Diario de una Pasión

Siempre me sorprendes

Justo cuando pensé que no podía quebrarme más, que no había nada que pudiera herirme, tuvo un cambio de turno y se quedó aquella mañana. Todo iba bien, yo me mantuve un poco distanciada porque no quería que nada me sorprendiera, pero esa mañana si fue bien agradable, el se portó cariñoso, muy amoroso y de piel como suele ser el.

Era una mañana perfecta, pero un pequeño detalle opaco todo, cómo siempre. Y una vez más me pillo volando bajo y no pude controlar mis emociones. El se encontraba barriendo, me ayudaba con el aseo, hasta que...

- ¿Dónde está la pala? - me dijo muy calmado.

- No se - dije mientras cortaba el zapallo italiano y el pollo.

- ¿Dónde la dejaste? - pregunto un poco más fuerte mientras recorría aquella pequeña habitación.

- No se, no me acuerdo - dije rápidamente mientras miraba la habitación rápidamente y buscando con la mirada.

- No puedo creer que la perdiste, ¡KATY! ¿DONDE DEJASTE LA PALA? - grito de pronto, visiblemente molesto.

- No me acuerdo, lo siento... - me disculpe  mientras pasaba del baño, rápidamente al balcón en busca de la dichosa pala.

- ¿Cómo pudiste perder la pala?! ¡Claro, ahora el pelota va a tener que comprar una pala! Y para variar... ¡Tu nunca sabes nada! - me soltó abrupto, con una mirada que me estrujó el corazon.

Me dolió su dureza, su crítica, pero sobre todo, su indiferencia hacia mi y lo que aportaba en casa. Muchas veces fui yo la que se preocupo de tener todo en casa, de que tuviéramos los implementos necesarios, de tener algo bonito y cómodo. Siempre era yo quien se preocupaba de mantener todo en orden, y si, mi cabezota aveces me jugaba malas pasada y no podía encontrar las cosas porque no podía recordar dónde las dejaba. Pero aún así, nada ajustificaba su duro trato conmigo... No merecía esa dureza, esas críticas constantes y esos desaires. Cómo una persona llega a ese punto de exaltación, de brusquedad por lago tan pequeño... Como un detalle insignificante puede doler y lastimar tanto... Cómo en menos de un año pasamos del amor a una batalla sin fin.

Intente calmar mis lágrimas, mientras miraba sus ojos pero me dolía, así que agache mi cabeza e intente distraerme concentrándome en la comida, intentando no cortarme para evitar otro problema, otro motivo por el cual discúlpame. En momentos así cocinar o limpiar me ayudaba mucho a calmarme,
distraerme y bajar la ansiedad... resulta casi mágico como una actividad tan cotidiana te envuelve en sus aromas, sus texturas y te lleva a otro mundo lleno de paz, dónde los detalles si cuentan y resultan en algo hermoso. El estruendo del aceite chirriante al hechar los ingredientes promete una danza de sabores, que pueden transportar te a otro mundo, y te dice que todo estará bien, que su resultado cambiará todo y todo estará bien.

Comencé a revolver mientras limpiaba mis lágrimas, continue condimentando y aquel aroma me prometía que todo pasaría y que su contenido calmaría la situación y aquel malhumorado hombre que se encontraba en su escritorio concentrando en sus proyectos, tareas y cosas. Seguí revolviendo e integrando todo cuidadosamente y sin darme cuenta, media hora había pasado y todo estaba listo, yo me sentía más calmada, el ambiente estaba más calmado y ahora mi marido me miraba a lo lejos, con una cara sería pero pidiendo disculpas en los ojos, sabiendo al igual que yo, que esta batalla la estábamos perdiendo y que si seguíamos así todo acabaría.

Pero entonces, tome un plato grande y los medidores y me dispuse a emplatar todo lo más bello posible, cuidando las porciones y proporciones, para entregarle un plato bellamentente elaborado y cuidado, mientras me reprochaba porque hacía eso si no lo merecía, pero una parte de mi corazon se. Sentía cálida y se enternecia cuando pensaba en el y el mayor que por el sentía. Esa parte de mi recordaba que quería cuidar su salud y comer más sano, esa parte de mi trabajaba duro para entregarle lo mejor y lo más rico, esa parte de mi me suplicaba que no me rindiera y esa parte de mi, aún lo amaba y lo quería en mi vida.