Capítulo Cinco

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VAELERYA

LA MALDICIÓN DE LOS SUSURROS

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                    El Gran Salón había sido transformado casi por completo. Las columnas de mármol y los muros de piedra ya no estaban desnudos; en su lugar, estaban decorados por las banderas que llevaban la insignia de Mercibova y las del reino invitado. También se destacaban los estandartes de las familias más influyentes del reino, añadiendo una mezcla de colores que realzó aún más los adornos florales que, en su mayoría, caían en delicadas y verdes cascadas enredadas entre sí, sobre la superficie lisa de las columnas. Las ventanas altas y ventanales del lado derecho del lugar ofrecían una agradable vista hacia los jardines reales, ahora abiertas y desprovistas de los pesados cortinajes que las ocultaron durante mayor parte del invierno.

          Los tonos habían dejado de ser fríos en su mayoría y habían sido reemplazados por aquellos colores alegres y cálidos, gracias a la iluminación de todas las antorchas. Hasta el olor de la comida en el ambiente se hizo notar y tuvo que admitir que era exquisito. Un rápido repaso al salón le permitió también distinguir a músicos, bardos, bailarines y bufones regados alrededor, usando sus trajes exóticos y brillantes para atrapar miradas. Vaelerya sentía que debía animarse, mostrar su mejor rostro para la ocasión, lucir como la princesa que se suponía que debía ser, y quizás también debería...

          Bueno, no debería haber aceptado la mano de Sylvenna.

          Sentía el peso de sus ojos de la misma manera en que alcanzaba a escuchar los murmullos. Las sienes le comenzaron a palpitar. Trató de no hacer una mueca y pretendió por enésima vez que era un témpano de hielo inquebrantable, empero el zumbido de las numerosas voces era en verdad molesto, y lo que decían era desalentador. Las palabras se entremezclaban en cuchicheos, empero podía atrapar unas cuantas, encerrándolas en aquel cofre que guardaba en su interior, el que le prohibía olvidar. A veces sospechaba y temía que pronto iba a empezar a rebosar, en su búsqueda de saldar cuentas y defenderse a sí misma.

          «Mutante.»

          «Schytòn

          «Cuarterona.»

          Solía considerar su sensibilidad auditiva como un regalo, pero en esos momentos le parecía todo lo contrario. Las piedras con ojos se habían vuelto impenetrables y seguían rodeándola, seguían orbitando a su alrededor con permanentes gestos de disgusto y curiosidad, trasbocando crueles susurros. La pelirroja no tenía oportunidad de siquiera aspirar a tocarlas esa noche, pues el rechazo era lo suficientemente evidente como para obligarla a fingir que las ignoraba, porque sabía que no debía mostrar vulnerabilidad.

Un Linaje RetorcidoWhere stories live. Discover now