CAPÍTULO 1

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Faltaban aproximadamente tres meses para terminar las clases. Era septiembre. A mí me emocionaba llegar a septiembre, no porque quedarán menos días para las vacaciones, sino porque es primavera. Me gusta la primavera, el Día del Estudiante (más conocido como la Estudiantina), y tener que pensar en los preparativos y todo eso. Nosotros, bueno, tal vez solo yo, comenzábamos una semana antes con la organización, al menos, así se ha hecho desde hace muchos años. Pensar en la temática, el diseño, el decorado, los juegos y el premio, era mi trabajo sin que tuvieran que pedírmelo. Sin embargo, eso no quiere decir que usar la cabeza para imaginarme como sería tenía que compartir mis ideas. Estoy segura de que por más que las propusiera no les interesaba. Nunca lo hicieron y siempre eligen lo que les conviene, lo más sencillo o rápido de hacer. Mi mente estaba a otro nivel, siempre quería ser algo a lo grande, pero nunca contábamos con el presupuesto suficiente. Así que con lo recaudado de la feria, hicimos las primeras inversiones y dejé que ellos se arreglaran con respecto a eso.

El salón de actos se solía adornar, por ser uno de los más grandes, contando con la capacidad de llenarlo con tiras de papel crepé, banderines, globos y carteleras con frases. Este tenía gradas, un techo que nos beneficiaba un montón en caso de que ese día lloviera, un escenario pequeño para las presentaciones, parlantes, iluminación y hasta un telón si teníamos que usarlo. Además, en caso de emergencia contaba con dos salidas. Estaba bastante bien para la mayoría de cosas que se suelen hacer dentro de ese sitio, ya que luego los juegos y deportes se llevarían a cabo en otro lugar. Posiblemente en el exterior, en el patio, en la cancha.

Cuando finalizó nuestro segundo módulo, nuestra segunda clase, se hizo una reunión entre todos mis compañeros para ponernos en marcha. Por lo general, tiende a ser confidencial lo que se sugiere hacer o lo que se elige, hasta tener todo por escrito y presentable en una hoja, la cual tenemos que entregar a los directivos. Cuando estos confirman y no hay nada para modificar, recién ahí podemos comunicarles a los cursos que participarán de aquella jornada, todo lo que deben saber.

—Quiero saber quién estará a cargo de armar la cartelera, de colocar las mesas y sillas para los profesores que serán los jurados, de adornar, de traer comida para las ventas, entre otras cosas que faltan —pregunta, Agustín, nuestro delegado. Él era la voz y oídos del 5to año.

Mientras se debatía el tema con los demás, le chisté a Alejandro que estaba respondiendo unos mensajes en su celular y casi no estaba prestando atención.

—¿Crees que podamos encargarnos de adornar? Podríamos ser tú, yo, Mariana. No es mala idea. Sabes que disfruto mucho el adornar.

—Estaría bien, por mí no hay problema. Pero, ¿y si critican que no les gusta lo que hicimos? Después que no me venga, que los globos, que la tela, que el sonido, que las luces, porque no permitiré quejas —dijo enumerando con sus dedos al mismo tiempo que no le quitaba el ojo a la pantalla.

—Sí, puede que tengas razón. ¿Y si hago la cartelera? —propuse—. Esas cosas también suelo hacer bien. Usaría goma eva para las letras, algunas flores y si el telón es negro pueden que vayan plateadas o puedo hacerla de colores.

—Lo que tú quieras hacer, por mí está bien. —Giró su cabeza inclinándose un poco, al punto en que tocara mi hombro, para responderme y siguió escribiendo.

—¿Con quién te estás hablando? No me estás atendiendo y quiero que tomemos una decisión rápida con respecto a la celebración, para poder bajar al patio. Sabes que la mayoría del tiempo lo pasamos encerrados en estas aulas estudiando.

Al no responderme y solo asentir a cualquier cosa, le quité el teléfono de las manos.

—Aja, ¿quién es Evelyn? —Lo interrogué mientras arrugaba mi cara al desplazar mi dedo por la pantalla y ver una gran cantidad de mensajes—. ¿Te escribiste con ella toda la mañana?

Lo mucho que odio amarteWhere stories live. Discover now