Capítulo seis: Beso.

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«Dos semanas después...»

El universo me bendijo al nacer con el don de la inteligencia.

Recuerdo que cuando tenía seis ya sabía dividir por dos cifras, leía tres libros infantiles a la semana, multiplicaba números grandes en mi mente y tenía la manía de pensar que estaba en el grado educativo equivocado. Y lo fué, aún así mis padres no quisieron que me subieran muchos años y sólo me adelantaron uno, supongo que necesitaban que pasará por todos los grados aún así, en fin, la cuestión es que es verdad lo que dijo el director, soy el mejor de mi año, y si, eso está bien. Pero, ser el mejor no significa tener que ser el "resuelve todo".

En mí la belleza es un extra definitivamente, no soy un 50/50, como cuando un chico es inteligente pero feo, o lindo pero bruto. En cambio Arthur, Arthur... Arthur, el perfecto hombre de cabellera color chocolate oscuro, ojos verdes como dos flores de menta y piel blanca con lunares esparcidos, ese Dios del Olimpo fué bendecido sólo con eso, con una increíble belleza, ah, y con una cama de oro, pero claro, ¡NO SIRVE PARA ABSOLUTAMENTE NADA!

Gracias al universo que es un príncipe, al que le hacen todo y no tiene porqué mover un dedo ni para cepillarse los dientes, porque estoy seguro de que si fuese un chico normal tendría una madre tercermundista que le diría a diario "Debí abortar, malparido".

Han pasado dos semanas desde que le dije "Sí" a la reina, y estas dos semanas han sido como: Tengo doscientos mil dólares. Ya no de hecho, un poco menos gracias a compras de ropa en línea necesarias, pero en fin, esos 200 se han vuelto poco para todo lo que he tenido que partirme la espalda. Es en serio, Arthur se ha dedicado a hacerme llegar todas y cada unas de sus tareas, no es como si fuesen algunas, no, TODAS, tuve que hacer hasta un dibujo de un árbol como de tercer grado.

NO ES CAPAZ DE HACER UN SIMPLE ÁRBOL. ¿¡TAN INÚTIL ES!?

Dios, podría llevar a mi cabo el plan de secuestro que tenía al principio y esconderlo en mi sótano, que pensaran que está muerto para no tener que hacer más de sus tareas. Pero bueno, a decir verdad es mejor así, no lo veo, sólo hago sus deberes y ya está. Ya está. No es como que aún estoy depresivo...

Ya, ahora debo poner a secar de nuevo el cuaderno en la ventana de mi habitación, lo manché con mis lágrimas. Sí, sigo siendo un tonto, un tonto en cantidad, perdón por defraudarlos, soy un depresivo por su culpa y me siento solo como un puto cactus en el desierto. Creí que al ser su tutor pasaría tiempo con él, y ahora paso tiempo con sus putos libros. No me mira ni un segundo en clases.

Dejé de lado el plan "pepino", Elliot dejo de insistirme con eso, no tengo tiempo de darle celos al dueño de las 20 tareas que hago al día. Aunque eso de mis planes con él ahora ya no es mucha prioridad...

Un Príncipe De Cuento ©Where stories live. Discover now