14. Puedo renunciar pero no olvidar

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—Se lo han llevado... Aonung, se han llevado a Neteyam.

Probablemente él ya estaba informado de eso, pero me lo decía más para mí misma que para él. No me entraba en la cabeza que ya no estuviera aquí. No era lo mismo evitarlo sabiendo que nos encontrábamos en la misma isla, que saber que no podría verlo aunque quisiera.

—Eh, eh, eh, eh. Ngayä, tranquila, ¿vale? —Agarró mi cara entre sus manos para obligarme a mirarlo—. Lo encontraremos, te lo prometo.

Mi expresión se iluminó, de esperanza, pero no duró mucho...

—Solo danos tiempo.

Bajé las orejas, decepcionada, y comencé a negar con la cabeza; las lágrimas aún cayendo de mis ojos aguados.

—Por favor, Aonung, por favor —trataba de agarrar su rostro con mis manos pero él las apartaba negando, sabiendo lo que iba a pedirle—. ¡Tengo que ir a buscarle!

—¡No, tú más que nadie tienes que quedarte aquí! Has estado inestable estos días y esto definitivamente es algo que te supera ahora mismo —agarró mis manos para detenerme y mirarme con severidad—. Deja que los adultos se encarguen, ¿vale? No te metas, Ngayä, por lo que más quieras.

Levanté la vista hacia él, rota, mientras cada vez iba teniendo más claro lo que iba a hacer a continuación.

—De acuerdo, Aonung. No estorbaré a los adultos...

Él asintió, tranquilizándose, y se levantó corriendo para informar a los demás de mi estado.

No estorbaré a los adultos porque pienso hacer esto sola.

Si alguien era culpable de su desaparición, esa era yo. Tenía que ser yo quien fuera a buscarle, no podía seguir esperando debía actuar; él lo habría hecho... sabía que por mí él habría hecho lo mismo.

Se había acabado el esperar a que las cosas se solucionaran o a simplemente huir de nuestros problemas; debía hablar con él y disculparme, decirle como me sentía y escuchar su versión de todo para poder avanzar.

Al ver que Aonung ya se había alejado lo suficiente comencé a correr hacia el lugar donde cogíamos a los Ilus. Allí comencé a agarrar armas; un arco, tres cuchillas y una lanza.

No sabía el tipo de enemigo que me encontraría allí, ni por cuántas islas iba a tener que pasar hasta encontrarle; debía estar lo suficientemente preparada ara enfrentarme a cualquier cosa que se presentara.

Iba a agarrar la montura del Ilu cuando una voz sonó a mis espaldas.

—Conozco una forma más rápida de asegurar todas las islas.

Me giré sorprendida al darme cuenta de quien era la propietaria de la voz.

—Neytiri... —Mi tono de voz reflejaba mi sorpresa.

La adulta frente a mí me dedicó una dulce sonrisa, pero podía ver sus ojos aguados brillando con la luz de la noche.

—Sé como te sientes con su marcha... Conozco esa culpa —sus ojos parecían haberse perdido en sus recuerdos; en su pasado—. Pero es mi hijo, y haré lo que sea para traerlo de vuelta.

Neytiri apretó el arco en su mano y agachó las orejas.

Había visto esa mirada frustrada, que acumulaba rabia, otras veces... en mi reflejo.

—¿Para qué querrías mi ayuda? —No entendía porqué acudía a mí si ella sola era una guerrera muchísimo mejor. No necesitaba mi ayuda.

—Te veo, Ngayä. He visto en tus ojos que quieres a mi hijo, y sé que estás tan dispuesta a darlo todo por rescatarlo como yo.

Skawng // NeteyamWhere stories live. Discover now