Jisung quedó quieto. No tenía salida. No con cuatro y la puerta cerrada.

Tristemente, resistió las lágrimas y dibujó el semblante más intimidante que pudo, uno de odio. Y sucedió.

Su entrada fue violada con la intromisión de un largo utensilio de limpieza.

Quedó solo en el camerino, descansado su perturbado cuerpo en las blancas baldosas del piso, sangrando y llorando. En silencio.

Se abrazó a sí mismo y pensó en su mamá, regresando sus recuerdos a la nieve, su casa, la sonrisa de su madre y sus cálidos abrazos.

Reprimió un sollozo tremendo, fallando y abrazándose más fuerte, hasta que otra figura hizo presencia, dejando caer una de las tantas escobas que se usaban para la limpieza. Una de las malditas escobas.

Haciendo un ruido sordo con el choque al suelo, la encorvada anciana se apresuró a arrodillarse frente a Jisung.

—¡Oh, chico! Por Dios... —escaparon gruesas lágrimas con el impacto de la imagen frente a sus ojos— No, no, no... —evitó fijarse en la sangre en el piso para no alterarse más y actuar ya—. Hijo, ¿quién te hizo esto? ¿Quién te hizo esto? —desesperó, más aun oyendo otro sollozo reprimido de Jisung— No, no, no... Ven aquí —lo atrajo con sumo cuidado en un abrazo que el peliazul correspondió en seguida, fuertemente dejando salir sus sollozos—. Está bien. Estarás bien. Ya acabó, hijo —la anciana le acarició los cabellos entretanto dejaba al chiquillo desahogarse en su blusa—. Te sacaré de aquí. Tranquilo...

Con el poco y casi inexistente pudor que le quedaba a Jisung luego de la exposición de su cuerpo, dejó que la anciana le bañara una vez más con suma delicadeza para después secarlo y vestirlo.

—Chico, ¿quién te hizo esto...? —quizo indagar con furia acumulada.

—No sé. No me importa.

Jisung estaba pálido, casi sin vida.

—¿No recuerdas sus rostros? ¿Conocías a alguno?

—No sé... No me importa.

La mujer se deprimió y simplemente abrazó al pobre chiquillo.

—Mira, soy Sonya. Soy encargada de aseo del tercer piso. Cualquier cosa que vuelva a ocurrirte, por favor, no dudes en buscarme. ¿Okey? —vio al peliazul asentir inexpresivo— Vamos. Te llevaré a tu casa.

—Jisung —soltó repentinamente, aún ligeramente desorientado—. Kim Jisung. Me llamo...

La anciana esperó a que dijera algo más.

—Puedo ir solo a casa. Queda lejos. No se preocupe... Sonya.

—Hijo, no puedo dejarte ir así como así... Yo

—Hizo suficiente —le enseñó una pequeña sonrisa—. Muchas gracias —y se apresuró a salir de allí.

Había caminado por más de media hora, haciéndole imposible ignorar el dolor punzante en su orificio. Había caminado para despejar sus pensamientos del incidente, mas simplemente no pudo.

Fue el peor día de su vida.

Llegando a casa, escuchó un par de voces masculinas discutir en la segunda planta de la casa. Sin embargo, las dejó ser y se adentró a su cama, quedando profundamente dormido.

—Jisunggie.

Alguien le sacudía de la cama para despertar. Quería quejarse de cuán adolorido estaba, pero al ver los rostros de sus padres se reincorporó de inmediato y les sonrió al notar cómo sostenían un pastel.

camaleón ¹ • taekookWhere stories live. Discover now