━ 𝐗𝐂𝐈𝐗: El fin de un reinado

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Se sentía como una hoja suspendida en una corriente de aire, como un barco navegando en plena tempestad. Caminaba por su propio pie, sí, pero era Ubbe quien la urgía a moverse. Ella solo quería ceder al cansancio y a la desolación, quebrarse ante vientos huracanados y dejar que las olas generadas por la furia del dios Njörðr la tragasen para siempre. Simplemente deseaba rendirse, dejar de sufrir y de experimentar aquella presión que le oprimía el pecho, impidiéndole respirar con normalidad.

Quería que todo acabase de una vez por todas.

No sabría decir con exactitud cuánto más estuvieron deambulando por el bosque, puesto que el tiempo había dejado de existir para ella, pero el primogénito de Ragnar y Aslaug dejó escapar un suspiro de alivio cuando las afiladas estacas que apuntalaban el perímetro de su campamento base irrumpieron en su campo de visión.

Drasil alzó pesarosamente la cabeza, mirando sin ver. La mayoría de los supervivientes de su ejército ya estaban allí, en el asentamiento. Diversas figuras —tanto de hombres como de mujeres— se movían erráticas de un lado a otro, entrando y saliendo de carpas y cogiendo lo imprescindible para poder regresar cuanto antes a Kattegat. Otras, en cambio, permanecían inmóviles y con la mirada perdida, como si una parte de ellos también hubiera muerto en aquella explanada.

La noticia de su llegada corrió de boca en boca apenas pusieron un pie en el asentamiento. La castaña se dejó hacer cuando Ubbe, con la ayuda de un hombre que acudió raudo hacia ellos, la condujo hacia un tocón de madera y la instó a acomodarse en él. Su pierna derecha agradeció aquel pequeño respiro, aunque no podía decirse lo mismo de su brazo.

Un quejido de dolor se escabulló de sus agrietados labios cuando su marido examinó con mayor detenimiento su articulación dislocada. Ella, por el contrario, no se molestó en mirarla, dado que la imagen de su hombro en aquel ángulo antinatural se había quedado grabada a fuego en su retina. No era la primera vez que sufría una luxación, de manera que sabía lo que venía ahora.

—Dras —la llamó Ubbe, acuclillándose delante de ella—. Hey, mi amor... —Al ver que la susodicha no reaccionaba, tomó su rostro entre sus manos y la alentó a mirarle a los ojos—. Voy a recolocarte el hueso, ¿de acuerdo? Sé cómo se hace, ya que mis hermanos y yo solíamos pasarnos de brutos en nuestros entrenamientos... Así que será rápido, te lo prometo —añadió en tanto acariciaba sus macilentas mejillas con los dedos pulgares. Le destrozaba verla así, pendiendo de un fino hilo. Aún estaba conmocionada por todo lo que había sucedido, por todo lo que había tenido que vivir y sufrir en el campo de batalla, pero no podían permitirse perder más tiempo. Debía hacerlo ya.

Drasil no respondió, limitándose a apartar la mirada. El Ragnarsson, por su parte, se dispuso a hacer lo que le había dicho.

La hija de La Imbatible volvió a sollozar cuando Ubbe agarró su brazo izquierdo y, con todo el cuidado de los Nueve Mundos, lo extendió hasta dejarlo totalmente recto. Las náuseas volvieron a hacer acto de presencia, junto con un sudor frío que hizo que la tela de su camisa se adhiriera a la parte baja de su espalda. Quería apartarse y vomitar, pero hasta incluso las arcadas quedaron relegadas a un segundo plano cuando, sin previo aviso, su esposo tiró de su brazo con un movimiento seco. Un sonoro crack hizo eco en las inmediaciones, ocasionando que Drasil soltara un grito entrecortado.

—Lo siento, mi amor... Lo siento... —se disculpó Ubbe a la par que se agachaba nuevamente frente a ella. Drasil se encogió sobre sí misma y, mientras se sostenía la extremidad lastimada con la mano sana, comenzó a balancearse de atrás hacia delante en un vano intento por aguantar mejor el dolor—. Ya pasó, Dras... Ya pasó... —bisbiseó, para posteriormente besar su cabeza.

La joven cerró los ojos con fuerza, provocando que un par de traicioneras lágrimas se deslizaran por sus pestañas. Se mantuvo así, con la frente apoyada en sus temblorosas rodillas, durante unos instantes más, hasta que una voz tremendamente familiar se impuso al caos ensordecedor que no hacía más que reverberar en el interior de su mente.

➀ Yggdrasil | VikingosWhere stories live. Discover now