7. EL PETARDO

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Xavi y Adrián llegaron extenuados a la torre derribada desde puntos diferentes del bosque.

El petardo habría estallado por ahí. El olor de la pólvora impregnaba el aire de malos presagios. Observaron su alrededor para detectar cualquier indicio sospechoso, pero todo permanecía en calma.

Una calma inquietante.

La oscuridad recubría los árboles de la lejanía con su sábana negra. Apenas veían más allá de las encinas que los rodeaban. Cualquier mirada les podría estar acechando desde el bosque sin que se dieran cuenta.

Oyeron un ruido sospechoso cerca de una encina. Ambos se miraron y asintieron lentamente. Cada uno se acercó por un lado diferente con pasos muy sigilosos. El tronco de la encina tenía la anchura suficiente para esconder a una persona. Si estuviera ahí, no podría escaparse.

Aminoraron el paso. Estaban a poco más de un metro. Se entendieron con la mirada. Tenían que ser muy rápidos.

Cuando Adrián dio la señal, se abalanzaron a la vez.

No encontraron a nadie.

Un mirlo negro graznó desde lo alto de una rama y emprendió el vuelo hasta fundirse con la oscuridad.

Xavi maldijo su suerte dando un puñetazo en el aire.

—¿Se puede saber dónde estás? —gritó a voz en cuello.

—Xavi.

—¿Por qué no das la cara?

—Xavi, ¡basta ya!

El chico lo miró rabioso.

—Te juro que si la...

No terminó la frase.

Ninguno de los dos sabía qué harían si la encontraban.

—Quiere reírse de nosotros —dedujo Adrián—, de la misma manera que nosotros nos reímos de ella.

En su cabeza, todavía le resonaban las carcajadas del día de la excursión. Ella subía la última, resoplando, y ellos la esperaban expresamente para burlarse de ella. Los insultos fueron tan hirientes que todavía le repiqueteaban en la memoria.

—Todos estos años ha estado esperando el día adecuado para vengarse —reflexionaba Adrián en voz alta—. ¿Qué mejor día que hoy?

Justo se cumplían cuatro años desde que realizaron la excursión de final de curso. Todo ocurrió una verbena de San Juan en esa misma montaña.

—Quiere asustarnos con los petardos —concluyó Adrián.

—Los petardos son un aviso, pero no quiere asustarnos.

Los ojos de Xavi recorrieron la altura de la torre derribada.

—Quiere vernos muertos.

Adrián se quedó de piedra. Su amigo hablaba con una seguridad abrumadora.

—Nadie se espera cuatro años para asustarnos con petardos.

—¿Hablas en serio?

—Solo busca el momento.

Adrián miró a su amigo con los ojos titilantes.

—¿Cómo estás tan seguro?

—Ha intentado matarme. Ha intentado tirarme desde ahí arriba cuando tenía los ojos vendados.

Adrián observó horrorizado los cinco metros de altura de la torre derribada y detuvo la mirada en las piedras de abajo. Aún no daba crédito.

—¿Por qué no nos has dicho nada?

Sombras en la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora