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La calidez de Ace siempre lo había sorprendido.

Acostumbrado al contacto frío del metal en sus muñecas y el ambiente fresco de las noches de Wano al aire libre, las fogatas en las noches siempre lo hacían sentir cercano a Ace. Como si él estuviera de alguna manera ahí. Como aquellas noches. Como las veces en las que se desvelaban hablando.

Ace siempre le había hablado sobre sus aventuras. Las islas que había conocido. Incluso se había atrevido a hablarle sobre su padre. Ese padre que él tanto detestaba mientras el mundo admiraba casi con la misma intensidad. Y Yamato pudo comprenderlo. Pudo comprender el peso de lo que era un mal padre para alguien y como podía doler el ser asociado con el... comprendía por qué odiaba que mencionaran el nombre de Gol D Roger cerca de él... así como Yamato odiaba que mencionaran a Kaido.

Pero eso solo había sido una de las miles de cosas que habían compartido en ese tiempo.

Cuando lo conoció, cuando Ace había liberado a los prisioneros de Kaido, había visto por primera vez la voluntad que Oden había querido transmitir. La misma que él intentó replicar después. Y en cada uno de los enfrentamientos que tuvieron, fue comprobando la fuerza e intenciones de Ace.

Era fuerte. Si. Realmente era sorprendente. El fuego que salía de su cuerpo era suficiente como para hacerle daño a Yamato... aún siendo el hijo de un dragón. Pero en sus combates más que el deseo de hacerse daño o incluso vencerse mutuamente, estaba la curiosidad por el otro.

Cuando finalmente pudieron hablar, esa primera ocasión en donde hablaron... Yamato le habló sobre su padre y no se encontró con reproche como lo había hecho con los sirvientes de Kaido. Ni siquiera con lástima como en las ocasiones en que lo hablaba con los animales de la isla.

La mirada de Ace fue distinta. El fuego de su mirada era diferente al que salía de sus puños.

¿Enojo? Tal vez solamente se trataba de un enojo. Tal vez era frustración. Ace había visto en Yamato una fortaleza que no soportó ver apagada por las estupidas palabras de su padre.

Él le demostraba día a día que la condición de los padres no podía elegirse y que ellos mismos podían elegir su propio camino. Eso claro, dejando fuera las esposas que lo ataban a Wano. Pero eso era poco cuando estaba con el. Las cadenas no le estorbaban pues en las palabras de Ace veía el mundo. A través de sus relatos viajaba por el mar que tanto deseaba conocer. Y fuera del fuego de las fogatas, Ace le hizo sentir calor en el pecho.

¿Emoción? Tal vez esa era la palabra.

Ace le había dado la razón que Kaido tantas veces le repitió que no existía ni podría tener. La razón para salir de esa isla. Esa razón se convirtió en conocer el mundo. Recorrerlo junto a Ace. Y fue solamente hasta que lo vio partir que entendió.

No solamente había significado un amigo para él. Ace le había dado un objetivo... pero aún más, le había dado una escucha. Alguien que podía comprenderlo.

Nunca se había cuestionado el significado de la palabra amor... menos aún considerando las ocasiones en que su padre la utilizaba después de "disciplinarlo". Pero él confiaba muy profundamente que algún día podría darle un significado diferente. Uno más dulce. Más amable.

Mas cálido.

Los días en soledad pasaron tan pronto que se volvieron semanas y luego meses y después años.

Ace estaría recorriendo el mundo y tendría miles de historias que contar a su regreso.

En las noches más frías, Yamato se acurrucaba cerca del fuego y repasaba mentalmente las miles de conversaciones que había tenido con el. Imaginaba una y otra vez las pecas en sus pómulos y su sonrisa divertida. La forma en que su nariz se respingaba y el ángulo de su mandíbula.

La manera en que su labio inferior sobresalía cuando masticaba... y las figuras que formaba el fuego que producía para divertirlo. Y esa forma que tenía de quedarse dormido en los momentos más aleatorios... era algo que siempre la pareció curioso. Incluso adorable. Verlo dormir le daba paz.

Ocasionalmente sacaba la Vivre card y la observaba. En sus momentos más solitarios gustaba de verla moverse e imaginarse las cosas que Ace estaría viendo en el mar. ¿Habría encontrado la isla hecha del pastel que le había descrito? Tal vez ahora estaba en otra isla formada de nieve. La idea lo hacía reír. Ni siquiera en esas condiciones usaría una chaqueta. El podía mantenerse caliente.

El fulgor de la hoja de papel junto a su cabeza lo hizo despertarse.

Era una noche oscura y sin luna. Las estrellas se ocultaban detrás de las nubes y Wano estaba en silencio. Un terrible silencio.

Fue el primer momento en que vio la vivre card arder. Era lento y constante. Y sabía lo que significaba. Y sabía que el no podía hacer nada para detenerlo.

Se enfrentó una vez más a su padre. Tal vez si lo vencía, podría liberarse de las esposas y podría ir a él. Tenía aún tanto que decirle. Tanto que escuchar de él.

Fueron días agotadores. Derrota tras derrota tras derrota. Y la hoja continuaba consumiéndose. Y el viento no traía noticias. De eso Kaido se había asegurado. Wano estaba cerrado al mundo... y el ver las cenizas formarse era la única forma que Yamato tenía de saber lo que sucedía con Ace...

El día llegó en que el papel se consumió.

En el risco más alto de Onigashima vio cómo el resto de lo único que lo mantenía cerca de Ace se fundía con el viento en cenizas irrecuperables.

Y sintió frío. Un frío que calaba completamente en su ser. Algo que no le permitía respirar y que silenciaba los gritos que quería producir.

Los golpes de su padre no eran nada en comparación. Sus ojos ardían como si se los hubieran arrancado y se dio cuenta que solo eran sus lágrimas. Salían sin detenerse y dolían. Quemaban su piel.

Hizo lo posible por romper sus cadenas. Tal vez. Tal vez si se liberaba podría acudir a él. Aún podía estar a tiempo. Podía evitar esto... incluso se preguntó si sería una pesadilla y ya... solo tenía que despertar.

Pero cuando el metal prácticamente rompió sus muñecas y sintió lo huesos de sus manos quebrarse, maldijo la realidad en la que estaba. El dolor era más de lo que podía soportar.

Podrían haberle abierto el pecho y arrancado su corazón con tenazas al fuego vivo y le habría dolido menos que la idea de haber perdido a Ace.

Gritó como nunca antes lo había hecho hasta sentir el sabor de su propia sangre. Y luego gritó un poco más.

Ace se lo había prometido... Ace le dijo que volvería a él. Le había dicho que verían el mundo juntos y...

La calidez de Ace siempre lo había sorprendido.

Acostumbrado al contacto frío del metal en sus muñecas, y el ambiente fresco de las noches de Wano en invierno, las fogatas siempre le recordaban que Ace ya no estaba ahí. Y sintió frío. Mucho frío

CenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora