3: Despertar de debajo del océano

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Ciento ochenta y un días antes de.

Agosto 11, 2013.

—El transplante debe adelantarse. —Felix alzó la mirada al doctor que observaba a su madre con seriedad en sus ojos—. Intentamos poner el catéter seis veces, pero se nos complicó. Daré una orden para que Felix sea dado de alta hoy, y programaré una cita con el anestesiólogo. Ese transplante se hará este año.

Felix bajó la mirada a sus pies en la camilla y dejó de escuchar. Un nudo se formó en su garganta y sus ojos escocieron, pero no se permitió derramar ninguna lágrima: temía despertar si de un sueño se tratara, porque su mente era igual de cruel que su destino.

Felix dejó de confiar en las palabras cuando los hechos fueron los culpables de su condena, y el miedo a una dolorosa decepción se encargó de que así se mantuviera, pero, mientras la imagen de los ojos pertenecientes a su madre que brillaban en esperanza se posaba en su mente una y otra vez, Felix quiso creer que valía la pena esperar.

¿Qué eran un par de años comparados a unos meses?

Sintió la presencia de las otras dos personas desaparecer de la habitación, y permitió que un tembloroso suspiro escapara de sus labios. El alivio en su cuerpo fue tanto, que dejó que el peso de su espalda lo hiciera caer de nuevo a la camilla. Cerró los ojos y le rogó al tiempo apresurarse: quería volver a casa y olvidar por un momento que aún le faltaban cirugías, noches solitarias y momentos débiles que ocultar por pasar.

Porque Felix no era fuerte ni valiente. Felix tenía miedo todo el tiempo y no podía parar de pensar que su enfermedad debía ser para alguien más. ¿Por qué él si existían más personas? Felix solía mirar al cielo y lanzaba maldiciones mientras exigía una respuesta que nunca llegaba.

Felix se sentía solo, cansado y desesperado. Ni siquiera él mismo podía explicarse cómo lograba mantenerse de pie cuando lo único que deseaba era dormir, pero ahí estaba... existiendo, porque no creía que hubiese más vida en su cuerpo.

Entonces Felix decidió solo esperar. No sabía a quién o a qué, pero era lo único que podía hacer en una situación fuera de su control.

Esperar.

𖥸

—Te dije que alguien sería dado de alta hoy —Hyunjin canturreó mientras balanceaba sus pies en el aire. La genuina alegría que desbordaba hizo que Felix esbozara una pequeña sonrisa—. ¿A qué hora te vas?

Felix miró hacia la puerta del baño, en donde su madre se encontraba dándose una ducha, y se encogió de hombros.

—Todavía no lo sé. Quizás después de almuerzo, solemos irnos cerca de las dos de la tarde cuando me dan de alta.

—Uhm, eso se oye bien.

Felix asintió. Se subió a su camilla con cuidado de no lastimar la vía intravenosa en su mano, y miró a Hyunjin, quien ladeó la cabeza, sin dejar de sonreír.

Felix decidió que ese día tenía razones para imitarlo.

—Tú... ¿Cuándo te dan de alta? —quiso saber. Hyunjin frunció los labios y arrugó el entrecejo, como si intentara resolver un acertijo complicado.

—No lo sé —exhaló—. Espero que pronto. La última vez, el doctor dijo que, dependiendo de mis resultados, me permitirían ir a casa antes del transplante. Quizás esté aquí un par de semanas más.

—Oh —dijo, porque no se le ocurrió nada más, por eso agradeció cuando la madre de Hyunjin apareció con un par de bolsas en sus manos mientras saludaba hecha sonrisas, aunque, por lo que Hyunjin había dicho, no tenía nada por qué lucir tan feliz.

«Es como Hyunjin», se dijo.

—Hola, Felix —la mujer saludó—. Escuché por ahí que hoy regresas a casa. Me alegro muchísimo por ti, cariño.

—Gracias —murmuró, apenado. Bajó la mirada hacia sus manos.

—Mira, te compré esto. —El ruido de las bolsas moviéndose despertó la curiosidad de Felix—. Tu mami me dijo que te gustan mucho y que sí puedes tomarlas, así que te traje un par. —Felix miró a la mujer y ella le extendió dos pequeñaa cajas de leche descremada. No pudo evitar sonreír con los dientes, muchísimo menos cuando la mujer lo imitó—. Espero que las disfrutes mucho, cielo. También espero que mejores pronto.

—Gracias, señora —habló bajito mientras tomaba las cajitas. Ella le dio una última sonrisa y se acercó a su hijo, quien la abrazó en cuanto la tuvo cerca. Entonces, por un momento, Felix creyó entender por qué las sonrisas parecían ser el pan de cada día de esa familia.

Y le gustó.

𖥸

—Felix, el taxi ya llegó —su madre avisó mientras levantaba las maletas—. Despídete de Hyunjin y su mamá, ya nos vamos.

Felix buscó a Hyunjin con la mirada, cuando lo encontró, lo descubrió con los ojos encima de él. Tragó en seco y avanzó hacia donde estaba a pasos cortos, pero rápidos.

—¿Me vas a extrañar? —quiso saber. Felix arrugó la nariz y negó. Contrario a lo que pensó, Hyunjin rio—. Yo sí te extrañaré. Espero que mi próximo compañero sea igual de simpático que tú.

Felix parpadeó varias veces, incrédulo.

—¿Te estás burlando de mí? —acusó.

—Quizás un poco, pero es para que no me olvides, gruñón —se burló—. Espero volver a verte, Felix... En mejores condiciones, por supuesto. —Felix asintió, porque no supo qué más hacer—. Por cierto, mi mamá tiene el número de la tuya. No te sorprendas si te dice que Hyunjin pregunta por ti.

—¿Por qué preguntarías por mí? —cuestionó. Hyunjin se encogió de hombros.

—¿Por qué no?

Felix no pudo evitar rodar los ojos. Hyunjin sonrió.

—Felix, tenemos que irnos —su madre insistió. Felix la miró y asintió.

—Tengo que irme —dijo, como si Hyunjin no lo hubiese escuchado antes—. Espero que te den de alta pronto... y que mejores.

—Gracias, Felix —exhaló—. Cuídate.

—Lo haré-

—Oh, Felix, nos vemos —la madre de Hyunjin interrumpió. Felix la miró con una pequeña sonrisa—. Por favor, cuídate mucho. —Ella extendió los brazos y tomó a Felix en un abrazo, desprevenido—. Hyunjin, despídete bien del niño —regañó al soltarlo. Felix rio, pero Hyunjin no lo hizo.

Hyunjin balbuceó palabras que Felix no entendió. Entonces, Felix decidió acercarse a él y abrazarlo, porque no debían perder más tiempo. Hyunjin tardó en reaccionar, pero, cuando lo hizo, Felix ya se había separado.

—Adiós, Hyunjin.

—Nos vemos, Felix —titubeó.

Felix le dio la espalda y se puso al lado de su madre, quien se despidió de las otras dos personas con un movimiento de mano. Y, por un segundo, Felix deseó poder llevarse a Hyunjin con él.

«Porque él es demasiado bueno para merecer estar así de enfermo».

Ese pensamiento sí fue suyo.

El Chico de la Camilla Cinco | Hyunlix [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora