23. Nuestro secreto

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Liam, que nunca parecía perder la calma, se encogió de hombros y sonrió con delicadeza.

—Bueno, necesitamos el dinero en casa, y si me pongo a estudiar no tendré tiempo suficiente para todo. Quizás cuando mis hermanas sean más mayores pueda intentarlo. Siempre hay tiempo para los estudios.

Di un sorbo a la limonada para ganar tiempo. Liam siempre buscaba lo positivo y me daba la sensación de que no le gustaba dar lástima. De pronto me sentí un poco mal por malinterpretarle minutos antes y haber escrito a Alex. Quizás debería ponerme en contacto y decirle que no hacía falta.

—¿Tu familia te apoya? —Pregunté tontamente.

La sonrisa de Liam finalmente titubeó.

—Mis hermanas no lo saben aún. Por favor, te pido que no se lo digas, lo haré yo llegado el momento.

—¿Y tu tía?

—Entiende que necesitamos el dinero.

Llamaron a la puerta antes de que pudiésemos continuar con la conversación y Liam no tardó en levantarse.

—No fastidies que han vuelto a olvidarse las llaves...

¡Mierda! ¿Y si era Alex?

Lo seguí a través de la cocina, pero sus piernas eran más largas y llegó antes a la puerta de entrada. Cuando la abrió supe que, efectivamente, mis sospechas eran correctas. Se trataba de Alex.

Primero se fijó en Liam, que me daba la espalda. Alzó las cejas como si estuviera sorprendido pero en seguida corrigió la expresión.

—¿Está Carla? —Preguntó.

Me había quedado congelada a unos metros de ellos, así que tragué saliva y obligué a mis piernas a obedecer para llevarme hasta la puerta. Mierda, no lo había pensado bien. ¿Qué pensaría Alex al verme allí, con Liam, en su casa?

Liam se volvió para mirarme y los ojos de los dos chicos cayeron sobre mí. Tragué saliva incómoda.

—Eh... aquí está —contestó Liam—. Se iba a quedar a cenar...

Mierda. Mierda. Mierda.

Y ahora, ¿cómo decía que le escribí para que viniera por mí? Me había precipitado y ahora me preocupaba que Liam, que siempre era amable conmigo, se sintiera mal.

Alex, que continuaba mirándome con expresión de sospecha, acabó suspirando y dijo:

—Su padre me ha pedido que venga por ella, tenemos invitados.

Aquello era una mentira. Alex lo sabía. Yo lo sabía. Pero Liam no.

El rostro del chico decayó por unos instantes y susurró un suave "ah". Sin embargo, yo solo podía sentir los penetrantes ojos de Alex observándome.

—Nos vemos en el instituto, entonces —musitó Liam.

—Claro.

Se hizo a un lado y salí en seguida por la puerta. Seguí a Alex hasta su coche en completo silencio. Una vez iniciamos el viaje de vuelta a casa continuamos así, solo con el sonido de la música muy baja.

—Gracias por mentir... —susurré tras unos segundos.

Aunque me sentía algo mal por haberle dejado hacerlo. Debería haber interrumpido y decir la verdad.

¿Cuándo aprenderás a resolver tú solita tus problemas, Carla?

Alex frunció el ceño, pero se limitó a preguntar:

—¿Por qué me escribiste?

—Pues... No estoy segura.

Y cada vez estaba más convencida de que había hecho mal. El primer error fue aceptar ir a cenar con Liam. El siguiente, dejarme llevar por mis impulsos. Me había portado como una idiota. Con los dos.

Un Perfecto DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora