contexto.

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—¿Qué significa esto?— preguntó al borde de las lágrimas, otra vez había pasado, otra vez su querida pareja había llegado con marcas en el cuello, de labial y chupones; con ese aroma amargo y caro.

Lo que más le pesaba era saber la verdad, notar como todo se iba a la mierda y aún así no hacer nada para impedirlo más que voltear la cara negándose a aceptarlo. Claro, luego de años de relación, un precipitado e inesperado embarazo, el nacimiento de su cachorro y aún a pesar de ello, esos repetidos engaños; quería mentirse diciéndose que estar juntos era lo único que podía hacer. Para creer que eran una familia, para creer que era feliz.

—¿Esto qué?— atajó el rubio—. No seas pesado Souya, dejá de imaginar cosas y dejá de romperme los huevos un rato— se quejó tan frío y con el poco tacto que le tenía a quién llamaba novio.

Porque ellos nunca se casaron, el alfa nunca quiso formalizar ese compromiso. Tampoco quiso un cachorro en su vida, ni que Souya lo quisiera tanto para quedarse con él y no abortar el mismo día que se enteraron.

El pensamiento del Alfa siempre fue el mismo, no atarse a algo que no querría. Pero ahí estuvo Souya en su momento para joderle su modo de pensar al punto de creer que podía cambiar por el Omega. Se equivocó de una forma sin igual.

Y se arrepiente muy en el fondo, de hacerle eso y traer o irse a casa de otra mujer, a pesar de tener un hijo de su propia sangre y una pareja realmente dulce y delicada a la espera de su llegada todas las noches que él estaba ausente. Cómo lo fue el día del nacimiento de Kouki cuando se acostó con una, como lo fueron los cumpleaños de Souya cuando se iba por ahí y no llegaba hasta altas horas de la madrugada, con olor ajeno y un pastel en manos pidiendo disculpas.

Nunca comprendió el amor que Souya le tenía. Ni porque seguía con él cuando se esforzaba por hacer notar su desagrado hacia su relación, hacia su cachorro— a quién se negó darle apellido—, hacía sus muestras de cariño o inclusive a la idea de seguir con esa mentira.

Es cierto, él amó al Omega desde el día uno, pero ya pasaron años emparejados y cree que su tiempo se fue irremediablemente. Jamás quiso ni se le pasó por la cabeza la idea de tener un crio, mucho menos estar atado al Omega por eso. Sin embargo, al no ver las objeciones de Souya desde el primer engaño, él siguió con ello, una y otra vez. No demostraba amor, no demostraba ganas ni aprecio hacia su familia.

No quería estar en esa mentira, sabía que Souya y Kouki estarían mejor sin él, y por mucho que le doliera al primero; él ya no lo amaba. No lo creía su alma gemela, ni la persona con la que quiera pasar el resto de sus días.

Por eso se negó al casamiento que propusieron los padres de Souya, a portar un anillo, a marcarlo. Se negó a todo porque sabía que se aburriría del menor, su plan era dejarlo cuando el capricho se le fuese, pero no creyó que en uno de sus momentos de intimidad, el calor le ganará y siquiera pensará en si se ponía o no el puto condón.

Él no veía feo al Omega, pero trataba de no estar mucho a su lado, porque caería enamorado y eso no era parte de su futuro ideal. Que se convenció, sería una viveza de cada segundo de su vida, lleno de putas y disfrute.

Que Souya estuviera en celo ese día y su Alfa se pasase por los huevos su insistencia por no anudar al menor, no estaba en ese plan.

Y he aquí las consecuencias. No le agradaba ver llorar al rizado, siempre fue su punto débil, y a pesar no de amarlo; no quería verlo sufrir por él, que no merece su título de Alfa teniendo en casa un par de personitas que estaban dispuestos a perdonarle todo, que le amarían si pedía disculpas y le demostraba un mínimo de afecto.

—Bueno, lo entiendo. . . — desvío su mirada apretando los labios, al sentir al mayor cerca alzó sus empañados ojos notando esa mirada de desinteresado que siempre llevaba el Alfa—. Mañana iré al acto de la guardería de Kou, por si querés pasar a verlo.

Él negó, abrazando después de mucho tiempo al Omega, sintiendo como se podía desmoronar en sus manos.

—Quiero que nos separemos, Souya.

Y aunque sus palabras salieron lo más cuidadosas y delicadas posibles, rompió más eso que estaba hecho pedazos dentro del Omega con rizos. Cómo dijo, lo entendía después de todo. Sabía que su intento de relación era todo una farsa y un pestañeo bastaba para que se fuese a la mierda.

Sabía que el Alfa no lo amaba, que su amor no era de pareja, ni las promesas eran ciertas.

Lloró hundiendo su cara en el pecho del otro, sintiendo vergüenza de sí mismo. Habría acabado todo renunciaba al deseo de dar a luz al Cachorro, si renunciaba a esa vocecita que le decía que el bebé no tenía culpa de nada y no merecía que le arrebatarán la vida por el problema tan estúpido que conlleva vivir una mentira.

Kouki nunca tuvo la culpa, de los engaños del Alfa, de su celo imprevisto, de sus abuelos que le insistieron por qué se quede con el rubio y criarán juntos al Cachorro.

Después de todo, una pareja cuidaría a sus cachorros hasta que estos fueran independientes, era su obligación como Omega no fallarle al Alfa y engendrar a la vida que creció en su vientre. Ellos sabían que no iba para bien su relación, pero lo convencieron de que el Cachorro los uniría luego de tanto tiempo de fingir.

El nacimiento de Kou solo logró separarlos más. Pero, ¿Quien querría a un Omega y su cachorro de un año de nacido? Nadie, sería una deshonra para el apellido Kawata, a pesar que su gemelo siempre le aconsejó pasarse la opinión de sus padres por las pelotas. Y cuanto desea haberle hecho caso y tener solo a su hijo.

Porque aunque era consiente de que su familia era completamente falsa, salvo por el cachorro. Eso no significaba que le hiciera feliz continuar con esta. Eso no justificaba que no doliera, que se sintiese insuficiente para cualquiera porque no supo decirse que no y ahora cargaba con esa inestabilidad emocional.

Pero eso tampoco significaba que la culpa fuera del cachorro, jamás lo culparía de sus errores. El bebé fue, es y será lo mejor que le pasó, con esa sonrisa sin igual, sus risas y ese hermoso aroma a familia que le daba.

Era su solecito y nunca lo culparía por nada en absoluto. Le agradecía, de hecho, por haberle impulsado a seguir adelante luego de su separación con el Alfa.

Ahora solo velaba por Kouki y su bienestar, que cada día se veía a flote. Porque el pequeño ya comenzaba a corretear y escaparse de su cuna, buscando a su madre desesperado por jugar y reír con el Kawata.

Kouki y sus ocurrencias, su amor, la ternura e inocencia que el bebé emanaba, más el amor infinito que le tenía, fueron sus pilares además de su hermano y amigos cercanos, que siempre le brindaron la ayuda que necesitó.

Siendo solo dos, eran más que felices a pesar de esa sensación de estar incompleto de cierta forma. No importaba mientras su cachorro esté con él.

Creía que no le importaba el amor si no era el de su pequeña familia, compuesta por él y su hermoso bebé.

Y volviéndose fuerte, crío a su cachorro de corta edad sin necesidad de un Alfa, sin necesidad de sus padres o abuelos que se negaban a verle o apoyarle desde su ruptura, desde que decidió sería un Omega y su cachorro, sin depender de nadie que le recuerde que era un Omega inútil.

Él miraría por Kouki, y por sí mismo sin importarle cuanto odio le demostró hasta su propia madre el día que declaró vivir por su cuenta, sin Alfa que lo marcara o padres que le apoyaran.

Souya Kawata no necesitó que nadie más decidiera por él apartir de entonces.

Souya Kawata no necesitó que nadie más decidiera por él apartir de entonces

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melón vino || SanGry.Where stories live. Discover now