Lalisa asintió, se veía tan emocionada de hacer todo aquello, no había dejado de ver a los pequeños humanos, sin darle más atención a la Diosa Creadora.

La imagen se borró en un segundo, dejando a la castaña con un vacío en su pecho, sus mejillas fueron tomadas con algo de fuerza por la mayor, para que voltearan su rostro hacia ella.

—Eres mi más preciada y hermosa creación, Lalisa. —le recordó, su tono fue bastante grave y posesivo, aunque la joven Diosa no lo notó en ese momento.

Ese fue el primer día de su vida, su primer recuerdo, aunque solo iba a ser su primera razón por querer irse.

Había más Dioses a demás de ella, eran muchísimos, algunos llevaban muchísimo tiempo allí, ella era la más nueva y la favorita de la Diosa Creadora, y esta lo recalcaba en cada reunión que era obligada a asistir.

No le permitía juntarse mucho con los otros Dioses, lejos de las reuniones, Lalisa se confinaba en su palacio privado, dónde podía pasar todo el día viendo a los humanos, con el tiempo había aprendido a controlar sus poderes y le regalaba cosas bellas a los humanos mil veces al día, quería hacer que cada personita tuviera un día hermoso, así que hacia volar a las mariposas más bellas hacia ellos, que los pájaros cantaran miles de melodías, y sus favoritas eran las luciérnagas, que llenaba el mundo de la noche con sus lucecitas.

Lalisa pasaba demasiado tiempo en aquel palacio, y a la Diosa Creadora le pareció que estaba muy solitaria.

—Lalisa, te tengo un regalo. —dijo, entrando a su hogar, interrumpiendo la imagen de sus lindos humanos.

La castaña la miró con curiosidad, porque no sabía que ella podía recibir regalos, estaba acostumbrada a darlos.

La Diosa mayor se acercó a ella, peinó uno de aquellos leves y largos rizos detrás de su oreja, para luego llevar su mano por su cuello, hasta acariciar sus clavículas, dándole un escalofrío.

Finalmente su mano se alejó de ella, sintiendo alivio, pero pudo ver aquella pequeña luz que surgió de su pecho, aquella que la otra parecía tirar de finos hilos luminosos.

La luz giró frente a ella, sintiendo algo de miedo al no entender, hasta que de pronto tomó una forma algo conocida, una criatura propia del mundo de los humanos: un conejito, de color dorado, sus ojitos también estaban llenos de estrellas y luces, la miraron con la misa curiosidad.

—¿Qué es esto? —preguntó, acercó sus manos a la criatura, tomándola por debajo de las patas y acunándola sobre su pecho, mientras acariciaba sus largar orejas.

—Es tu protectora, es especial para tí, está hecha con una parte de tu alma, por lo que está conectada a tí, a tus emociones y pensamientos, todo; y estará contigo por toda la eternidad —explicó—. También te hará compañía, para que no te sientas sola.

>> Ella no puede hablar, pero pueden compartir pensamientos, para comunicarse.

La conejita frotó su cabeza contra la palma de la mano de la joven Diosa, haciéndola sonreír.

‹‹Lili›› escuchó aquella vocecita en su cabeza, no era suya, sino de la linda criatura en sus brazos.

—Gracias, es muy linda. —dijo, mirando a la pequeña conejita.

Si era honesta, lo único que Lalisa agradecía de la Diosa Creadora, era esa pequeña criatura, Lili, la única que podía considerar como su amiga en todos los mundos.

Lili la entendía, ella también amaba a los humanos, podía quedarse junto a ella para admirarlos todo el día, la única diferencia entre ambas es que la pequeña coneja era más responsable que ella, le recordaba cuando debía dormir, cuando comer, cuando salir a pasear, y si no cumplía se ponía a saltar, chillar y morder.

Lalisa no se llevaba con los otros Dioses, principalmente, porque la Creadora la sobreprotegía, y la presentaba como ‹‹su más bella creación››, no como ella quería ser reconocida, ella era más que una cara bonita, más que una favorita, o un juguete, mucho más que una creación.

De esta forma, Lalisa y Lili seguían solas, eran únicas debido a su trato de parte de la Diosa Creadora, y por ser considerada ‹‹demasiado bonita››, había Dioses que no podían verla a la cara porque era demasiado, según ellos.

Entonces ambas eran singulares, algo tan único y especial, que estaban solas, y se sentía sola aún con los demás Dioses a su lado, aún con la Creadora diciendo lo hermosa que era, y presumiéndola ante todos, ella siempre estaba sola.

Por eso quiso irse, y por eso logró escapar, dejando a Lili en su palacio, la conejita se había negado a ir porque era incorrecto, pero Lalisa ya no podía soportarlo.

Fue hacia el único lugar donde aquella Diosa no podría encontrarla, un lugar alejado incluso de sus lindos y amados humanos: El Inframundo, la Tierra de los Dioses muertos.

Fue hacia el único lugar donde aquella Diosa no podría encontrarla, un lugar alejado incluso de sus lindos y amados humanos: El Inframundo, la Tierra de los Dioses muertos

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la tierra de los dioses muertos ଓ chaelisaWhere stories live. Discover now