—¿Lo harás bien esta vez? —preguntó con la voz ronca.

—Sí —respondió en un susurro, aunque se apresuró a corregirse —. Sí, señor.

La forma en la que lo había dicho no hizo sino inflamar ese torcido deseo que había nacido en el interior de la Marquesa. Le dirigió una mirada a Sebastian, sin ser realmente consiente de que en ese instante dejaba entrever sus pensamientos, y tembló completamente cuando él le sonrió. Era ese gesto suyo el que más la enfadaba, cargado de suficiencia y arrogancia, como si no se sintiera un simple sirviente.

—Que impertinente eres —susurró, dándose cuenta de que, en lugar de sonar molesta, casi había suspirado.

Él no respondió, volvió su atención hacia el muchacho de rodillas ante él, que solo emitió un quejido cuando enredó los dedos en su cabello, incorporándolo con cierta brusquedad para enseguida arrojarlo al pie de la cama.

No había más preámbulos, no había vuelta atrás, la inevitabilidad finalmente lo alcanzó y halando una profunda bocanada de aire, Liosha simplemente hundió la cara en el cobertor, cediendo a la presión que el mayordomo ponía sobre su cuello con admirable docilidad.

En esa posición quedaba completamente expuesto de una forma encomiosa bajo los estándares de las buenas costumbres, pero absolutamente necesario para los menesteres que ocupaban, o al menos eso dedujo cuando, en su mente, Frances analizó los requerimientos para consumar una relación, concluyendo el detalle de que solo existía una forma de penetrar a un hombre.

Consternada por su descubrimiento, miró con espanto a Sebastian, que mantenía el semblante arrogante, bajando desde la nuca de su prisionero, recorriendo con la punta de los dedos la columna, con una lentitud exasperante, sin quitarse los guantes, saltando el enlace de sus manos, deteniéndose en el punto exacto.

Ella se preguntó qué sucedería a continuación, aunque con la misma rapidez decidió que no quería saber y se escabulló hasta la cama, sentándose a un costado de su víctima.

La forma en la que pareció erizarse, como un gato, levantando levemente la cara para tomar aire le dio a entender que los preparativos continuaban. Esa parte la habían librado bien la última vez, y el desastre sobre su vestido le dejaba cierta inquietud sobre cómo lo había disfrutado.

Aquella vez, con las luces apagadas, solo hizo suposiciones de lo que había hecho Sebastian con él, Liosha volvió a estremecerse, esta vez con un jadeo, los ojos entrecerrados y el rostro completamente arrebolado.

Frances se recostó en la cama, dejando escapar un suspiro. Era por mucho, lo más bonito que había visto en toda su vida. Extendió la mano para acariciar su cabeza, delineando su mandíbula, deteniéndose en sus labios. Le pareció que temblaba.

—¿Lo harás ahora? —preguntó, levantando la vista hacia Sebastian, al final de la línea estilizada que formaba el cuerpo de su sirviente.

—¿Tan pronto? Pero si así lo desea —respondió con esa infernal sonrisa.

—Dudo mucho que Su Majestad pueda resistir más tiempo que un hombre joven y fuerte.

El mayordomo de la casa Phantomhive echó la cabeza hacia atrás profiriendo una carcajada. Aquella risa le provocó un escalofrío, jamás lo había escuchado de esa forma, solo sus sonrisas impertinentes, o algo más moderado.

Cuando bajó la mirada, haciendo contacto con sus ojos, hubo un destello de malicia que la hizo sentir como virgen en su noche de bodas, con todo y que ni siquiera el Marqués había logrado tal efecto en ella.

El instante en que pensó en su esposo, se esfumó apenas Sebastian se inclinó hacia el frente, rozando la piel del muchacho con su aliento, sujetándolo con fuerza por la cintura para mantenerlo en su sitio.

—Marquesa —susurró, estando casi frente a ella, tan cerca que pudo sentir incluso un cosquilleo en sus labios cuando la llamó —, yo le enseñaré, todas las formas que hay para prolongar el deleite.

Su voz sonó tan profunda, tan hipnotizante, que apenas se percató cuando el muchacho casi se atragantó con un sollozo que luchó por reprimir. Lloró, pero no se resistió en absoluto, estaba siendo alanceado, empezando con un movimiento lento, que iba cobrando cierto ahínco.

Ella se negó en absoluto a mirar, concentrando toda su atención en los ojos oscuros de aquel hombre frente a ella, que parecía acercarse más con cada movimiento de caderas.

Los jadeos de Liosha se convirtieron en gruñidos sofocados por el cobertor que mordía con todas sus fuerzas.

—Después de todo —continuó el mayordomo.

Hubo un gemido de estremecimiento, tan lejano y distante pese a que ocurrió entre ambos, y el mayordomo quedó frente a ella, a escasa distancia, tanto que, de haber sido menos orgullosa, habría podido reclamar su boca, obligándolo a que dejara de jugar con ella.

Sentía su aliento, el flequillo de ese peinado indecente y la punta de su nariz rozando sus mejillas, desencadenando un estremecimiento enloquecedor hasta la zona baja de su pelvis.

—Si vale la pena hacerlo— susurró él. Aquella voz se había convertido en algo más allá de lo humano, lo escuchaba en todas partes, al frente, a un costado, detrás. Sintió que dejaba de ser dueña de sí misma, que lo único que necesitaba era que le cumpliera todas esas promesas que le hacía—, vale la pena exagerarlo.

 Sintió que dejaba de ser dueña de sí misma, que lo único que necesitaba era que le cumpliera todas esas promesas que le hacía—, vale la pena exagerarlo

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Es mi primera vez en estos terrenos, entre BL que no es BL, y multitudinario.

Sigo pensando en hacer una historia con Edward, pero no estoy segura de que mi pobre heredero del marquesado sobreviva tan bien como su madre y hermana, ¿no lo creen?

Quienes leen solo mis historias de Kuroshitsuji seguro tienen la impresión de que me encanta pervertir gente, puede que no lo crean, pero este fandom es el único en el que lo hago. De mis más de 100 fics, hay, quizás, solo cinco de otros fandoms con este tipo de temática.

¿Culparé a Sebastian, acaso?

En fin,

¡Gracias por leer!  

El adagio del cuervoTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon