—No soy imprudente.

—Sí lo eres —dice Zara bajito.

Aarón la observa ofendido. Suspiro con fuerza y lo enfrento.

—Cariño, necesitamos ser lo más sigilosos posible. No sabemos cómo está el asunto allá.

—Ustedes no confían en mí.

Hace un escándalo para salir de la habitación, golpeando puertas y todo. Emerick rueda los ojos.

—Lo malcriaste.

—Cállate, Emerick.

—Siempre soy yo el que me tengo que callar.

Alzo mis cejas y me acerco a él para revolver su cabello. Me despido de Zara haciendo un ademán con la mano, y ella hace lo mismo. Sus palabras aún dan vueltas en mi cabeza, de hecho, estuvieron allí toda la noche.

El sonido de un hacha estrellándose contra la madera resuena por el perímetro, no me sorprende que sea Aarón. Siempre ha hecho lo mismo, son sus intentos de no sentirse "inútil" cada vez que lo dejamos fuera de algo que requiere de más precaución, de personas más cautelosas. Aarón es ruidoso, le gusta hacerse notar, en su vida ha sabido lo que es disimular, ocultarse. Él es como los fuegos artificiales, llamativos, ruidosos, un espectáculo. Emerick, por su parte, creció con las narices entre libros, oculto bajo gigantes enciclopedias en alguna tienda de un viejo vendedor de antigüedades, sentado en alguna esquina. Sabe hacerse notar, pero también sabe desaparecer, y eso es lo que necesitamos. Zara, por su parte, bajo presión no funciona bien, y tampoco la arriesgaremos. Por eso decidí que nosotros dos somos las mejores opciones.

Nos despedimos de Aarón, que responde con un pequeño movimiento de cabeza. El bosque afuera ya está dando su espectáculo mañanero, la presentación orquestal de los animales, en la tierra las hormigas llevando hojas y en la copa de los árboles algunas aves revoloteando. Sigo a Emerick por el medio del bosque, camina tranquilo, siempre atento al frente y a sus lados. Con una mano en su bolsa, no porque pese demasiado, sino porque allí siempre oculta armas. También enciclopedias inútiles o libros de historia, que en mi opinión son inútiles. La historia no salvará a nadie ante un ataque, pero bueno, sigue leyendo sobre mil años atrás y odiando a algún personaje histórico.

—¿Cómo te sientes?

—Me he sentido mejor.

—Aarón me preguntó ayer, dijo que actuaste extraño, tenía una herida en la mejilla y ni siquiera lo notaste. Antes le habrías gritado, habrías hiperventilado y lo habrías tratado como un bebé.

Alzo mis cejas.

—No la noté.

—Ya se ve que no, igual no es que me moleste estar en igualdad de condiciones. Ya sabes, sin ver el constante favoritismo que tienes por Aarón.

Me río un poco, acelerando mi paso hasta ir caminando a la par con él.

—Suenas celoso, hermano.

—Estoy acostumbrado. ¿Si soy honesto? Yo también lo querría más.

Lo empujo, con demasiada fuerza tal vez, porque casi sale disparado hacia un árbol, pero lo alcanzo a sujetar de la camiseta.

—¡Puedes tener más cuidado! —exclama.

—¡Perdón!

—Sigamos. No seas bruta para la próxima vez.

Seguimos caminando en silencio.

—Oye, ¿sabes que sí te quiero?

—Sí —murmura, inalterado.

—De verdad.

En medio del abismoWhere stories live. Discover now