Capítulo XIV

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TW: Violencia

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TW: Violencia.

Vacío.

Era una forma cruel en la que la vida nos demostraba de la peor manera que todo puede ser arruinado por una decisión precipitada. Es una forma de demostrar que no puedes hacer nada para cambiarlo, aún cuando ese vacío llega a ser devastador solo es una prueba de lo que has hecho.

El despertar al día siguiente solo fue un recordatorio de la decisión que él había tomado y que arruinó su vida.

El dolor contemplaba la decisión entre carcajadas llenas de burla. La culpa lo tomó de la mano y el vacío comenzó a gustarle su compañía.

Había sido una simple noche en la que él fue capaz de dejarle heridas que aún sangraban.

No estoy muerto pero ahora estoy sangrado. Fueron las palabras que le dijo a su madre la noche anterior.

Sus ojos perdieron el brillo al haber aceptado su rechazó. Con el corazón en el suelo pronto recibiría las fases del duelo.

La negación.

Fue una pequeña gota de esperanza que lo hacía negarse a aceptar la realidad. Una gota que quemaba su piel y acurrucaba su corazón esperando que todo fuera una cruel mentira.

"-Es la hora, Lucerys".

El joven Velaryon suspiro cansado. Tenía la vista perdida pero aún así podía sentir su presencia a su lado.

"-No estoy listo para salir de mi habitación, pero sé que esto es necesario -susurro con pesar-. Acabemos con esto".

El príncipe Daemon lo observó con una expresión desolada en el rostro para acto seguido juntar sus manos al frente. El aún no sabía cómo reaccionar ante aquella fatídica noticia.

"-Tu madre..."

Sus palabras lo hicieron reaccionar haciendo que finalmente lo mirara.

"-Entiendo su decisión, padre". Puntualizó con rapidez.

El asintió sin mirarlo. "-El Stark..."

Su manos comenzaron a sudar y un escalofrío subió por su espina dorsal hasta la planta de sus pies.

"-Por favor, no. No termines esa oración, no estoy listo aún, y por favor espero no la dejes caer, no ahora". Suplicó en un hilo de voz. El corazón del canalla se removió al escucharlo. "-Habrá tiempo para hablar sobre eso". Espetó con la voz temblorosa.

El príncipe Daemon se mantuvo en silencio y asintió aún cuando el joven Lucerys ya no lo estuviera mirando. Con las manos al rededor de su espada dio una última mirada y salió de la habitación dejándolo completamente solo.

Su mirada se fijó en la vista que le otorgaba su enorme ventana que daba vista a los establos, su vista favorita y ahora parecía un castigo doloroso hacia sus ojos.

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