Capítulo 5

65 11 1
                                    

La necesidad de tener siempre la razón es signo de una mente vulgar.

Albert Camus

JANE

Aleksis retrocedió y su expresión se tornó pensativa. Por unos segundos permaneció así, callado y en silencio absoluto. El azul característico en sus ojos pareció más oscuro, su mirada parecía estar reflejando un debate interior, pero eso no hizo que mi miedo disminuyese.

Mi cuerpo seguía paralizado, pero a la vez en alerta, lo justo como para que al mínimo movimiento mis músculos echaran a correr lejos de él.

—Jane, déjame explicarte.—volvió a acercarse, pero volví a retroceder—. Te juro que no te voy a hacer nada.

Acababa de matar a un hombre en mis narices, no le creía una mierda.

Y de nuevo me abordó esa sensación a la que no le encontraba nombre o sentido...

—¿Ah no? ¡¿Igual que al hombre que tienes muerto a tus pies?!—le grité en un tono sarcástico—. ¡¿Cómo mierda has hecho eso?!

Aleksis parecía estar perdiendo la paciencia. No le conocía de más de setenta y dos horas, pero ese fue motivo de peso para no confiar en él en ningún momento, además de lo raro de cómo le conocí.

—¡Joder! ¡¿Puedes relajarte por un puto momento?!—tomó aire fuertemente y añadió—. ¡Tengo algo que decirte!

En cuanto volvió a acercarse,mi cuerpo se movió solo. Me puse en pie, quedando cara a cara con él, decidida a echar a correr en cuanto a mis músculos le diesen la gana de moverse.

—¡Aléjate!—coloqué mis manos contra su pecho para frenarlo.

Me miró consternado, tal vez incluso herido.

—No te voy a hacer daño, jamás te lastimaría.—su voz baja y suave me encogió.

—¡No te creo! ¡Acabas de matar a alguien delate de mis ojos!

—¡Nos iba a matar!

—¡Pero lo mataste tú! ¡Podríamos haberlo llevado a la policía o algo!

—¡Jane, para!

Eché a correr por la calle por la que minutos antes habíamos estado charlando como dos amigos. Corrí como si la vida me fuese en ello, y realmente así era. Crucé calles y carreteras, pero seguía detrás de mi, corriendo como el desequilibrado que era. ¿Cómo pude meter a un desconocido en mi casa? Yo y mis malditos presentimientos de que no parecía una amenaza. ¡Dios! Que equivocada estaba. Gracias a mi inconsciencia me encontraba corriendo por las calles de Londres mientras el hombre con el que había compartido techo por varios días me perseguía. Si pensaba matarme no se lo iba a dejar tan fácil, por suerte fui entrenada por profesionales militares, no fue un ingreso al ejército, pero fue una temporada que me enseño lo que estaba haciendo en ese momento, controlar la respiración para ganar resistencia.

Miré hacia atrás para comprobar si seguía detrás de mi, pero un coche me alarmó. Estaba cruzando la carretera sin mirar. La carretera era demasiado larga, no tenía tiempo de llegar al otro lado.

¡Mierda!

Sentí unos brazos envolverme, la velocidad con la que el coche pasó ante mis ojos me removió el pelo. Un fuerte olor a menta me rodeó junto con los brazos tatuados que me sujetaban y alzaban del suelo por varios centímetros. Su respiración estaba incluso más agitada que la mía pero me costó creer que fuese por la persecución, estaba en mejor forma que yo.

—¿Estás bien? ¿Te pasó algo?

—¡Cuando me sueltes estaré mejor! —forcejeé en sus brazos, seguía sin soltarme.

—¡Casi te atropellan, inconsciente! ¡Mira por dónde vas!—me gritó.

—¡Lo haría si un asesino no me estuviese persiguiendo para matarme!—le grité también, a mí nadie me gritaba, y menos él.

—¡Baja la puta voz, no voy a matarte! ¡Acabo de salvarte la vida!

—¡Claro, para no perder la oportunidad de matarme tú!

—¡Y dale! ¡QUÉ NO!

Seguí forcejeando hasta perder el aliento y las fuerzas, simplemente me dejé sostener entre sus brazos. Me soltó, pero me volvió a agarrar de tal forma que nuestras miradas chocaran.

—¡Maldita sea, déjame explicarte!

Nuestras respiraciones chocaban entre sí. No tenía manera de moverme, pero aún así no iba a hacerlo, la persecución y el reciente forcejeo me habían debilitado demasiado.

—¿Quieres saber cómo lo he matado sin tocarlo?—pronunció en un susurro y de su boca se escuchó aún más sombrío, el olor a menta de su aliento me hizo inspirar. Asentí, pues las palabras desaparecieron.

—Bien, si te lo digo no me creerás, así que será mejor que lo veas con tus ojos.—soltó despacio mis manos y se alejó unos centímetros que agradecí.

No estaba entendiendo absolutamente nada. Se quedó de pie en frente de mí, y a continuación, tendió su mano derecha.

¿Pero qué...?

Luz Oscura ✔️ (#1 Luces y Sombras) [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora