━ 𝐗𝐂𝐕𝐈𝐈: Sangre, sudor y lágrimas

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La Imbatible lo presenció todo desde su posición, inmutable. Segundos después Trygve volvió a centrar toda su atención en ella, con la respiración entrecortada y sus iris zarcos oscurecidos por la exaltación del momento.

—Porque, a pesar de todo lo que he hecho, no quiero que te pase nada —confesó con voz ronca—. Puede que no me creas... Pero me importas, Kaia. Me importas mucho.

Eivør sentía que sus brazos pesaban cada vez más, al igual que sus piernas

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Eivør sentía que sus brazos pesaban cada vez más, al igual que sus piernas. Si continuaba moviéndose de un lado a otro era por pura inercia. Su instinto de supervivencia era lo único que la mantenía activa, lo que impedía que cayera derrotada sobre el húmedo suelo. Cada mandoble y golpe de broquel que lanzaba al aire provocaba que una intensa corriente agarrotara los músculos de sus extremidades superiores, pero, aun así, no se permitía flaquear. No en pleno caos, donde hasta el más mínimo descuido podía costarte la vida.

Echó un vistazo rápido a su alrededor, con la frente perlada en sudor y el pecho subiéndole y bajándole a una velocidad desenfrenada. Eran tantos los guerreros y skjaldmö que había allí congregados, enfrentándose los unos a los otros, que aquella batalla no parecía tener fin. La cosa estaba bastante reñida y a Eivør comenzaba a desesperarle no ver avances de ningún tipo, más allá de los numerosos cadáveres y miembros mutilados que teñían de rojo la suave hierba que había bajo sus pies.

Trató de normalizar su respiración, pero le resultó imposible. La última escudera contra la que había peleado le había puesto las cosas bastante difíciles, haciéndola sudar durante varios minutos que se le hicieron eternos. Pero, finalmente, había conseguido reducirla. Ahora su cuerpo yacía a un metro de ella, con un profundo tajo en el lateral izquierdo de su cuello.

Se secó el rostro con la manga de su camisa, dado que el sudor le humedecía las cejas y las pestañas, y tragó saliva. No había vuelto a ver a Lagertha, a Kaia, a Drasil o mismamente a Björn desde que el sonido de los tambores había cesado, pero procuraba no pensar demasiado en ello, en el pánico que le provocaba que alguno de sus seres queridos resultase herido en plena contienda. Piel de Hierro le había prometido que sobrevivirían a aquel conflicto civil, que nada ni nadie, ni siquiera los dioses, podría volver a separarlo de su lado... Y la muchacha se aferraba a aquel juramento como un sediento lo haría a un vaso de agua.

La niebla dificultaba bastante su visión, pero no impidió que una de las tantas figuras que guerrilleaban en derredor acaparase irremediablemente su interés. Entornó los ojos, tratando de aguzar sus sentidos, y durante unos breves instantes focalizó toda su atención en aquella silueta que avanzaba a grandes zancadas hacia... Hacia Lagertha, quien acababa de cercenarle la cabeza a un beligerante del bando contrario.

El aire se le quedó atascado en los pulmones al reconocer a Astrid, que lucía un peto de cuero endurecido y aferraba en su mano derecha una espada larga. Su semblante estaba pintado de azul, como el resto de hombres y mujeres que formaban parte de su séquito. Aunque nada de eso le importaba a Eivør, quien no podía dejar de preguntarse qué diantres hacía en la batalla en su estado. ¿Cómo es que Harald le había permitido participar en la contienda? ¿O es que se había escabullido del campamento sin que él se diera cuenta?

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