Capítulo 27

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Como me quedé emocionada les dejo otro capítulo, nos leemos pronto.


Camila


La primer cosa que hice cuando Lauren salió de su apartamento, llevándose a Luna y Elena con ella desde que era martes de oficina, fue correr a su baño y vomitar.

Mi cabeza estaba nadando, puntos blancos borrando mi visión. Me levanté lentamente y me dirigí hacia el lavabo como un perro viejo. Me lavé las manos y la cara, evitando el espejo delante de mí a toda costa. No podía mirarme sin vomitar de nuevo.

Traidora. Impostora. Judas. Backstabber. Perra.

Tropezando por el pasillo, me apoyé contra las paredes para sostenerme. Súper dramático, pero no pude evitar lo que sentía. Como si el mundo estuviera colapsando directamente sobre mi cuerpo, aplastándome hasta hacerme polvo. Cómo había logrado vivir las últimas veinticuatro horas, no estaba segura.

Ayer, cuando llegué a su apartamento, Elena no había estado allí. Lauren la había enviado a su casa, diciéndole que no era necesaria esa noche. Yo había cocinado la comida de Luna para ella en piloto automático, quemándome dos veces en la estufa y haciendo frecuentes viajes al baño para lavarme la cara y respirar profundamente.

La cena había estado bien. Había llenado los vacíos y le decía a Luna más sobre el surf y las cosas que había leído sobre los caballitos de mar. Le conté sobre mi hermano, cómo esperaba que algún día pudiera llevarlo a la playa. Ella parecía entender. Parecía que lo había hecho, de todos modos.

Por la noche, me metí en su cama, robando lo que ya no merecía. Sus besos, sus caricias, su cuerpo rozando el mío. Robé su calor, los golpes de su lengua, y los golpes de su polla. Robé su lujuria, porque ya no era mía. Disfruté el dolor que gané y el placer que no tuve. Y por la mañana, pedí otra ronda, sabiendo muy bien que esta tarde– cuando le diera la memoria USB a mi padre–todo habría terminado para nosotras.

"Esta vez, quiero que vayamos despacio". Me retorcía debajo de ella, debajo de mi protectora, que muy a su pesar y al mío, me había ayudado y brindado fortaleza cuando menos lo merecía, que me dejaba meterme en las grietas rotas de su caparazón y acomodarme, a pesar de que ella sabía quién era yo. El caballo de Troya.

"¿Por qué lento?"

"Así que puedo recordar"

"¿Por qué lo olvidarías?"

Silencio. Ella había besado mis lágrimas, sabiendo exactamente lo que no estaba diciendo, pero sin querer creerlo. Ella había hecho este sacrificio por mí, eso era seguro. Ella me dejó romperla, y lo hice. Sin parpadear, ni vacilar, ni siquiera detenerme a pensar en ello.

Se movió sobre mí como si fuera un oleaje, llenando mi cuerpo, mi núcleo y mi alma.

Acariciando mis mejillas, besando mis ojos. "Mi niña, mi obsesión, mi marea".

Sonaba como un adiós, que solo me hizo llorar más fuerte, agarrándola como un ancla. Lauren lo sabía y, a las seis de la mañana, media hora antes de que Luna se despertara, habíamos hecho lo más parecido a hacer el amor, sabiendo que al final del día, ese amor se convertiría en odio.

La puerta de la oficina de mi padre estaba abierta.

Hizo que todo fuera mucho más definitivo. Si pasara, me llamaría. Preguntaría por la USB. Tendría que dársela a él, entonces todo habría terminado.

Luna.

Lauren.

Caballitos de mar.

Marea.

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