El joven caballero, soñó con estas manos sucias y toscas que cortaban fruta con agilidad desde que tenía doce años.

El joven feriante, soñó con aquel dulce rostro desde que tenía trece años.

Y así como así, el mundo los hizo encontrarse. Tal vez compartieron vidas pasadas, tal vez aquellos sueños en los que se amaron profundamente, no fueron más que el reflejo de lo que vivieron y de la promesa de sus almas de reencontrarse en cada vida futura. Lo que ambos sintieron aquel día, sólo sería el inicio del fuego que recorrería sus cuerpos en cada uno de sus encuentros.

No había amor más sincero que aquel, no había pasión más fuerte que la que los recorría a ambos al encontrarse. El joven noble, buscó todas las formas de regresar al bloque, oculto tras árboles para reencontrarse con él. Ninguno se resistió a lo que sintieron, se entregaron a amarse con cada parte de su cuerpo, sellando su pacto de amor con la alianza indestructible de ambos corazones.

El joven noble, estaba dispuesto a renunciar a todo por su amor, prometió una y mil veces que rompería su acuerdo matrimonial, que ambos podrían huir a algún lugar perdido del bosque, quedarse allí y ser felices juntos. El joven feriante tenía buenos contactos con bandoleros, ellos podrían proveerles de lo que necesitasen e incluso, podrían darles protección si la requerían.

La doncella, prometida en matrimonio al primero de los jóvenes, preocupada por la ausencia de su futuro esposo, decidió seguirlo. Fue difícil, él era cauteloso, cada una de sus huellas se perdían en el bosque sin dejar signos de su andar; pero ella era una mujer astuta, no dejó que ninguno de sus trucos la desorientaran, y logró llegar al punto de encuentro de los amantes.

La joven, esperó encontrar todo salvo lo que encontró. Ambos sostenían sus rostros con desesperación y se daban un apasionado beso, en medio del cuál, su prometido sonreía con alegría genuina. Cuando ambos se separaron, el sonido del corazón de la muchacha quebrándose espantó a todos los cuervos odiosos que revoloteaban alrededor de los jóvenes, como si ellos supieran la desgracia que traería un corazón roto a su beneficio o la que traería una historia de amor puro en un lugar tan sucio como Gray Village.

Ella, herida por el desamor, por no ser correspondida a quién tanta lealtad juró, acusó ante la guardia real al joven feriante, de haberse aprovechado del caballero de dulce corazón, buscando pervertirlo, acosándolo, forzándolo a cometer actos carnales impuros. Según su testimonio, el joven noble se resistió y el feriante lo maldijo a él y a todas las generaciones de su sangre que siguieran, argumentó temer por la vida de su esposo.

La nobleza de Gray Village es mojigata, eso es algo que se debe admitir. Se muestran pulcros en sus reuniones sociales, mantienen su estatus, su imagen de familias unidas, cuando puertas adentro de cada mansión se cometen los pecados más increíbles que cualquiera pudiese imaginar. Si ellos lo hacen, es correcto, siempre y cuando no sea ante el ojo público. Si lo hace un joven feriante, es una abominación que merece la muerte por buscar pervertir el alma de un joven noble, puro y casto.

Una noche, mientras el joven noble daba un paseo con la doncella, después de pensar detenidamente cómo darle la noticia a ella, confiando en que esta lo entendería, abrió su corazón. Lo curioso de todo esto, es la conexión que tienen las almas gemelas, porque a medida que avanzaba con su rechazo al compromiso, un dolor inmenso en su pecho comenzó a hacerse presente. Para cuando terminó y la joven sólo soltó una carcajada sin gracia, sin vida, él no necesitó corroborarlo, no necesitó que se lo dijeran.

El dolor punzante en su pecho, que indicaba que algo le arrebataba su corazón le hizo saber que el alma destinada a amarlo, había sido asesinada. Lo que él no sabía, era que el jóven feriante luchó para aferrarse al corazón de él, no dispuesto a dejarlo cuando apenas se habían encontrado, cuando les quedaba tanto por vivir, pero el fuego lo consumió.

El amante que sobrevivió, nunca demostró su tristeza, aún cuando su pecho ardía todos los días con dolor, aún cuando todos los días pensó en las formas de acabar con su sufrimiento y reencontrarse con su amante.

Años después, siguió con su vida normal, contrajo matrimonio con la muchacha y tuvo cuatro hijos, a los cuales amó con todo su corazón. No la amaba a ella, pero se esforzó por ser un buen esposo. Le enseñó a los niños los valores que nadie le inculcó a él, les enseñó de la dulzura de la vida y del amor. A los ojos de los demás, era un hombre ejemplar.

Asistió a cada reunión con los padres de su esposa, con sus propios padres. Aún después de haberse enterado de que la orden de quemar a su alma gemela en una plaza pública fue de estos, les mostró su mejor sonrisa.

Para el nacimiento de su quinto hijo, invitaron a toda la familia a su gran casona, para celebrar en unidad familiar el sello que dejarían con aquellos pequeños. Mientras todos se emborrachaban y reían, él pidió a una de sus sirvientas sacar a sus cinco hijos de la casona, porque les tenía una gran sorpresa a todos.

La mujer, obediente y en plena confianza con él, obedeció, ignorando la extraña mirada pérdida que llevaba él aquel día. Él solicitó expresamente que fueran llevados al centro de la plaza de Gray Village, orden que la mujer realizó.

Cuando el hombre entró al salón un silencio se armó, todos esperaban las palabras de alegría del padre por tan exitoso matrimonio. Él les sonrió mostrándose normal, comenzó un discurso que le daría el tiempo suficiente, según sus cálculos. La casona, estando alejada de otras casas, tenía una cierta privacidad que las otras no tenían.

Al terminar su discurso, nadie aplaudió, la alarma inundó los sentidos de sus invitados. Cuando quisieron escapar, era muy tarde, el fuego tenía rodeado cada rincón de la casa y todos se encontraban tan ebrios, tan drogados, que ninguno fue capaz de notarlo.

El hombre los vio arder y ardió él mismo en el fuego que él mismo creó, se dice que sus carcajadas burlescas se escucharon por todo el sector. Nadie pudo hacer nada para salvarlos, él los asesinó y acabó con su propia vida, y nadie notó que había planeado aquello desde que a él mismo le habían arrebatado su corazón.

Su alma jamás descansó, se rumorea que antes de cada incendio fatal se ve a un hombre delgado, con barba y ojeras merodeando fuera de cada casa de los nobles, de los pobres, de cualquiera que él consideraba impuro de corazón, traidor. Si a su amor lo hicieron arder, él haría arder al mundo.

No encontró la paz que buscaba, porque el crimen cometido en contra de su amor oscureció su alma y jamás pudo encontrarse con él. Uno estaría perdido vagando en el infierno y el otro estaría esperándolo en el mismo bosque en que lo dejó.

Lo que nadie supo, hasta años después, según contó la misma sirvienta, es que el día en que nació su hijo, fue el mismo día en que habían quemado vivo al jóven feriante.

Las casualidades y el destino.

Ahora, sal de tu habitación y asómate por la ventana, una visita te está esperando.

Y ten cuidado, no te vayas a quemar.




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En medio del abismoWhere stories live. Discover now