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  Para James Potter la idea de encontrar un romance de ensueño ha sido una meta a alcanzar desde el primer momento en que Fleamont Potter relatara con lujo de detalles su tórrido viaje para conquistar el corazón de Euphemia a través de sus siete años en Hogwarts. James crecería escuchando como cuentos antes de dormir los ingeniosos planes de su padre para conquistar a su madre, desde enviar doce docenas de Simbelmynë hasta componer un soneto en honor a sus habilidades de cazadora, Fleamont Potter había desarrollado la definición de romance en su hijo.

 No es extraño entonces que la idea de un alma gemela, como sus padres se referían cariñosamente entre ellos, se haya convertido en una idea tan atractiva para James y sobre todo, en un estándar a alcanzar.

  Los Potter parecen llevar consigo una larga historia de romances épicos o sentimentales, que en algunos casos se han hecho famosos en el mundo de la magia, por lo que cuando James conoció a Lily Evans durante la ceremonia de selección a la tierna edad de once años, se planteó la idea de que ella era la elegida, y cómo dudarlo cuando Lily era un fuego Gryffindor de pies a cabeza, una fuerza de la naturaleza y una hermosa niña que hacía honor a la flor de los lirios.

  Durante los siguientes cuatro años, James intentaría llamar la atención de la encantadora Lily Evans con resultados francamente desalentadores, en los que los Merodeadores serían los primeros testigos de una vergüenza de segunda mano con mucha frecuencia. Sin embargo, ahora estaban en quinto año y James se sentía contrarreloj para ganarse el corazón de Evans, por lo que decidió hacer una pausa en sus maquinaciones románticas y pensar con claridad cuál sería su próximo paso.

  (En el futuro, James estará agradecido con su yo de quince años por esta decisión, de lo contrario, está bastante seguro de que nunca habría prestado atención a lo que lo rodeaba – quién lo rodeaba)

  Así James, que también estaba ansioso por su año TIMO, detuvo sus gestos románticos básicamente semanales y extravagantes para repensar, con sus fieles amigos, todas sus interacciones pasadas con la deslumbrante chica Gryffindor y diseñar la mejor forma de conquistarla.





  Desafortunadamente para Potter y para gran deleite de Evans – aunque ciertamente no negaría que se sentía en un estado de vigilancia constante, esperando a que cayera el otro zapato – para el momento en que llegó noviembre, James aún no tenía ni idea de cómo impulsar su vida romántica, sin embargo, esto quedó en segundo lugar dado el inminente primer partido por la copa de Quidditch: Slytherin vs Gryffindor.

  Aunque James estaba hambriento de un romance espectacular, también era cierto que el Quidditch era básicamente su mayor pasión. Para un niño que creció como hijo único, el Quidditch se convirtió en un gran aliado para llegar a los demás niños del pueblo mágico donde se encontraba la mansión Potter, por lo que la relación entre James y el deporte mágico parecía especial, siendo el deporte lo que le permitió hacer sus primeros amigos (aunque no los mejores).

  Como integrante del equipo de su casa durante sus años escolares, Euphemia Potter había fomentado en su hijo el amor por el deporte, aunque ella no tuvo que hacer mucho para ello, pues como siempre bromea con su pequeño: “A veces no sé si aprendiste a correr o a volar primero”. Para James, la sensación de moverse en el aire era tan adictiva y necesaria, que en momentos incluso se preguntaba si su forma de animago no encajaría mejor con una criatura con alas, aunque siempre sacaba ese tipo de pensamiento antes de que pudiera entristecer a Prongs.

  Con todo, James había dedicado todo el mes de octubre a entrenar duro, al punto que podía afirmar que él come y respira tácticas de Quidditch; no había forma de que Slytherin ganara el partido, y su capitana Alice Fortescue, una radiante pero despiadada estudiante de séptimo año, hizo su misión el tatuar la idea en todo el equipo.

Él tomará tu corazón y deberás pagar el precio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora