4. ELECTRICIDAD ENTRE MIRADAS

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—¿Quién me ha seguido?

Xavi escrutó a los cinco compañeros que tenía delante de él. Ellos lo miraban con caras de desconcierto sin entender el motivo de esa pregunta.

—¿Qué pasa, Xavi?

—¿Quién me ha seguido? —repitió.

Aún jadeaba. Dio un paso al frente y se acercó a Paula.

—Has sido tú, ¿verdad? Me has estado siguiendo hasta ahora.

La madrileña le clavó unos ojos afilados. Poseía una mirada incisiva, paralizante, capaz de cincelarse en sus retinas. ¿Podría ser aquella mirada la misma que había percibido con los ojos vendados?

—Yo solo te he seguido un rato, pero después me he cansado y me he ido con ellos.

Xavi se acercó aún más. Intentó penetrar en aquellos ojos desafiantes para averiguar si decían la verdad, pero fue incapaz de descifrarlos.

—Me dijiste que me seguirías para que no hiciera trampas —le dijo agarrándola del brazo.

Podía sentir su aliento. Ella le sostenía la mirada con un rostro imperturbable y esa actitud todavía lo desconcertaba más.

—Te he dicho que me he cansado de seguirte.

No la creía. Había algo que ocultaba. ¿Por qué lo dejaba solo si le había asegurado que lo seguiría?

Le apretó todavía más el brazo.

—¿Por qué lo has hecho?

—¿Me quieres soltar, imbécil? —le gritó Paula mientras lo empujaba.

Xavi se convirtió en el centro de todas las miradas.

—Paula lleva un rato con nosotros —le dijo Laia sin entender esa actitud.

El chico se fijó en su muñeca. Llevaba la pulsera que le había regalado su padre. Todo parecía indicar que decía la verdad.

—Se ha venido con nosotros, aquí en la muralla, al poco de vendarte los ojos —corroboró Adrián.

El Greñas se le acercó y le puso el brazo encima del hombro.

—Tío, te vendan los ojos y te flipas un huevo.

La pose de Paula le transmitía una soberbia que le hacía sentir estúpido. No había sido producto de su imaginación. Alguien le había dado la mano y lo había conducido hacia un precipicio. Un intento de asesinato.

Estuvo tentado de explicarlo, pero se mordió la lengua. No podía. Si ninguno de sus compañeros lo había hecho, tendría que haber sido otra persona. "Me conoces muy bien" recordó aquel susurro al oído. Era una voz dulce e ingenua, pero impregnada de resentimiento. ¿Podría ser quien estaba temiendo?

Avistó un mirlo negro volando más allá de la muralla y se sobrecogió sin saber por qué.

—Todos estamos un poco tensos. Quizás sea mejor dejar el juego —propuso Laia.

—¡Ni hablar! Cada vez se está poniendo más interesante —arguyó El Greñas—. Y tú, Xavi, no te libras de soltar prenda. No has superado la prueba de atrevimiento.

Xavi se quitó la camiseta y se la entregó a la líder.

—¡Va! Volvamos a la torre.

Se encaminaron hacia el claro del bosque donde se erigía la torre del Homenaje. Xavi se rezagó del grupo mientras perdía su mirada entre los árboles.

¿Dónde se escondía?

La rabia ardía en su interior. El deseo de venganza contaminaba la sangre.

Se desvió del camino que seguían sus compañeros. Avanzó entre los árboles en busca de aquella persona. Solo podría haber sido ella. ¿Qué habría pasado si no hubiera sospechado de ella? ¿Hasta dónde habría llegado? La expresión se le endureció como el acero. No pensaba dejar las cosas así...

Sombras en la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora