaba morir

Mirra se levantó agitada, sudaba frío con la penetrante sensación de que aquello no fue un simple sueño, miro sus manos aún temblando, trato de recuperar el aliento en un intento de calmarce

El fresco de la noche le daba una idea de que hora eran, se levantó con esfuerzo, aún con su armadura el frío del desierto era demasiado pero siguió caminando hasta llegar a la grieta, se asomo para encontrar al Rathalos aún que para su sorpresa, este estaba despierto

Mirra lo observó con cuidado, se le notaba agitado con la boca abierta tratando de respirar, inmediatamente se preocupo

Con ayuda de su garra bajo al arenoso suelo para seguidamente acercarse al dragón, le dio la impresión de estar asustado

—¡Hey ¿Que sucede?!—

El azul de sus ojos se poso en ella, aún jadeaba con dificultad pero empezaba a calmarce, poco a poco hasta finalmente volver a la normalidad, cuando lo logro se recostó

Mirra trataba de comprender lo sucedido, se le veía notablemente cansado, su mirada tenía una expresión casi humana de derrota

—¿Era un depredador? O tal vez... una pesadilla—

Aquello llamo la atención del Wyvern quién le dio una mirada inquisitiva, parece que acertó, no pudo evitar sentir empatía

—Entiendo, yo también tuve una—

Se acostó a su lado mirando el cielo estrellado que se asomaba por el agujero de la caverna, la belleza del desierto era sin duda el paisaje nocturno

Paso con cuidado su mano entre sus escamas en un intento de hacerle saber que no estaba solo, notablemente le agradaba ya se acercaba su cabeza a ella

—Cuando tenía pesadillas, mi padre solía darme su arma, decía que podría combatirlas si volvian— 

Mirra se dio cuenta de la expresión confusa de su compañero, aquello le dio gracia

—No pongas esa cara, no es tan extraño—

El Rathalos hizo un gruñido mientras le daba un pequeño empujón a la cazadora

—Esta bien, está bien, si era extraño— Poco a poco su risa se fue apagando —Ojala eso funcionará ahora—

Inconcientemente tocó su pecho, tratando de ignorar los recuerdos de sus antiguos compañeros y la marca que siempre tendría con ella

El profundo ronroneo la trajo de vuelta, parecía que el Rathalos estaba empezando a dormirse, y ciertamente ella también; con cuidado se acostó cerca de su cuello que era suave y cálido cayendo profundamente dormida.

El movimiento la despertó, estaba amaneciendo, lo sabía por los colores anaranjados que se asomaban en el cielo, de algún modo sabía lo que significaba, suspiro satisfecha, miro detrás de ella con cautela, observando al dragón que estiraba sus alas probando su fuerza, finalmente había llegado el momento de decir adiós

El Rathalos nuevamente se veía imponente con sus escamas color fuego, sus marcas negras profesando la muerte y sus ojos brillaban con la frialdad de un cazador, no por nada se había ganado el apodo del rey de los cielos

Mirra lo veía en silencio y lentamente empezó a caminar hacia él llamando así su atención, cuando estaba cerca el gran Wyvern bajo su cabeza a la altura de ella

—Gracias, por salvar mi vida—

Aquellos ojos azules que parecían brillar como un par de zafiros, a veces fríos y letales, mostraban el mismo agradecimiento que ella profesaba, no eran humano y dragón, ni cazador ni presa, solo iguales, iguales que se habían ganado el respeto de uno a otro

La cazadora acarició una última vez el hocico del Wyvern, en forma de despedida ganando un leve ronroneo de este, después separó de él mientras se daba espacio a que se colocara en medio de aquel lugar

El Rathalos miro el cielo con expectación, pero se detuvo, miro a la humana unos instantes antes de morder una de sus escamas del ala, con suavidad la desprendió, un delgado hilo de sangre salió aún que no duró mucho, Mirra no sabia que pretendia hasta que algo rojo brillante fue arrojado a sus pies, al agacharce para recogerlo lo entendió

Se trataba de un recuerdo, una de sus  escamas para recordarle su encuentro, Mirra sonrió mientras sujetaba la escama, de pronto el fuerte viento con arena la golpeó, se cubrió lo suficiente para no ser arrastrada por el aleteo de las poderosas alas

—¡Que la estrella azul ilumine tu camino, Rathalos!—

Cómo respuesta a su grito el Rathalos soltó un rugido, cómo si aceptará su bendición para finalmente elevarse hacia los bastos cielos que clamaban su regreso, poco a poco su figura se perdiendo a la distancia dejando a la cazadora y su escama

—Buena suerte, compañero—



Una reina para el rey de los cielos (Monster Hunter)Where stories live. Discover now