Primera noche

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Decir que Mike Schmidt odiaba su trabajo era una atenuación.

Lo detestaba absolutamente, lo despreciaba, temía llegar a trabajar cada mañana con miedo a que la noche no hubiese pasado como esperaba, y hubiera otro cuerpo que enterrar. Otra familia a la que mentirle. Otro gafete para el casillero.

Durante su tiempo como vigilante nocturno, recordaba haber cerrado la puerta delantera esa quinta noche jurando nunca poner un pie en ese maldito restaurante otra vez si podía evitarlo; lo quemaría hasta los cimientos.

Pero entonces las cuentas aparecieron, y el arrendatario subió su renta. Su refrigerador estaba cada vez más vacío y sus luces empezaban a parpadear. Su mobiliario estaba deteriorado y tenía la peor instalación de cañerías en la ciudad. Pero era mejor que quedar sin casa, se decía a sí mismo.

$120 por semana no eran suficientes para vivir confortablemente, pero eran suficientes para vivir.

Sus problemas se volvieron un poco más sencillos cuando obtuvo su ascenso. No solo estaba a salvo de los animatrónicos asesinos, sino que el aumento tampoco era para quejarse de cualquier modo. No importa qué tan insignificante fuera, ayudaba.

Ser un guardia de seguridad era... diferente. En lugar de animatrónicos asesinos, ahora tenía que preocuparse de mocosos niños gritones. Recordar qué niño pertenecía a cual padre, evitar que los más intrépidos subiesen al escenario, y ocasionalmente rescatar al mismo niño de la pequeña piscina de pelotas que habían añadido en la esquina.

Miraba a los animatrónicos de vez en cuando y se preguntaba cómo podían soportar esto cada día. Una vez, el nuevo Freddy giró su cabeza, haciendo contacto visual con él. El corazón de Mike dejó de latir. Entonces el oso pudo empezar a cantar otra vez, y Mike recordó que estaban estrictamente bloqueados en el "Modo diurno". Dejó escapar una sonrisa por su rostro, no una sonrisa sarcástica o afectada, sino que una real. Estaba relajado.

Eso hasta que divisó a alguien observando el letrero de "Se busca empleado" pegado en la ventana.

No podía ser mayor que un estudiante de secundaria, o un recién graduado. Tenía el pelo desordenado, un suéter de una talla más grande y una mirada inocente en sus ojos. Miró el cartel por un momento antes de sonreír un poco. Con confianza, el adolescente atravesó la puerta delantera, mirando alrededor. Mike rechinó los dientes.

Este niño no duraría ni una hora en Fazbear's.

El gerente lo divisó de inmediato. Claramente no era un niño con la cara mocosa o una madre con dolor de cabeza, sino que una oportunidad. Un posible futuro empleado de Fazbear's. O como a Mike le gustaba llamarles: Carne fresca.

Estaban parados demasiado lejos de él como para escucharlos a escondidas, pero era claro sobre qué discutían. El adolescente sonrió, apuntando de nuevo el letrero de la ventana mientras el gerente asentía. Sí, definitivamente hablaban sobre el puesto de vigilante nocturno.

Mike quería intervenir, en vedad quería. Él era el primero en sobrevivir a la vigilancia nocturna, y sabía de antemano qué clase de pesadillas podían producir esas seis horas en la oficina. Si los animatrónicos no lo atrapaban, las pesadillas lo arruinarían.

Hubo otros dos antes de éste, contratados justo después de que él hubiera recibido su ascenso. El primero no duró ni dos noches y el segundo estaba todavía "desaparecido". Hasta donde las familias sabían, el primero sufrió un paro cardíaco esa segunda noche, y el otro escapó para evitar las deudas.

Pero los gafetes recientemente escondidos en el casillero de Mike contaban una historia diferente.

No quería continuar su colección.

La colección JereMike (traducción)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora