Si es bonito

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            La polola de mi amigo tenía un fetiche con sus cicatrices. Cada vez que tiraban se pasaba horas buscándolas y tanteándolas.

Un día en la cama mi amigo le preguntó por qué lo hacía. Y ella se quedó un poco taciturna sin darle una respuesta clara.

─Tienes noventa y nueve cicatrices ─eso dijo.

─¿Y eso qué?

─No lo sé.

─¿Te dan asco?

─No.

─¿Entonces?

─¿Puedo ser la número cien?


Al tiempo rompieron, de eso estábamos hablando. 

Le había preguntado cómo lo llevaba con lo de la ruptura y él había sido un poco esquivo, y yo lo estaba viendo, pero no estaba diciendo nada para disgustarlo. Nuestra relación siempre fue así, yo practicaba la paciencia mientras él tendía a desbaratarse. Yo lo aprendí cuando niño como ser así una vez que vomité en el jardincito de abu, al otro día me acosté de guata en el pasto para ver cómo las hormigas cargaban con el vómito seco hasta que la tierra se quedó limpia.

Pensé que estaría mejor que fuéramos como hormigas, pero eso no fue lo que dije. 

─Si fuéramos hormigas todos nos pisarían ─dije.

─Mejor.

─No lo dices en serio. Lo dices de la boca hacia afuera. 

─Vale.

No me estaba haciendo caso. 

─¿Qué le respondiste? para que te terminara. 

─Le dije que me las hacían las mujeres cuando me dejaban. Le encantaba oírlo, no sé por qué ─y se echó sobre el sillón de costado. Yo estaba desparramado en la alfombra. Cada vez que flexionaba la pierna el polvo subía y a la luz del sol se podían ver las partículas danzando. Me cosquilleó la nariz.

─¿Por qué le dijiste eso?

─Pensé que era divertido.

─Creí que te gustaba de verdad.

─No me gustaba de verdad. Me gustaba un poco.

─Siempre te gustan un poco. Igual acabas hecho un lastre.

─Soy así de niño. Tú lo sabes.

─No, no lo sé.

─Si fuera homosexual tú serías el primero, te lo juro.

─Ya.

─Nunca me trataste mal y yo sé que me quieres. A lo mejor si no me quisieras podría hacértelo, pero no quiero dejarte hecho una pena como lo estoy yo. Me haces ser mejor persona. Es bonito lo que te estoy diciendo. No pongas esa cara.

─Engañas... a las personas. 

─Que las engaño, ¿Cómo las engaño?

─Tienes razón, te conozco de pequeño, pero en realidad no te conozco. Solo sé que eres re miedoso y que siempre estabas torciendo las cosas que querías decir de manera que nunca sabía si era verdad o mentira y al cabo de un tiempo dejó de importar. Por eso me fui y estuvimos esos meses sin hablarnos; no puedo soportar cuando te portas así conmigo. 

─No engaño a la gente, ellos se engañan solos. Solo les muestro lo que quieren ver. Y luego me dejan por ello, porque no les gusta; piensan que les vendo mentiras, pero solo son medias mentiras. No les gustan las mentiras, pero no pueden vivir sin ellas. Me odian y me aman y no pueden separar lo uno de lo otro y yo tampoco. No te creas, yo tampoco lo entiendo, solo sé que de hace rato que me relaciono de esa forma con el mundo; es la única forma que conozco para relacionarme. Tú eres algo aparte, no puedes odiarme porque me quieres de verdad. Y no quieres quererme, pero lo haces. 

» Yo quiero destruirme. Ahogarme en el odio. Es otro motivo de por qué nunca te voy a corresponder.

» Es cierto, lo de ser el primero, si yo pudiera amar de la misma forma en que amas, siempre serías tú. No quiero que pases por toda esa mierda, romperte todo lo bueno y dulce que eres. 

» Aunque no me creas desde chicos eres la persona que más he querido, más que mis papás y mis hermanos. Y eso no es mentira, ¿ves? Soy re miedoso, llevas razón y no digo las cosas que siento, siempre tengo miedo, evado y me escondo, pero de una u otra forma siempre me encuentras. Huevón, deja de poner esa cara, si es bonito lo que te estoy diciendo.


 Al poco tiempo, volví a irme por un par de meses, cuando regresé nos reunimos en su casa. Me había ido al poco tiempo de que empezara a salir con otra mujer y había vuelto poco después de que rompiera ella.

A penas abrió la puerta vi que una cicatriz como una lágrima le adornaba la mejilla.

Me sonrió.

Su departamento estaba hecho un lastre. Me trajo una cerveza y la puso sobre la mesita de centro. Se estiró a mi lado como un gato. Estaba fornido, pero más ojeroso.

─¿Qué fue esta vez?

─Le gustaba mucho el sexo rudo, pero soy un haragán, tú sabes.

Suspiré y tomé un sorbo, me la presioné contra la mejilla caliente. 

─No recuerdo ni una vez que hayas tenido una novia en estas fechas.

─Ya ─dijo con una voz extraña mi amigo.

Lo miré y alcé una ceja.

─¿No te diste cuenta? ─preguntó.

─¿Darme cuenta de qué?

─Nada.

─¿Darme cuenta de qué?

Negó y volví a suspirar. Había viajado en metro y aunque me había dormido en el camino, no había descansado realmente. Había construido una vida en otro lugar, pero a las primeras de cambia, a la primera llamada había corrido hacia él. Me pregunté si siempre sería lo mismo, si habría un día en que terminaría con estos sentimientos tortuosos. 

─De todas formas, te traje un regalo ─Me metí la mano en el bolsillo─. Abre la mano.

Lo hizo y lo dejé caer sin demora.

Se lo llevó al rostro.

─Una llave.

─Ajá.

─Huevón.

Se lo guardó en el bolsillo del pantalón sin decir nada.

─El próximo año deberías intentar pasarlo con alguna de tus novias ─le dije y bebí otro trago─. Se te está haciendo una mala costumbre dejarlo en tu cumpleaños.

─Desde que éramos niños siempre lo hemos pasado juntos. Sé que soy egoísta, pero de verdad espero que eso no cambie.

Dejé la lata en el suelo. 

─Sé que soy egoísta y que, en el fondo, odias como me aferro a ti, como no te permito dejarme atrás. Pero yo también te quiero, que no se te olvide, eres la persona más importante para mí, de verdad. Mira, si mañana murieras me suicidaría. Huevón, no me mires así, si es bonito lo que te estoy diciendo.


FotosintéticamenteOù les histoires vivent. Découvrez maintenant