13. Distanciamiento necesario

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Elevé las orejas y miré a mi lado. Había olvidado que Aonung estaba conmigo.

Miré hacia mis manos y encontré que todas las cuerdas estaban liadas entre sí; formando un gran nudo.

¿Cuando he hecho esto?

—Deberías salir más a menudo de tu cabeza, no sé si te habrás dado cuenta pero tu torpeza provoca desastres, hermanita —Aonung me miró burlón y le fulminé con la mirada.

A pesar de no querer quedar mal frente a él, tenía las manos atrapadas entre las cuerdas y, por mucho que tirara, estas no parecían querer moverse.

—De acuerdo, tú ganas. No puedo desatarme —agaché la mirada, frustrada, y Aonung se acercó para comenzar a liberar mis manos.

—¿Cómo lo llevas, Ngayä? —Le miré con sorpresa; habíamos acordado no hablar sobre el tema—. Me refiero a lo de la búsqueda del próximo Olo'eyktan.

Me sonrió levemente, deduciendo lo que había pensado, y carraspeé un poco avergonzada. 

Fatal.

—Genial —le sonreí ampliamente y me miró poco convencido—. No hay nada de lo que preocuparse.

Tiré con fuerza de mis manos y las cuerdas se desataron con tanta facilidad que del impulso caí al agua; soltando un grito de sorpresa.

Saqué la cabeza a la superficie, respirando aún sorprendida de haber acabado en el agua.

Aonung me miraba con preocupación. En otra ocasión se habría reído por mi torpeza y mala suerte, pero sabía que estaba muy preocupado por verme en ese estado. Más que una tsahík orgullosa e impotente parecía más bien una rota y destruida.

Esto es patético.

Al ver que él no me seguía la sonrisa la quité lentamente.

Daba igual cuánto lo intentase, no podía engañar a mis hermanos sobre cómo me sentía. Sabían leerme con tanta facilidad que resultaba incluso aterrador a veces.

—Me preocupas, hermana. Es como si te hubieran apagado —me extendió sus manos para ayudarme a salir del agua a la vez que hablaba.

Suspiré y me acerqué para agarrar sus antebrazos y así poder salir de una vez. 

—¿Qué te parece si vamos con nuestros Tulkuns a dar una vuelta? ¿Qué me dices? Como en los viejos tiempos.

Levantó su mano en mi dirección y reí levemente, agarrándola.

Aonung podía ser un auténtico skawng, pero tenía un corazón de oro que había aprendido a mostrar cuando estaba conmigo.

De niños, ambos llegamos a odiarnos, pero también a ser inseparables. Otros Na'vi le convencían de que era diferente, y que por ello debían tratarme como tal. Pero él, con el tiempo, acabó amándome tanto como yo a él; y sin importar nuestras diferencias, nos volvimos inseparables.

Teníamos discusiones, muchas la verdad, pero eso no significaba que no estuviéramos siempre el uno para el otro.

Ese era Aonung, mi hermano. 

Corrimos hacia el borde y nos lanzamos al agua de cabeza; siendo recibidos por los Ilus.

Una vez vimos a nuestros Tulkuns, dejamos a los Ilus y cada uno se acercó al suyo. 

Nadé lo más rápido que pude hasta mi hermana espiritual y cuando llegué hasta ella la abracé con necesidad, sorprendiéndola. Mi continua ansia de hacer las cosas sola me había impedido acercarme a ella y tratar de dejar que me ayudara, o simplemente me consolara.

Skawng // NeteyamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora