Entre las penumbras y el miedo, mis sentidos solo pudieron detectar un ligero olor metálico.

—Mira la suerte que tengo hoy —canturreó el desconocido, claramente hombre y de voz joven —; te he encontrado, y toda para mí...

Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza mientras mi mente imaginaba multitud de posibles finales para mí aquella noche. Lo que tenía bastante claro era que no saldría indemne de todo aquello: la calle estaba desierta y, era muy seguro, que aquel hombre estuviera armado para poder obtener a la fuerza lo que quisiera; tenía dudas de que alguien pudiera auxiliarme si me ponía a gritar pidiendo ayuda.

Recordé las palabras de mi hermano: «Dinero. Objetos de valor... Todo lo que puedas canjear con tu vida.»

—Llevesé... llévese lo que quiera —conseguí decir con un ligero tartamudeo —. Llévese mi cartera... mi teléfono...

No me importaba lo más mínimo darle todo lo que llevaba encima con tal de que me dejara tranquila. La mano del hombre que me mantenía sujeta se apretó contra mi piel, provocando que un calambre de dolor me recorriera el brazo por completo; ahogué un grito y le escuché una risita divertida.

—Tsk. Hay algo mucho más valioso que quiero de tí, preciosa —explicó con voz divertida.

Un nudo de náuseas se me formó en la boca del estómago. La cabeza comenzó a darme vueltas al comprender que era lo que buscaba aquel hombre de mí y que nada tenía que ver con el contenido que llevaba en mi bolso: aquel tipo debía ser un violador; un pedófilo que quiza disfrutara asaltando a jóvenes como yo.

Todo mi cuerpo se sacudió como un temblor que nada tenía que ver con el frío que corría por el inicio del invierno. En mi interior todo ardía debido al terror que despertaba en mí aquel tipo, que había decidido continuar con sus manoseos por encima de mi abrigo; un sollozo se me quedó atascado cuando el hombre, cansado de que hubieran tantas capas entre su propósito y él mismo, decidió arrancarme con violencia el abrigo, dejándome completamente expuesta con aquel vestido que había decidido estrenar para celebrar la mayoría de edad de una de mis amigas.

Tuve la desagradable sensación de que aquel hombre se relamía los labios.

—Ahora lo entiendo, si que eres hermosa; todo un angelito... Y hueles tan bien —suspiró.

Estaba al borde del desmayo. La vista había comenzado a desenfocárseme y mis sollozos me dificultaban respirar, haciéndome resollar; las rodillas me temblaban y lo único que me mantenía en pie era la fuerte sujeción de aquel tipo en mí contra la pared.

Si antes había llegado a la conclusión de que no iba a salir ilesa de aquella tormentosa situación, ahora también tenía la seguridad de que tampoco saldría viva. A pesar de que lo único que podía saber de la identidad de ese hombre era su voz, supuse que había optado un lugar en penumbras para no ponerse en peligro; y por lógica, el camino más sencillo era, evidentemente, matarme después de haber abusado de mí.

Un nuevo escalofrío me sacudió entera.

—Por favor —supliqué en hilo de voz.

Era mi último recurso. Había abandonado por completo la idea de comenzar a gritar para llamar la atención de alguien que me brindara auxilio; lo mismo que el tratar de defenderme, porque aquello hubiera supuesto que su nivel de violencia conmigo aumentara. El llanto había aparecido en algún punto de aquel intercambio de frases que habíamos mantenido. Las lágrimas cubrían mis mejillas y no paraba de sorber por la nariz, haciéndome ver más patética que cuando había decidido suplicar por mi vida.

Solo recibí otra risa.

Su mano, fría al tacto acarició mi mejilla, humedeciéndosela con mis lágrimas.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Oct 31, 2022 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

Noragami: One-Shots Where stories live. Discover now