Yukimiya Kenyu

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- ¡Traigan los focos! - se oyó en la sala.

- ¡Prepárense para un cambio de vestuario! - todos iban de un lado para otro. Ese aire ajetreado era típico en una sesión de fotografía.

- ¿¡Dónde se ha metido la maquilladora?! - gritaron desde los vestuarios - ¡Hay que retocar aquí! -.

- ¡Voy! - grité y me dirigí corriendo a donde el grito provenía.

Hacía apenas unas semanas que fui contratada por esta agencia de modelaje. Me encargaron de hacer los maquillajes de los modelos, pero como era la única maquilladora del lugar, debía de ser lo más eficiente con el tiempo como me fuera posible. A la mínima que me retrasara un poco con un maquillaje, me estaban llamando para que hiciera otro. No voy a negar que era un trabajo estresante y exigente, pero era mi pasión. Para los pintores, pintar obras majestuosas; para los escultores, crear las más bellas y armoniosas esculturas. Y para mí, realizar maravillas sobre rostros; sobre mis lienzos en blanco. Siempre amé maquillar a mi familia o amigos, pero nunca antes había estado sometida a la presión de una sesión de fotografía profesional. Aunque esos gritos y prisas no me amedrentaban, pues solo me motivaban más a superarme. Lo enfocaba como una oportunidad de probarme a mí misma y demostrar lo mucho que puedo dar. Como algunos dicen: Dios no nos da más de lo que podemos soportar.

- Maquilla cuanto antes al chico de la esquina. Tiene que estar listo en 5 minutos - me ordenó un señor con gafas, barba canosa y una boina negra.

- ¡Sí! - le respondí con firmeza. Me acerqué a donde el señor señaló, y me encontré con un joven elegante, de pelo negro corto con flequillo a un lado y unos ojos naranja rojizos. Tenía una sonrisa amable en el rostro, contraría al tenso ambiente que se palpaba.

- Esto... ¿Me permites que te quite las gafas? - le pregunté un poco nerviosa, pero él solo me dio una risilla y me las dio para que se las guardara. Tras esto tomé mis brochas y me puse a hacer un poco de mi magia. Aunque estuviera delante de una persona tan hermosa, me concentré en mi obra de arte y no dejé que su deslumbrante rostro me distrajera. Con una determinada mirada, empecé a limpiar rápidamente su rostro y le apliqué una crema hidratante. Aparte de mi amor por el maquillaje, otra cosa que amaba de mi trabajo era la cantidad de personas naturalmente bellas con las que podía trabajar. Tenía la oportunidad de que jóvenes como este chico u otros modelos de todo tipo llevasen un maquillaje hecho por mí. Por ello, cuidaba cada detalle del proceso lo máximo posible. Ellos confían su rostro, su imagen, su trabajo a una persona que normalmente no conocían - a menos de que hayan coincidido con un mismo maquillador en otras ocasiones - y yo no podía ni descuidar nada.

Le hice un look natural a simple vista, pero resalté su nariz y la profundidad de esos bellos ojos. Remarqué sus pómulos y le di contraste a sus facciones. Estaba tan inmersa en lo que hacía que no me percaté de la mirada que me daba el chico. Al contrario que cuando entré en la sala, que tenía una mirada amable pero un tanto superficial, ahora tenía una mirada curiosa y expectante. Le intrigaba la chica y sobre todo su absoluta concentración. No era como el resto de maquilladoras, pero no sabía muy bien a qué se debía. No se debía a que otras hicieran un peor trabajo, sino más bien la sensación y el aura que la joven emanaba.

- Eres nueva por aquí, ¿verdad? - me dijo el chico mientras yo le daba unos últimos retoques.

- ¿Eh? - le respondí como una boba. Estaba tan concentrada, que no esperaba entablar una conversación.

- Ah, sí. Llevo trabajando aquí tan solo desde hace unas semanas. Es un placer conocerte, me llamo ___ - le dije mientras le sonreía.

- Yukimiya Kenyu - se presentó él - Es un placer conocer a una persona tan talentosa -.

Blue Lock - One shotsWhere stories live. Discover now