Eryx fue hacia dónde estaba sin esperar una invitación. Retiró su cabello descuidado hacia atrás y puso los labios en una fina línea.

— ¿Tienes una idea de lo que acabas de hacer?

— No me des lecciones que no estamos en clase.

Ailén le contestó con tranquilidad, apartándose de él. No quería discutir en ese momento. La ducha le había sentado bien y se sentía como una nueva persona.

— Dábalos.

— Ah, mira, ya vuelvo a ser yo.

— No estoy de broma.

— No tengo tiempo para esto ahora.

En ese instante llegaron Rubi y Vera, cogidas de la mano y cerraron la puerta principal. Vera dejó caer una bandolera semiabierta, llena hasta el tope de cosas, sobre una de las sillas del comedor. Rubi se encargó de comprobar que no hubiera ninguna ventana abierta ni ningún hueco al exterior por donde les pudieran espiar. Después, todos apartaron las sillas y se repartieron alrededor de la mesa. Vera a la izquierda, junto a Rubi; Eryx a la derecha y Ailén en el centro.

— Espero que todos hayamos descansado porque se viene una tormenta.

Las chicas miraron tendidamente a la dueña de la casa, asintiendo. Aunque Ailén no les creyó del todo, ya que cada una había estado ideando una salida para poder sobrevivir al día, y por ello habían quedado. Debían juntar sus propios planes en uno definitivo y acordar cómo vencer al enemigo en común.

— Todas queremos salvar nuestro culo.— Le respondió Rubi, con ojos para la venganza.— Pronto conseguiremos salir de aquí.

— Tracer ha salido de Dagta. Y no,— dijo Eryx mirando exclusivamente a Ailén—, no he ido tras él.

— ¿Dónde creéis que irá?

Por mucho que la chica de pelo rizado le hablara, él no dejaba de observar atentamente a la rubia. En parte porque quería que ella le escuchara y, por otra, les estaba respondiendo a todas con un solo gesto. Ailén se dio cuenta al instante de lo que significaba y le devolvió la mirada.

— Ah, a mí. Por eso has venido, ¿no?

— Como si "tratar" con Sentenza no fuera suficiente motivo.

Rubi carraspeó, haciendo evidente la incomodidad que sentía en ese momento.

— Chicos, tenemos que concentrarnos. Vera y yo hemos pensado en algo. Pero... no sé si en frente del policía es la mejor opción.

Eryx giró la cabeza hacia ella, para después apoyar las manos en la mesa e inclinarse hacia adelante de un modo amenazante. Rubi no se dejó intimidar en absoluto por su postura y levantó el mentón en señal de chulería.

— Confío en él.— Calmó la tensión Ailén.— No dirá nada.

— Depende de lo que digas.— Respondió él.

— Chívate y te corto la lengua.

Con temor a que su novia hiciera algo que desatara violencia innecesaria en la habitación, Vera se puso en marcha y sacó de la bandolera unos grandes papeles enrollados.

— Podemos conseguir armamento de la licorería. Limpiando el almacén cayeron unos planos antiguos de la estantería, que mis tíos tenían guardados en casa, y encontramos esto.

Sacó la goma que los envolvía, con cuidado, y los desenrolló encima de la mesa con la ayuda de las manos de los presentes, que los ojearon con curiosidad. Ellas colocaron uno al lado del otro para que pudieran comparar aquello que veían similar. Ailén señaló un túnel subterráneo que había debajo de la licorería, el cual conectaba con un antiguo sistema de alcantarillado de la ciudad. El siguiente mapa era de la zona de Ragta, donde estaban dibujadas las calles y los edificios. Si ambos papeles se posicionaban juntos, el túnel conectaba de la licorería al casino.

— Pero, ¿cómo conseguiréis las armas?

Eryx, que siguió el camino que el dedo de Ailén trazaba, se entrometió con una sonrisa nerviosa al imaginar las posibilidades de capturar a Sentenza. En su cabeza todo se había resuelto con facilidad enviando un equipo policial liderado por él. Podía saborear la victoria ante Tracer en la punta de la lengua, que rascaba sus dientes.

— Ni hablar de que vais a coger armas. Podríamos hacer una redada antes de tiempo y–

— ¡Eryx!

Un puño cerrado aterrizó a la velocidad de la luz en la mejilla del policía. Ninguno vio venir el puñetazo hasta que Rubi sacudió su mano derecha y puso los ojos en blanco, cansada de escuchar la voz, que pensaba como irritante, yendo en contra de lo que ella quería hacer.

— ¡Rubi!

Vera ahogó un grito y le arrastró hacia la otra punta de la habitación para que no empezara una pelea.

El chico dio un paso atrás del impacto, sorprendido y desafiado.

— ¿Acabas de agredir a un agente?

Ailén se puso delante de Eryx y alzó las manos, igual de desconcertada que el resto. Intentó mediar después de unos segundos de realización porque, si ella no lo hacía, la situación se iba a descontrolar demasiado y sería muy tarde para volver atrás. Pensó que actuar como si nada grave hubiera pasado era la mejor opción, aunque deseara llevarse a Rubi al baño y encerrarle hasta que recapacitara.

— Eryx, tranquilo. ¡Rubi, por Dios! ¿Qué coño os pasa? Estamos aquí para trabajar juntos. No para la policía, no para la mafia. Para nosotros. Queremos ayudar a mi hermano y salir con vida.

— Y entregarle, se te olvida.— Añadió Eryx, tocándose el golpe con el ceño fruncido.

Cuando Vera le dijo unas palabras en un tono muy privado y mandatorio, sin que ellos le escucharan, y le hiciera respirar hondamente cinco veces antes de volver a la mesa, retomaron la conversación.

— Sé manejar un arma, enseñaré a Vera. Solo la usaremos en caso de emergencia, para defendernos.

— Perdona, Eryx.— Se disculpó la pelirroja, rascándose el brazo.— Y sí, nos involucraremos en el negocio para no parecer sospechosas, así creerán que les compensamos por haber huido de ellos. Nos harán trabajar y las tendremos a nuestro alcance, seguro.

— ¿Y si vuestro plan suicida falla? Porque lo hará, siendo realistas.— Preguntó aún molesto Eryx.— ¿Cuál es el siguiente, entregarse a una muerte segura?

— No fallaremos.

Ailén recogió los papeles de la mesa para volver a enrollarlos y entregárselos a Vera, que confiaba en las habilidades de combate de su novia y de su propio ímpetu para salir adelante.

— Tú y yo encontraremos a Tracer.— Se dirigió al chico de la mejilla ligeramente hinchada.— Distraerás a Cesia mientras yo le convenzo de que venga conmigo. Lo traeremos aquí quiera venir o no.

— Está bien, pero cuando acabemos tendré que responder sobre todo esto. Y vuestro negocio de armas estará acabado en cuanto Tracer y Yael pisen la celda.

— Me parece bien.— Le contestó Rubi con determinación.— Estaremos en contacto.

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