Capítulo Dieciséis

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VAELERYA

EL DESPRECIO Y EL AMOR

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                    —Perdón.

          Aquellas fueron las primeras palabras que escaparon de los labios de Sylvenna una vez se encontró frente a Vael. Sus ojos estaban vidriosos, conteniendo lágrimas, su ceño arrugado por la preocupación y su mirada fija en sus ojos azules, de pie a un lado de las puertas cerradas de sus aposentos. Sylvenna lucía un hermoso vestido de seda azul, mucho más ligero y primaveral que en ocasiones anteriores, ya que formaba parte de su presentación en sociedad como mujer.

          Era la mañana siguiente después del festín de cumpleaños. Vaelerya sabía que ahora Sylvie debía atender a nuevas responsabilidades que ella alguna vez cumplió con gracia y esfuerzo, por lo que la joven ya estaba lista incluso cuando aún era demasiado temprano. Sin embargo, sus ojos todavía se alcanzaban a ver apagados y soñolientos, quizás por haber tenido que madrugar más de lo normal, o tal vez porque pasó una mala noche igual que ella.

          Vael también se encontraba vestida y arreglada desde mucho más temprano, dado que esa era una rutina que tenía bien interiorizada, porque a comparación de Sylvenna, había sido criada para ser reina. Su vida se había basado en asistir a sus primeras lecciones antes del desayuno, recibiendo una educación completa y rigurosa en materias relevantes para el gobierno y la administración. Se había tenido que esforzar el triple para dominar estudios sobre historia, política, economía, diplomacia, etiqueta real y protocolo.

          Para desgracia de Lya Albea, ella también se vio obligada a proporcionarle educación en habilidades de liderazgo, toma de decisiones y resolución de problemas, en línea con las creencias y la protección divina del dios y todos los menores, impartida por el Lyro y el Alvos, un enfoque que seguramente iba a profundizar con Sylvenna en adelante. Vaelerya recibió tutorías con consejeros reales y, aunque le cueste admitirlo, incluso mantuvo reuniones con lord Kerlos. Aunque en estas últimas predominaban las miradas mordaces, nunca dejó de aprender.

         Se centró tanto en sus deberes, en lo que era esperado de ella, en tratar de ser la mejor en todo lo posible con tal de ser aceptada. Y aún así se lo arrebataron todo con unas pocas palabras delante de toda La Corte e invitados foráneos.

          Años de su vida asistiendo a lecciones, tutorías, reuniones y eventos reales privados. Lo había vivido todo con un semblante neutro, pero sin duda dedicado, porque ella lo había deseado, había aprendido a amar su rol y en lo que se podría convertir.

Un Linaje RetorcidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora