━ 𝐗𝐂𝐕𝐈𝐈: Sangre, sudor y lágrimas

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—¿Qué esperas oír, Trygve? —inquirió Kaia a la par que se encogía de hombros. Su espada y su escudo continuaban en alto, pero su postura se había relajado ligeramente—. Porque si buscas mi compasión, no la vas a encontrar —sentenció, inflexible—. Me utilizaste a tu antojo y después me clavaste un puñal por la espalda. Solamente te acercaste a mí para poder darle forma a tu plan, para saber cuándo y cómo era mejor actuar. —Frunció los labios en una mueca desdeñosa.

El pescador chistó de mala gana.

—Tú también me utilizaste, ¿recuerdas? —contraatacó, ceñudo—. Querías una distracción, algo que te ayudara a sobrellevar mejor la ausencia de tu hija. —Se encogió de hombros, como si lo que acababa de decir fuera lo más obvio del mundo—. Ambos nos hemos aprovechado de la compañía del otro. Cada uno a su manera.

Una risita sardónica se escabulló de la garganta de la skjaldmö.

—¿En serio me estás comparando contigo? Aunque, bueno, no voy a negar algo que es cierto —se burló. Ella también tenía pintura en el rostro, solo que la suya era de color blanco. Cada bando se había pintado de una manera para que sus miembros pudieran diferenciarse entre sí—. Lo único que lamento es no haber tenido la oportunidad de abandonarte como al perro que eres.

Apenas terminó de hablar, Kaia volvió a impulsarse sobre la punta de sus pies para lanzar un nuevo ataque. La hoja de su espada destelló a la tenue luz del sol, que permanecía oculto tras unas oscuras nubes que auguraban tormenta, justo antes de impactar contra el hacha de Trygve. A causa de la brutalidad del envite, el hombre tuvo que retroceder una vez más, perdiendo el poco terreno que había recuperado.

—¡No seas hipócrita, Kaia! —le reprochó Trygve, quien tuvo que hacer uso de su superioridad física para apartar a la mujer de un empellón. Esta le enseñó los dientes en una mueca feroz—. Y no te creas mejor que yo por el simple hecho de serle fiel a esa arpía... Porque no lo eres. —Negó con la cabeza, enfatizando así sus palabras—. Por mucho que te empeñes en negarlo, tú habrías hecho lo mismo.

Kaia carcajeó de nuevo.

—No. —Aquel vocablo salió firme y contundente de sus labios—. Yo no habría manipulado a un pobre desgraciado para que me hiciera el trabajo sucio, ni tampoco habría liberado a un traidor como Harald para salvar mi propio pellejo. Porque te recuerdo que fue él quien maquinó el ataque que sufrimos a manos de Egil El Bastardo —le espetó, sintiendo cómo la rabia burbujeaba en sus venas—. Crees que lo que haces es impartir justicia, pero no lo dudaste a la hora de ayudar a un hombre como Harald... Al causante de tantas muertes inocentes. —Ahora fue el turno de ella de sacudir la cabeza de lado a lado—. No. Yo habría llevado a cabo mi venganza sola, sin meter a terceras personas de por medio.

Trygve respiró hondo y exhaló despacio. Sus oídos ya se habían acostumbrado al fragor de la batalla, y es que los gritos, los llantos y el sonido producido por el entrechocar de las armas era lo único que se escuchaba en aquella llanura.

—Lo de Harald fue un error, lo reconozco —concedió para sorpresa de la castaña—. Pero me descubriste, Kaia. Liberarle y hacer que me debiera un favor era mi única salida. Mi única oportunidad de escapar con vida de Kattegat.

La aludida apretó los labios en una fina línea blanquecina. La palma de su mano derecha ardía debido a la fuerza con la que sostenía su espada.

—¿Y por qué no me mataste aquella noche? —cuestionó Kaia, irguiendo el mentón con aire combativo—. Pudiste intentarlo, al menos. Sabías que iba a entregarte y que Lagertha no necesitaría más pruebas que el testimonio del tabernero y tu tatuaje para condenarte a muerte —apostilló.

Trygve guardó silencio, aunque las comisuras de sus labios temblaron, como si estuviera tentado a decir algo. Sus nudillos palidecieron al aumentar la presión que ejercía sobre el mango del hacha. Hacha que tuvo que enarbolar de improviso cuando un guerrero de Lagertha se le acercó por el flanco derecho, aprovechando que tenía la guardia baja. Por desgracia para él —y suerte para el pescador—, este no demoró en despacharle con un monstruoso golpe que le partió el cráneo por la mitad, ocasionando que varias gotas de sangre y materia gris salpicaran su semblante.

➀ Yggdrasil | VikingosWhere stories live. Discover now