🔍XII🔎

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Aquella mañana estaba resultando ser muy tranquila y apacible para Masón, lo que lo llevaba a prácticamente definirla como la mañana más aburrida desde hacía mucho tiempo. Observando desde su ventana, debió aceptar de mala gana que le hacía falta su hermana, su complemento rutinario para divertirse.

Bebiendo de su copa, se preguntó que estaría haciendo.

"Seguramente se esté reproduciendo con el detective. Hormonada"

Soltando un gruñido, bebió otro sorbo aceptando que en el fondo estaba algo celoso. Sin embargo la razón exacta no la conocía, pues aunque se alegraba de que Vicky se casara con Sherlock Holmes, a una parte suya le molestaba que ahora no fuese una Williams. Por otra parte, los instantes (que agradecía eran pocos en su memoria) en los que eran amorosos ambos esposos, lo llevaban a imaginar si así pudiese ser su vida si se casaba con cualquier mujer que conociera.

Ese último pensamiento lo llevó a pensar en Alice y Candy. La primera era el prototipo de esposa ideal en la alta sociedad londinense; la segunda, el terror de las mujeres como Alice.

Desgraciadamente ya no tenía oportunidad con la primera, y aunque la segunda parecía amarlo, él no se imaginaba despojandola. Finalmente, comprendió que de cumplir el capricho de su hermana, necesitaría una esposa que fuese delicada y servicial como Alice, pero también que conociese la realidad del mundo como lo hacia Candy.

Cuando se prepraba para servir otra copa, unos cabellos rubios que parecían brillar al sol le atrajeron. Sonriendo reconoció pronto que se trataba de Cicely, la misteriosa dama del baile con la que Victoria intento emparejarlo. Atraído por su extraña forma de pensar, el joven, se enderezó a las escaleras y prontamente a la calle cuando noto que no caminaba con la elegancia que antes la caracterizaba, sino que parecía ir entre apurada y nerviosa.

—¿Qué esconde la damisela? -murmuró casi que con diversión.

Mientras pensaba si llamar su atención o simplemente seguirla en silencio, la joven dobló en una esquina adentrándose en un callejón. Pensándolo un momento, finalmente se decidió por seguirla no sin antes mirar que nadie más fuese, pues de lo contrario podría ser una trampa para quizás secuestrarlo.

Cuando comenzaba a arrepentirse de su idea, la joven abrió una vieja y ruidosa puerta que parecía conducir a un lugar aún peor. Comenzando a preocuparse por lo que estuviera ocurriendo, el pelirrojo contó hasta 10 antes de ingresar también, pues supuso que el sonido de la puerta lo delataria tan pronto cruzara.

—9... y... 10- abriendo la puerta con más fuerza de la necesaria, Masón se detuvo en seco entre aterrado y perplejo de lo que veía- ¡Mis ojos!

—¡No te asustes!

Cicely parecía tan aterrada como él mientra se colocaba de forma torpe la peluca de nuevo. A su lado, un joven que Masón detectó como el famoso William de la fiesta lo miraba amenazador mientra sostenía una rata muerta en su mano.

—¡¿Qué rayos ocurre aquí?!

Cicely se acercó rápido al pelirrojo cubriendo su boca.

—Te explicaré todo, lo prometo. Pero no grites- murmuró casi que suplicante.

Retirando su mano con un gruñido, Masón le quito la peluca quitando también la mano que lo callaba.

—No puedo creerlo, de verdad que no puedo. Nos has mentido a todos- exclamó visiblemente ofendido- Quiero decir, tu cabello es horripilante ¡Aun más rojo que el mio!

—¿Qué? -Cicely se alejo de él sintiéndose aún más ofendida que el chico- ¿Eso es lo peor de la situación para ti? ¿Mi cabello?

Masón asintió con una mueca.

Victoria HolmesDove le storie prendono vita. Scoprilo ora