16. Sin vuelta atrás

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No podía negar que el hombre tenía razón y también una belleza abrumante.

—Yo no podía dormir y quería hablar contigo —respondió ella, sin dar mayor explicación.

—Y yo estoy aquí; puesto que, creo que llegó el momento de iniciar un cortejo. Tienes aquí casi un mes y no sé si algún familiar tuyo esté buscando, ya nos hemos saltado muchas reglas y estamos bailando al filo de un escándalo. Debemos ponerle un nombre a esto.

 Lo que dijo y la manera en que lo dijo, la hicieron tropezar, deslizándose por el piso al escuchar las palabras y aunque sabía que él tenía razón en cada una de ellas, nada la había preparado para esa confesión.

Si bien, él no estaba poniendo su corazón a sus pies y ella tampoco quería hacerlo, algo en todo esto se sentía tan correcto en el fondo de su corazón ella sabía que ambos se pertenecían, si daba un paso adelante no había vuelta atrás. Rannoch dijo que ella podía casarse con quién quisiera, ella tomaría su palabra.

Pero él no le estaba pidiendo matrimonio, ¿verdad? Quizás solo estaba pidiéndole formalmente que fuera su amante, ¿acaso eso importaba? Ella quería estar con él de la forma que fuera.

  Su brazo apretado alrededor de su cintura, la mantuvo erguida. Ella se movió para apartar la cara de su pecho y lo miró.

  —Dominic…

  Su voz se apagó, su lengua se había convertido en un músculo inútil mientras lo miraba fijamente. Por todo lo que quería responder a su propuesta, no tenía palabras. Sin palabras y ese podría ser un problema, Dominic siempre le hacía perder la razón y el sentido con detalles tan simples como una mirada, o un abrazo.

  Pero no importaba. Ella lo deseaba.

  Un silencio incómodo colgaba pesado en el soplo de aire entre ellos.

  Se aclaró la garganta, pasando los dedos por las solapas de su abrigo mientras intentaba desenredar sus miembros de su cuerpo.

—No pensé que esta sería tu solución a nuestro problema.

  Él la miró, sus ojos buscando su rostro, buscando algo que lo detuviera .

O la razón por la que acababa de abordarlo. Entonces una sonrisa lenta, casi carnal, curvó la comisura de su boca. —¿Nuestro problema?

Un respiro. Dos. Tres.

  Él descendió, capturándola en un beso lleno de fuego. Consumiéndola, de pies a cabeza.

  Su boca dura contra la de ella, desesperado como si se estuviera ahogando y ella fuera el aire que necesitaba para respirar. Moviendo, su brazo alrededor de su espalda se tensó, arrastrando toda su longitud contra su cuerpo.

  El charco de necesidad en su centro se hinchó casi instantáneamente, la última vez que él la había tocado rápidamente a su mente. Se dio la vuelta, levantándola ligeramente, arrastrándola hacia adentro de la habitación. Durante el corto trayecto sus labios nunca rompieron el beso con los de ella.

   —Dime que esto no es mi imaginación, Joanne —inquirió, con su intensa mirada fija en su rostro.

  —No lo es. —Las palabras ronronearon, forzadas a través de su garganta sin aliento.

  Con un gruñido se inclinó hacia adelante, atrapando sus labios bajo los suyos, su lengua atravesando su boca, hambriento por su sabor.

  Sus manos subieron, envolviéndose alrededor de su cuello, sus dedos sumergiéndose en su cabello.

  Rompió el beso, sus labios descendieron a lo largo de su cuello mientras comenzaba a caminar hacia adelante.

  La puerta que conectaba las habitaciones se cerró de golpe detrás de ellos y Dominic la hizo girar, colocándola de espaldas contra la pared al lado de la otra puerta.

El Duque del EscándaloWhere stories live. Discover now